«He robado a mis padres y me he podido gastar 5.000 euros en media hora apostando»
El Grupo Hernani de Jugadores Anónimos se fundó en 1990 y desde entonces se reúnen cada martes. «La terapia nos ha salvado la vida»
En la cartera de Óscar hay un billete de 5 euros que no ha tocado desde el 18 de octubre de 2013. Ese fue ... el día que acudió por primera vez a terapia de grupo para reconocer su adicción al juego. Con un bolígrafo que le dio otro miembro escribió la fecha, y 10 años después lo enseña con orgullo. «Es el símbolo de que el juego no se lo ha llevado». La terapia le cambió la vida, como a todos los que siguen acudiendo cada semana a las reuniones del Grupo Hernani de Jugadores Anónimos. Son personas de perfiles muy diferentes, con adicción a las tragaperras, el bingo o las apuestas deportivas. Pero con un denominador común que les une, «la falta de control de los impulsos».
Cuando se fundó en 1990 fue la primera asociación para ludópatas anónimos de Euskadi. Desde entonces se reúnen cada martes y, una vez al mes, sus familiares hacen su propia terapia dirigida por una especialista en la materia. Para entrar en el grupo, que es totalmente gratuito, solo hay una condición: «El deseo sincero de querer dejar de jugar».
«Salía de trabajar y me iba al bingo. Mi hija me decía que algo me pasaba, que les tenía abandonados. Fue ella quien me llevó a terapia»
Carmen
Adicta al bingo
Un paso difícil de dar y que muchos intentaron antes de ir a terapia, sin éxito. «Yo estaba deseando que me pillasen, no podía más», dice Carmen, que durante muchos años estuvo enganchada al bingo. «Empecé a jugar alguna vez cuando salía a cenar con mi marido, pero después iba sola. Salía de trabajar e iba directa. Mi hija me decía 'a ti te pasa algo, nunca estás en casa, nos tienes abandonados'. Y yo lo negaba», y surgían las mentiras. «Les decía que me había ido a comprar ropa, pero no llevaba ninguna bolsa, y les decía que estaba arreglando el bajo. Al final tenía que comprarme el pantalón, y me daba muchísima rabia, yo quería ese dinero para el bingo». Llegó a coger dinero que su hija ganaba trabajando. «Ese día dije 'se acabó, lo dejo'. Y al día siguiente estaba otra vez jugando. Puede más la sensación de ir a jugar que ese mal sentimiento». Hasta que su hija la llevó a terapia, donde dejó de jugar y donde sigue.
Se reconocen como «expertos mentirosos», una falsedad que poco a poco les consume por dentro, pero de la que no pueden salir sin ayuda. El propio Óscar, que presume orgulloso de ese billete de 5 euros que tanto significa para él, recuerda las noches sin dormir, pensando en levantarse antes para ir a un bar a jugar antes de entrar a trabajar. Siempre tenía excusas para llegar tarde. Tiene clavada en el recuerdo la imagen de su hijo de tres años solo, esperando en la puerta del colegio, porque él había estado jugando. «Ese día yo también dije se acabó. Pero al día siguiente ya estaba otra vez». Ese es el fracaso del control de los impulsos. «Te arrepientes, te sientes horrible, pero al día siguiente ya estás ahí otra vez. Porque estamos enfermos».
«Tengo clavada la imagen de mi hijo de tres años esperando solo en el colegio porque yo había estado jugando»
Óscar
Jugaba a las tragaperras
Los problemas que esta adicción genera no solo a su economía sino a la de sus familias también es una de las principales consecuencias. «Yo me quedé sin nada, me iba a jubilar y no tenía dinero, estaba al límite», dice otro miembro del grupo, donde algunas personas han llegado a tener deudas de más de 600.000 euros. «Un chico que venía se suicidó», como muchas otras personas que no superan esta enfermedad. «Al principio tienes deudas, luego juegas más pensando que vas a ganar dinero para pagarlas, y al final el pufo es más gordo. Es una desesperación».
Y cuando falta el dinero, se saca de donde se puede. «Les he robado dinero a mis padres, a mi abuela... te da igual jugártela por 5 euros», dice Mikel, el más joven del grupo, que llegó con 21 años con un grave problema con las apuestas deportivas. Empezó como muchos adolescentes, apostando un par de euros al partido del fin de semana, «íbamos a un bar y la camarera nos dejaba apostar aunque sabía que éramos menores. Me enganchó, y todos los fines de semana me gastaba la paga en apuestas». En ese tiempo eran 10 euros, pero cuando cumplió los 18 años ya empezó con el casino, el póker, y con cantidades más altas. «Podía gastar 5.200 euros en media hora, lo que tuviera. Debajo del colchón tenía 30.000 euros, y en pocos meses eran cero». Sus apuestas se centraban en el tenis, porque es el único deporte que se juega durante todo el año. Pero también apostaba quién sacaba en un partido de pelota, o si un partido de la NBA terminaba con un marcador par o impar. «El partido de la Real es el domingo, y tú no quieres esperar, quieres jugar ya», explica.
«Empecé con 15 años con los amigos y me enganché. Apostaba cualquier cosa, quién sacaba en pelota o si el resultado de la NBA era par o impar»
Mikel
Adicto a las apuestas
Insisten en que, lejos de lo que muchos creen, lo que les atrae no es ganar dinero. «El juego domina completamente nuestra vida. Tu día a día se concentra en jugar. Ganar da igual. Ganas una partida y lo vuelves a meter todo. No puedes parar».
Parte del proceso son las recaídas, algo que no se juzga dentro del grupo. «Vine hace tres años y he tenido dos recaídas. La última fue hace poco, tenía un mal día y jugué. El sentimiento de después fue horrible...», confiesa una mujer que se enganchó al bingo durante «una época mala de mi vida». Pero no dejó de acudir a terapia, «sé que si no vengo vuelvo a caer». Aseguran que formar parte del grupo les ha salvado la vida y que, aunque han jugado durante mucho tiempo, también llevan muchos años sin hacerlo. «Yo llevo 33». «Yo 21». «Se puede parar la enfermedad. Pero el primer paso es darse cuenta de que con el juego no hay nada que hacer. Jugamos incluso contra nuestra voluntad, nos aislamos de amigos, de familia... Cuando vienes, tienes que tener claro que quieres dejarlo».
Los datos
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La asociación. El Grupo Hernani Jugadores Anónimos se fundó en 1990. Es gratuito y el único requisito es tener el deseo de dejar de jugar.
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Reuniones. Todos los martes, a las 19.00 horas en el local de los Servicios Sociales de Hernani, en Sandistuerri kalea. Además, el primer martes de cada mes se ofrece terapia al grupo de familiares.
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Contacto. Teléfono con servicio 24 horas: 636361453. Email: 'jugadoresanonimoshernani@gmail.com'. Instagram: @jugadoresanonimoshernani.
Lamentan que cada vez son menos las nuevas incorporaciones, y que con los años el grupo se ha ido reduciendo, en parte también por el efecto de la pandemia. «Antes éramos 30 o 40 personas, y ahora somos unas 15. De la gente que ha dejado de venir, el 90% ha vuelto a jugar». Hacen un llamamiento para que cualquier adicto al juego que necesite ayuda acuda a sus reuniones. «Todos hemos venido porque nos han traído, un padre, un hermano, un hijo... Entendemos que haya mucha gente que no venga, porque hasta que uno mismo no lo reconoce... Y eso no es fácil». Sin embargo, insisten en los beneficios que les ha reportado la terapia. «Al mes de venir ya lo notas hasta en la cara. Empiezas a dormir, pones en orden las deudas que tienes y empiezas a pagarlas... La gente te entiende, te echa una mano, no te juzga, compartes experiencias... Todos hemos hecho lo mismo».
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Ese llamamiento busca además atraer a gente joven, por ello han abierto un perfil en Instagram. «Sabemos que hay muchos chavales enganchados a las apuestas deportivas, que están siendo un caldo de cultivo que va a crear un problema de adicciones tremendo en unos años».
Enfermedad, no un vicio
Parte del éxito de estos grupos es precisamente que sus miembros sienten que están en un lugar seguro, lejos del estigma que existe sobre ellos. «Mucha gente piensa que estamos locos, que esto es un vicio. Les cuentas lo que has hecho y dicen, pero cómo puede una madre o un padre hacer eso y dejar solos a sus hijos. Nosotros tampoco sabemos cómo éramos capaces, pero es que es una enfermedad. Yo me perdí la infancia de mis hijas, y sé que en cuanto meta una moneda en una tragaperras vuelvo a caer. Pero la terapia nos ayuda a no hacerlo, estamos alerta, sí, pero podemos entrar en un bar sin tener ansiedad por jugar».
Señalan que parte de ese estigma se debe a que no se trata de una adicción que presente signos físicos evidentes. «Nos ves ir a trabajar y no se nos nota en la cara. Pero por dentro estás reventado. Tienes trastornos del sueño, ansiedad...». Síntomas que han podido dejar atrás.
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