La primera visita por Gipuzkoa será...
Familia y afición ·
Seis guipuzcoanas cuentan cuáles serán esos planes que tanto ansían y que llevarán a cabo a partir de hoy, cuando está permitido moverse por todo el territorioVerónica García, San Sebastián
«Poder ir a Lezo y ver a mis padres ya es un aliciente»
El sábado 14 de marzo, cuando se decreto el estado de alarma, Verónica García y su familia numerosa dejaron plantados tomates y pimientos en una huerta urbana que tienen en Lezo. «Parece que sí ha salido algo», comenta. Así que una de las primeras cosas que harán en cuanto pisen esta localidad será ir a echar un vistazo y recoger lo que se pueda. Sin embargo, aunque los tres pequeños de la casa tengan muchas ganas de ver su pequeña cosecha, lo que realmente motiva su visita es ir a ver a los abuelos maternos y a sus amigos del cole. «Nosotros vivimos en Donostia, pero los niños van al colegio a Lezo y mis padres viven allí también», explica Verónica.
La visita a los aitonas, eso sí, tendrán que hacerla desde la distancia. «Son perfil de riesgo, y especialmente mi madre, no solo por la edad. Así que tendremos que conformarnos con que nos saluden desde el balcón. Hay que mantener las precauciones», señala esta mujer, para quien el simple hecho de desplazarse a Lezo «ya es un aliciente».
Además de las visitas familiares, aprovecharán también para que Oihan, Uxuri y Ander vean a sus amigos de clase, que no ven desde hace dos meses «y tienen muchas ganas de jugar con ellos».
El contacto durante este tiempo se ha mantenido a través de las videoconferencias. «Los niños son pequeños y no atienden mucho», aunque hicieron un trato con sus abuelos. Tenían que preparar las vacaciones para la próxima vez que se vieran. «Así que todas las noches se acuestan preparando los planes, y cuando les veamos esta semana se los contarán». Por de pronto, y hasta que la situación se normalice, seguirán sumando celebraciones pendientes: «Los 2 años de Ander, y el aniversario de boda de mis padres y nuestro el día 29».
Maite Arizqueta, Errenteria
«El día 11 nos quitaron el caramelito de la boca»
La donostiarra Maite Arizqueta tiene «unas ganas tremendas» de poder ver a su familia. Ella vive en Errenteria con su pareja, y vivió con cierta decepción el giro de última hora de la pasada semana cuando, tras empezar en la fase 1, el Gobierno Vasco determinó que los desplazamientos fuera del municipio de residencia no estaban autorizados. «Nos pusieron el caramelito en la boca para quitárnoslo ocho horas después», critica.
Teniendo en cuenta que la decisión de este lunes parece que sí será la definitiva, no piensa dejar pasar demasiado tiempo. «Hoy o mañana, cuando salga de trabajar, iré a visitarlos». Sus padres ya le han advertido: «Ya puedes venir a vernos, ¿eh?». Aunque por el momento descarta subir a su domicilio. «Tienen 69 años, son perfil de riesgo, y además no sé si estoy asintomática o no». Es por ello que prefiere pecar de prudente y «no contaminar su espacio».
Por ahora tendrán que conformarse con «dar un paseo guardando las distancias», un paso de gigante para esta donostiarra, a la que le entristece «no poder abrazarles, aunque verles en persona ya es algo y tengo muchas ganas», comenta. Porque las videollamadas hacen su función, «pero no es lo mismo».
«Hemos hecho videollamadas casi todos los días. Unas más largas y otras más cortas, pero es que tampoco tienes mucho que decir. Estamos todo el día metidos en casa, sales a trabajar, te cuentas qué tal ha ido el día, qué has hecho, qué vas a hacer para comer... Vamos, que tampoco hay nada de interés para contar».
Con sus padres vive también su hermana menor. «Al menos no han pasado el confinamiento solos», señala. A la pequeña de la casa, dice Maite, le cogió el estado de alarma en plena mudanza. Aunque a decir verdad, confiesa esta errenteriarra de acogida desde hace relativamente poco tiempo, «a mí también me quedan cosas por llevarme de casa de mis padres, pero creo que tendrán que esperar».
Pily Janeiro, San Sebastián
«Iré a ver a mi madre, que vive en Zumarraga»
Pily Janeiro, donostiarra de adopción, lleva desde febrero sin ver a su madre, y no tiene duda de que será lo primero que haga en cuanto pueda escaparse a Zumarraga el próximo fin de semana. «Tengo muchísimas ganas de verla, aunque se va a hacer muy raro no poder abrazarnos ni darnos besos». El plan que tenían previsto era comer en casa, pero «como no está claro lo de poder juntarnos aunque somos muy poquitos, tendremos que buscar una alternativa».
Cuenta que tiene muchas ganas de ver también a su hermana, que reside en la misma localidad, «y ella es la que se ha encargado de acercarle la compra durante todo este tiempo, dejándosela en el felpudo para reducir el riesgo de contagio», señala. Durante los más de dos meses de confinamiento, su madre, de 72 años, «ha estado recluida en casa, y su ventana al mundo, o mejor dicho, a su familia, ha sido a través de las videollamadas. «Al principio era un poco lío. Que si '¿me oyes?', 'no te escucho', 'dale al botón verde', pero ahora ya se ha acostumbrado y es toda una experta. Cualquier día le hago Tik Tok», comenta Pily entre risas.
En una de las tantas videollamadas que han hecho durante este periodo, «un día tuvimos un susto», relata. «De repente mi madre empezó a sangrar muchísimo por la nariz, una barbaridad. Se le rompió una venita, pero nunca antes le había pasado, y de repente estar viéndolo por el móvil y a una hora en coche de distancia... Pasé una angustia horrible. Menos mal que mi hermana vive al lado y los sanitarios de Emergencias llegaron pronto». Puede decirse que este periodo le ha servido a Pily para darse cuenta «de cuánto echas en falta a la familia, aunque luego te pases el día discutiendo. Supongo que como todo el mundo».
Aveli García, Andoain
«He quedado con mi hija hoy a las diez. ¡Qué ganas!»
Ayer por la tarde Aveli García ya estaba contando los minutos que le quedaban para poder ver a sus hijas y sus nietos esta misma mañana. No piensa perder un segundo una vez que suene el pistoletazo de salida. «En cuanto confirmaron que íbamos a poder movernos, me puse muy contenta», confiesa. Tanto es así que no tardaron en cerrar día y hora: Lunes a las 10.00 horas en Errenteria. «Primero voy a quedar con mi hija Miriam, y después iré a ver a los niños de mi otra hija, Eva, aunque no sé cómo lo haremos, si desde la ventana o en la calle con las mascarillas... No lo sé, pero voy a aprovechar las horas que puedo estar en la calle por la mañana bien aprovechadas», exclama.
Esta mujer de 71 años vive en Andoain, en una casa con terreno, que le ha permitido llevar el confinamiento «sin agobios y sin la sensación de estar encerrada. Casi todos los días me he hecho mis 5 kilómetros», relata. Pero eso de tener a la familia lejos, concretamente en Errenteria, y tener prohibidos los desplazamientos y las visitas ha sido su mayor peaje durante el estado de alarma.
Como en casi todos los hogares las videollamadas han sido su principal aliado. «Hemos estado hablando todos los fines de semana por Skype, también por Whatsapp. No había otra opción, pero lógicamente no es lo mismo. Si estas en el mismo barrio, aunque sea, te asomas a la ventana, te ves, te saludas. Pero ellas en Errenteria y yo en Andoain, ha sido posible».
Aveli cuenta que el lunes pasado, cuando Gipuzkoa entró en la fase 1, en la que teóricamente estaba permitido el desplazamiento entre localidades dentro del mismo territorio, «mi hija iba a venir a visitarme», pero la decisión de última hora del Gobierno Vasco dejó en agua de borrajas aquel reencuentro. «Fue una pena, porque ya teníamos hecho el plan». Ahora bien, remarca, «como vuelvan a echarse atrás y digan que no se puede, tengo muy claro que me lo voy a saltar, porque he quedado con mi hija y tengo unas ganas locas», dice en tono divertido.
Laura Contreras, Ibarra
«Iré a Donosti a ver a los aitas, pero en una terraza»
Laura Contreras tiene claro cuál será su primer reencuentro cuando pueda traspasar la muga de Ibarra y subirse al coche. Será con sus padres, su hermana y su cuñado, que viven en Donostia y a los que no ve cara a cara desde hace más de dos meses. «Desde la primera semana de marzo», rememora. También tiene claro que será uno de estos días, por la tarde, cuando salga de trabajar. Pero lo que aún tienen que debatir es si ella se acerca a Donostia a una terraza o su familia va a Ibarra, donde pueden pasear libremente sin franjas horarias. «Es que mi ama tiene alguna patología de riesgo y por ahora preferimos no juntarnos en casa. La comida familiar tendrá que esperar. Por eso hemos hablado de vernos, a distancia, de paseo o en alguna terraza», cuenta. «Pero, claro, pasear en San Sebastián, solo se puede a partir de las 8...». Así que igual la opción final es la contraria, que sus padres, su hermana y su cuñado se acerquen a su localidad de residencia. «Hasta ahora solo nos hemos visto por videollamadas o Skype», dice esta sanitaria, que ha visto de cerca la tensión generada entre los profesionales en los peores momentos de la crisis, y tiene por eso bien aprehendidas las medidas de seguridad a mantener.
«También espero ver pronto a mi cuadrilla», la mayoría también en Donostia, con la que todavía no ha quedado. «Con eso de que allí hay que pedir reserva en las terrazas para encontrar sitio, no sé cómo lo haremos», confía Laura, que ya ha disfrutado de esa pequeña libertad extra en los municipios más pequeños, como acercarse a dar una buena caminata, a cualquier hora, por Belabieta.
Sonia Reyes, Beasain
«En cuanto salga de trabajar me voy a Aizkorri»
Las restricciones de movimiento no solo impiden visitar familiares, sino también hacer esos planes que a una más le llenan. Es el caso de Sonia Reyes, de Beasain y corredora de trail. Ha llevado estos meses de confinamiento como ha podido, con la cabeza puesta en todas esas carreras que tenía previstas y que no podrá realizar, porque se han ido cancelando una tras otra, y añorando esa sensación tan única que siente cada vez que está en el monte. «Fíjate que cuando dijeron al principio que era para 15 días, me compre una elíptica para poder entrenar en casa», cuenta.
Ahora que se le abre ligeramente el mapa guipuzcoano, tiene bien claro cuál será su primer plan. «En cuanto salga de trabajar hoy, me voy directa a Aizkorri. He quedado con una amiga, así que nos iremos las dos». Pero no a correr, o eso dice. Hoy al menos no. «Mi idea es ir a disfrutarlo. A disfrutar del monte de verdad, a andar, a sacar fotos... En definitiva, a hacer todo lo que de normal un corredor de trail no hace cuando va a entrenar».
Esta beasaindarra aprovechó el fin de semana pasado para entrenar «en Usurbe y Murumendi, que son los montes que tenemos aquí al lado». Y en lo que a ella respecta, «algunas normas de la desescalada no tienen sentido. Me puedo ir de cañas todo el día, pero no puedo ir al monte», comenta. En cualquier caso, no lo niega, aquel primer contacto con la naturaleza el fin de semana pasado le pasó factura: «He tenido agujetas. Es que ha sido mucho parón, porque el confinamiento justo se ha producido en un momento del año en el que empiezas a prepararte y a coger un poco de chispa».
Para este año tenía previstas carreras «no muy largas»: Talaia, Nafarroa Extreme... Todas canceladas. «Con dos hijos apuntarme a la G2H, que son 90 kilómetros, es muy difícil porque tienes que rascar tiempo donde no hay, pero basta que se caiga el calendario de carreras para que te entren ganas». De momento, hoy irá a Aizkorri, como dice, a disfrutarlo, y a recordar aquella Zegama-Aizkorri en la que participó en una ocasión, y cuya XIX edición tenía previsto celebrarse el próximo fin de semana.
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