En abril del año pasado escribí una columna sobre un sistema de edición genética que tiene el nombre de CRISPR-Cas9, una técnica sumamente potente ... que permite hacer correcciones al código genético; por ejemplo, para curar ciertas enfermedades genéticas. Entre sus éxitos está que ratones ciegos volvieran a ver. La técnica es sumamente prometedora, pero todavía tiene ciertos problemas. El científico chino He Jiankui utilizó esta técnica en un par de niñas para defenderlas del virus del sida. Pero un estudio reciente nos dice que esas niñas podrían tener una mayor tasa de mortalidad. La razón del problema es que la edición CRISPR-Cas9 produce ciertos errores residuales que no nos importan demasiado en plantas o en ratones, pero sí en personas. Su aplicación fue prematura y por ello ha sido condenado a tres años de prisión y una multa de 386 000 euros. La ciencia, y sobre todo la ciencia médica, debe realizarse con parsimonia, nada de prisas, hay que ver todos los pros y los contras y, por supuesto, hay que asumir ciertos riesgos, pero estos deben estar muy medidos.
Como decía Don Hilarión en la Verbena de la Paloma, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, y en noviembre de 2019, David Liu, demostraba unas mejoras al proceso, Prime Editing, que eliminaban casi todos los problemas del CRISPR-Cas9. Es mucho más exacto. Promete solucionar el 89% de las 75 000 enfermedades congénitas conocidas a día de hoy. El potencial es espectacular. Pero no nos olvidemos de la parsimonia, de momento se trata tan solo de pruebas de laboratorio con células humanas, no con humanos. Se necesita mucho tiempo y muchas pruebas para que se aplique en los hospitales. Pero, sin duda, es un buen comienzo.
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