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El camino es largo para los migrantes que se lanzan a las fauces del océano en busca de una vida mejor lejos de su país. « ... Hay pocos 'privilegiados' que tardan mes y medio en llegar a Gipuzkoa, puede pasar hasta un año desde que abandonan su país», afirma Jon Aranguren, miembro de la red de acogida Irungo Harrera Sarea, que atiende estos días una media de «entre 10 y 15» migrantes en tránsito que llegan a Irun en busca de ayuda para poder proseguir su viaje y alcanzar Europa.
La falta de esperanzas y la inestabilidad política y laboral está empujando a miles de migrantes a huir de sus países desde la costa africana, si bien el repunte migratorio registrado en el último mes en Canarias, que ha alcanzado cifras récord desde la crisis de 2006, «está teniendo poco reflejo» en Gipuzkoa, ya que «muchas de las llegadas se diluyen bastante. A algunos los mandan a Barcelona, a otros a Madrid... Además, aunque los saquen rápido de Canarias, no dan salida a todos a la vez; otros se quedan por el camino...» .
La ruta atlántica es ahora la más peligrosa del mundo, «siempre que se cambia de ruta, la siguiente es peor que la anterior», lamenta Aranguren, que se remueve al pensar en la situación de desesperación en la que se encuentran para «jugársela así y tener que salir de África de esa manera».
Las principales salidas, según explican fuentes de los servicios de acogida en Gipuzkoa, son Nuakchot (Mauritania) y las regiones costeras de Kayar y Joal en Senegal. Desde aquí, cientos de personas se embarcan en cayucos para recorrer un viaje dramático: surcar más de 1.000 kilómetros hasta alcanzar El Hierro y Tenerife, principales destinos desde África. Una vez en Canarias y «tras haber solicitado asilo tienen dos opciones: coger un barco o un avión, que suelen ir a Barcelona y Madrid. Muchos viajan también a Almería, porque tienen a familiares trabajando en los campos, y al norte para cruzar a Francia. Pero el camino es largo. En las islas suelen pasar alrededor de un mes: tienen que esperar el turno en la Policía para que les cojan las huellas y les asignen un número de identificación, la asistencia jurídica, la solicitud de asilo...».
De momento «no se espera un aluvión de llegadas», según afirma Aranguren, aunque sí espera que se incrementen «algo».
En el centro de acogida para migrantes en tránsito de Hilanderas, que gestiona Cruz Roja, siguen teniendo flujo de personas «pero el habitual», si bien «está todo preparado, tanto el equipo técnico como los voluntarios para lo que pueda surgir», aseguran.
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