«Tengo que pedir dinero para comer porque el cáncer me impide trabajar»
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La AECC reclamaa las instituciones un Plan de Protección Integral para las familiasiker marin
Viernes, 2 de febrero 2018, 06:17
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«No tengo ni un momento de paz ni de tranquilidad en el día a día. Entre la enfermedad y las condiciones económicas en las que me encuentro mi situación es muy mala, lo estoy pasando fatal». Quien habla así es Osiris Aibar, un hombre de 41 años nacido en la República Dominicana que desde hace casi nueve años reside en Gipuzkoa. Su vida cambió en octubre de 2017 cuando se le fue diagnosticado un linfoma de Hodgkin en grado 3, «un cáncer en los ganglios», especifica. Desde entonces lucha por su vida, por vencer a la enfermedad, pero también por llevar una vida lo más digna posible. Y con los problemas económicos acarreados por la enfermedad este hecho le resulta sumamente complicado.
Osiris, residente en Alegia, es una de las 1.097 personas con cáncer residentes en Euskadi que están en situación de vulnerabilidad. Ser diagnósticas con esta enfermedad ha hecho que todas estas personas, llegan hasta las 25.000 en todo el Estado cada año, se sitúen en riesgo de exclusión social al ver mermados sus ingresos a consecuencia de la aparición del cáncer. Así lo indica el estudio realizado por el Observatorio de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) presentado ayer con motivo del Día Mundial contra la enfermedad que se celebra el próximo domingo día 4. Este informe busca revelar «el impacto laboral y económico del cáncer en los pacientes y sus familias».
Hay que tener en cuenta que el cáncer «es un proceso que requiere la tramitación de una baja médica o incapacidad laboral que en la mayor parte de las veces va a tener un periodo medio de baja que se sitúa en una horquilla de 280 días a 365 días de duración», explican.
Da fe de esta aseveración Osiris. «Trabajaba en un restaurante de Donostia como ayudante de cocina. Llevaba dos años trabajando. Y en cuanto me dijeron que estaba enfermo me dieron la baja, me dijeron que estaba imposibilitado para trabajar. Llevo de baja los últimos cuatro meses». Es decir, mientras trabajaba tenía un sueldo de 1.000 euros y desde el diagnóstico de su enfermedad cobra 700 euros de la baja laboral, «y en la vivienda ya me gasto 600. Por lo que estoy en una situación muy grave. Debo pedir ayuda a mis amigos para que me dejen dinero para poder comer. Menos mal que las medicinas que necesito las costea Osakidetza», añade.
Su historia no se queda en esta complicada situación. «Soy hijo único y mi madre de 72 años que vive en la República Dominicana está enferma, impedida en silla de ruedas, y solo recibía la ayuda económica que yo le enviaba. Me es imposible mandarle dinero. Hasta mi hija de 19 años ha dejado de estudiar para ayudarme con la enfermedad», dice.
Más allá del ejemplo de Osiris, son tres los colectivos que debido a tener cáncer más problemas presentan en su situación de riesgo sociolaboral: aquellos que perciben un salario por debajo del mínimo interprofesional (248 diagnósticos el año pasado en el País Vasco), autónomos (543) y desempleados (123 con prestación y 184 sin prestación).
Este último es el caso de Charo, vecina de Irun de 51 años y madre de dos hijos, de 24 y 27 años. Enferma desde marzo del año pasado -«tengo cáncer en el ovario nivel 4 con metástasis en el hígado», afirma-, estaba en situación de desempleo cuando le comunicaron la enfermedad que padece. «Cobro de Lanbide y además recibió un subsidio para llegar hasta los 1.000 euros de ingresos mensuales. Tras pagar el piso de alquiler y los gastos básicos y habituales, me quedan 300 euros para pasar el mes. Menos mal que recibo la ayuda de mi hija que trabaja y del Banco de Alimentos de Gipuzkoa, que me proporciona parte de los productos que consumimos», señala esta irunesa, que recibe atención psicológica por parte de la AECC Gipuzkoa en su sede de Irun.
Desde esta entidad, Josune Alkain, coordinadora de trabajo social, reconoce que «ha habido un incremento con la situación de crisis que ha golpeado a todos. De todas formas, en Gipuzkoa no hemos detectado casos extremos. Nos llegan situaciones difíciles pero creo que estamos siendo capaces de responder a tiempo y bien. Podemos prestar material como camas ortopédicas o sillas de ruedas, ofrecer la labor de un voluntario y también disponemos de un piso de acogida en Donostia, cerca del Hospital, para que se alojen enfermos o familiares», enumera.
Es este último ejemplo, el de la vivienda, es el que preocupa a Charo. «Estoy apuntada en Etxebide para ver si me toca uno de los pisos de VPO de renta baja que se van a construir en Irun, en Oinaurre. Ahora mismo estoy de alquiler pero como la propietaria decida vender el piso, tengo un nuevo problema», expone. A principio de mes, toca organizar los gastos de la casa de tal manera de no tener problemas a corto y medio plazo. «Por ahora lo estoy consiguiendo. Y es algo que me viene bien para estar tranquila, los nervios me afectan mucho al cuerpo. El cáncer me hace vivir día a día y eso es lo intento hacer».
La AECC, que pide al Estado un Plan de Protección Integral para las familias con cáncer, es la siguiente entidad a la que va a acudir Osiris. «Espero tener más suerte que, por ejemplo, en el Ayuntamiento de Donostia, donde vivía en una habitación con mi hija antes de irme a Alegia, y Lanbide. Es desesperante acudir en mi situación a pedir alguna ayuda a estas instancias y solo recibir negativas».
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