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Tranquilos: no vengo a explicar las causas del apagón ni a aportar teorías novedosas sobre «el cero energético». De eso, como de casi todo, no ... tengo ni idea, y ya hay suficientes expertos, de los que ponen en su tarjeta «especialista en todo», que el lunes te explican la guerra de Ucrania, el martes quién será el nuevo Papa y el miércoles por qué se va Imanol. Yo vengo a hablar de la gente, que es más o menos lo que mejor conozco: no por listo, sino por viejo.
1. La música del azar: en manos del fusible gigante. Pensamos que vivimos en un mundo tecnológico perfecto, se habla con desparpejo de la posibilidad cercana de curar todas las enfermedades y nos preocupa que la inteligencia artificial avance hasta dominar nuestras modestas inteligencias naturales. Pero luego basta que unas chispas se vuelvan locas para sumirnos en el caos.
Ocurrió primero con la pandemia: un virus surgido en China metió a todo el planeta en sus casas porque al parecer no había mejor remedio inmediato que la reclusión, como en el tiempo medieval. Siguió con la guerra de Ucrania: un movimiento de tropas rusas suponía que al día siguiente las naranjas de la tienda de abajo subieran escandalosamente el precio. Y ahora algo así como un fusible (gigante, eso sí) te puede dejar colgado en un ascensor, sin comida caliente, sin tele, sin tren o sin posibilidad de pagar con tarjeta.
Vivimos en sociedades sobradas de autoestima que se ven colectivamente como «un puto amo» pero seguimos sujetos al azar. El vuelo de una mariposa en la otra punta del mundo te puede arruinar la vida. Asusta, ¿no?
2. Aviso en la pelu: la próxima, invasión zombie. Ayer, pasado el primer susto, en vez de escuchar las tertulias de radio me fui a la peluquería del barrio, donde uno puede obtener la misma información con la ventaja de que a la vez te cortan el pelo. «Tras el virus, la guerra, la muerte del Papa y el apagón solo queda la invasión zombie», comentaba el barbero con humor. Yo no me río. Lo que está claro es que algo ocurrirá y será un algo que aún no podemos ni imaginar. Y que esa noche, cuando llegue lo inesperado, estarán Ferreras e Iker Jiménez en la tele para explicarlo. Aunque digan cosas contrapuestas. O sea que 'carpe diem'.
Para quienes vivimos en esta esquina del mapa ha sido un aviso suave: apenas horas de ensayo general sobre cómo sería el final del mundo. Quienes pasaron más horas sin luz vieron que el asunto va en serio. Aquí nos quedamos con la anécdota de quien se quedó colgado sin luz en la Montaña Rusa de Igeldo (o Montaña Suiza, si se ponen tiquismiquis) que es la manera más romántica de sufrir un apagón; a quienes se quedaron tres horas en el ascensor de Eibar, o en elevadores menos mediáticos, el romanticismo les queda lejos.
3. La gente está a la altura (salvo algunos). Tras la bajada de tensión llega la subida de las tensiones políticas y de 'lobbys' empresariales. Ya hay quien ha sentenciado que la culpa no es de Putin, sino de las renovables. Parece que el enemigo no son los intereses de las eléctricas, sino las placas solares. Pero yo me quedo con la gente (y aquí es adonde quería llegar desde el principio, aunque mi propio 'cero energético' me ha llenado la página de palabras): la gente es estupenda.
Lo estamos viendo en las sucesivas crisis inesperadas: la sociedad responde con serenidad, solidaridad y un punto de humor negro si las circunstancias lo permiten. Ese es el verdadero 'kit' de supervivencia, solidaridad e ironía, aunque también es verdad que la radio de pilas ha vuelto a mostrarse como imprescindible.
Cuando vienen mal dadas los peatones de la historia casi siempre están a la altura, y me atrevería a decir que muchas veces por encima de sus gobernantes, aunque me acusen de demagogo. Quizás un día sabremos que también estos días hay alguien que se está forrando con estraperlo de electrones o pilas, como desubrimos en su momento que unos desaprensivos hicieron fortuna con las mascarillas mientras la gente moría por la pandemia. Pero uno es militante del optimismo histórico y piensa que la mayoría de los mortales se comporta como 'héroe' en el sentido de los 'Soldados de Salamina' de Cercas: está en su sitio cuando toca. Y el periódico está lleno de anécdotas que lo ilustran.
4. El 'set list': música para apagones. Pongamos música a todo esto: los más veteranos recordarán eso de 'Viva la gente', que cantaba el grupo del mismo nombre y que tan buen titular nos deja hoy.
Más: 'Esa luz nunca se apagará', cantaban The Smiths y versionó Mikel Erentxun. Pero recomiendo 'La electricidad, una deliciosa canción de amor y desamor del grupo McEnroe que utiliza Sorogoyen en la serie 'Los años nuevos': «No dejes de buscar, incluso en la hora más oscura / puede aparecer de pronto la electricidad».
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