Turistas que parecen salidos de una viñeta de Sempé o una película de Tati, ante el hotel. Paco Marí
La calle de la memoria

1975 | Adiós al aroma a flores frescas del hotel Biarritz

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Martes, 28 de octubre 2025, 07:34

El hotel Biarritz ha muerto. Recordar no es negocio. Hay que quemar etapas. El suelo es oro. Y el derribo puede ser inmediato».

Publicidad

Con esta ... emotiva, casi trágica sucesión de títulos y subtítulos informó EL DIARIO VASCO en su edición del 26 de octubre de 1975 sobre la desaparición del hotel Biarritz, que había reinado durante años en la plaza de Zaragoza.

El hotel que durante décadas había presidido una esquina de la plaza de Zaragoza iba a echar el cierre. Nuestro periódico recibía la noticia con desconsuelo: «El Biarritz se muere. Ha entrado en coma y su agonía durará poco. La piqueta está ya levantada».

El Biarritz que desaparecía hace medio siglo había sido uno de los puntos de referencia del sector hotelero donostiarra. Azaña, Primo de Rivera, el duque de Medinacelli y el marqués de Urquijo se habían alojado en las habitaciones de aquel refinado establecimiento en el que pesaba el sonido de los relojes y el olor de las flores frescas.

Publicidad

La artífice del establecimiento había sido una mujer muy trabajadora, Juana Eguren. Con tesón, pasó de regentar allí una pequeña pensión a alquilar en 1912 el edificio y comprarlo en 1920, a cambio de 450.000 pesetas de las de entonces. El último salto lo daría ya en el año 1925, ampliando el hotel Biarritz con dos nuevas plantas y alquilando unos bajos para aumentar el espacio dedicado a los salones.

Se cuenta que Juana Eguren se ocupaba personalmente de renovar cada mañana las flores del hotel. Según escribían en este periódico hace cincuenta años, «tenía un coche de caballos alquilado y se iba cada mañana con él al mercado. Hacía la compra de la comida y de las flores. (...) A media mañana, distribuía su recolección floral por veinte o treinta jarrones –muchos de ellos de China– que adornaban los comedores, hall y salones del hotel».

Publicidad

Si el lujo está en los pequeños detalles, aquellas flores frescas que esparcían su aroma por el hotel contribuían a convertirlo en un lugar especial.

También llamaba la atención de clientes y visitantes la colección de relojes que se extendía por todos los salones. Llegó a haber más de cien relojes en un hotel siempre a punto.

Otro detalle de refinamiento lo daban los dos camareros turcos especialmente empleados por el hotel para preparar el típico café turco.

Después del Continental

La pérdida llegaba dentro de una racha de cierres significativos para los donostiarras. Cuando se empezó a hablar del posible cierre del Biarritz en marzo de 1974, escribieron en DV: «El café Madrid murió sin testar, sin herederos, sin 'hereu', sin nada. El Hotel Continental se nos fue de entre las manos en las mismas condiciones. Y ahora nos llega la noticia de que el Hotel Biarritz va a desaparecer del nada amplio mapa de los hoteles sin que otro lo sustituya en su lugar».

Publicidad

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad