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En ocasiones, la vida se esconde en los pequeños detalles. Por ejemplo, leemos con curiosidad el 25 de abril de 1925 la pormenorizada crónica de ' ... La Voz de Guipúzcoa' sobre la sesión de la Comisión Municipal Permanente celebrada la víspera y presidida por el alcalde Juan José Prado. No hay ningún gran tema, pero entre sus asuntos menores parece asomar el ritmo de aquella ciudad de hace un siglo.
Por aquella crónica nos enteramos de que a un guardia municipal se le había roto el pantalón...
«Se dió cuenta de una comunicación del jefe de la Guardia municipal, proponiendo se abone al guardia Miguel Calahorra el importe del pantalón y capote que en acto de servicio le han quedado inservibles. Se acordó el abono».
1925
El Ayuntamiento se unía a la Diputación para costear el «rancho extraordinario» servido en la cárcel de Ondarreta por la Comunión Pascual. El alcalde prometió que «si el Ayuntamiento lo negaba, él lo pagaría de su bolsillo»
En aquella Sesión Permanente de hace cien años se constataba que se mantenía la costumbre de entonces de administrar la Comunión Pascual a los presos de la cárcel de Ondarreta, y completar la celebración con un desayuno y una comida de carácter extraordinario. Y los presos se movían para no perderlos...
«Se dió cuenta de una instancia de los reclusos de Ondarreta solicitando del Ayuntamiento un donativo para solemnizar el acto que han celebrado de la Comunión, cumpliendo el precepto pascual».
«El alcalde hizo constar que la Diputación costeaba la mitad del importe del rancho extraordinario que se les dará el domingo, y expuso su criterio de que el Ayuntamiento debía hacer otro tanto, máxime cuando la cantidad no pasaría de 125 pesetas. Añadió que si el Ayuntamiento lo negaba, él lo pagaría de su bolsillo particular».
«Como era lógico, se acordó contribuir a ese rancho extraordinario».
Otro tema que asomó por la Permanente de hace un siglo tenía sabor veraniego...
«Quedó sobre la mesa el informe de la Ponencia de Obras relativo a la solución que puede adoptarse para la construcción de cabinas debajo del voladizo de la Concha».
¿Qué se consideraban «casas de gran altura» en 1925? No lo tenemos claro, ni el caso concreto a raíz del cual se habló de ellas, pero sí sabemos que en aquella sesión se debatió sobre las casas demasiado altas...
«Se dió cuenta de un dictamen del letrado municipal al ruego del señor Azqueta sobre la prohibición de continuar la construcción de casas en el ensanche de Ategorrieta (...). El señor Azqueta insistió en que se pusiese un límite a la clase de construcciones actual, que impide la vista del paisaje o destruye su conjunto».
«El señor Elizalde le contestó haciendo constar que él no es partidario de las casas de gran altura (...). Por último, se acordó que los señores Arbide y Azqueta, y un técnico, asesoren a la Comisión y que sean llamados los propietarios para conferenciar sobre el asunto».
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