Ludopatía
«Empecé con apuestas de un euro por semana y habré perdido 100.000»Josu Viana se inició en el mundo del juego a los 18 años, aunque fue entre los 20 y los 27 cuando se arruinó. El día en que se sintió acorralado por su familia les contó su adicción y, poco a poco, comenzó una nueva vida
Como cada viernes, aquel día Josu Viana también se reunió con su cuadrilla en «el bar de siempre». Acababa de empezar a estudiar en la universidad y entre semana vivía en Donostia, pero tras terminar las clases regresaba a su casa en Zumarraga, donde se quedaba hasta el domingo. El plan nada más llegar a su pueblo era «quedar con los amigos», unos ocho jóvenes que apenas habían alcanzado la mayoría de edad. Tomaban algo, se ponían al día y repasaban la actualidad deportiva, entre otras cosas. Pero aquel viernes de hace ya diecisiete años, Josu descubrió lo que iba a ser su perdición, «un infierno». Como de costumbre, entró al bar. Sin embargo, a diferencia de en otras ocasiones, esa tarde se encontró con «algo muy novedoso» para aquella época, «una máquina de apuestas deportivas». Cada colega se jugó un euro, «había que probarla». Terminó apostando a diario y a escondidas, «hasta deber 20.000 euros», admite Josu, que ahora tiene 35 años.
Después de casi siete años de adicción al juego y tras una recaída a los 30, ha conseguido superar la ludopatía con la que ha convivido durante mucho tiempo y por la que ha perdido «cerca de 100.000 euros». Es más, desde hace un par de años imparte charlas en ayuntamientos y centros escolares de Gipuzkoa para «concienciar» a la sociedad y «sobre todo a los jóvenes» de los riesgos que implica el juego. También hace esa labor de prevención en su cuenta de YouTube (@josuvianamugika1522) y TikTok (@josuvianamugika).
Todo empezó con una apuesta semanal junto a sus amigos. A priori, nada alarmante. Se jugaba un euro o dos en partidos de la Real Sociedad o de pelota, sus grandes aficiones. Estuvo así durante casi cuatro meses, hasta que llegó un momento en el que sintió que «no era suficiente» y pasó a apostar dos veces por semana. «Al tiempo se repitió el patrón. De nuevo necesitaba más», explica mientras bebe un sorbo de un café solo. No le tiembla la voz al recordar todo lo vivido. Está convencido de que solo así se puede ayudar a alguien que esté pasando por una situación similar.
Sigue su relato. «A los 20 años, apostaba ya a diario. Me quedé sin dinero porque me gasté todos mis ahorros. Los veranos solía trabajar en una empresa, pero para entonces no me quedaba nada de lo ganado». Y para cuando se dio cuenta, era adicto al juego. «Solo pensaba en cómo conseguir dinero para seguir apostando».
Se lo pedía a los amigos y a la familia, incluso se endeudó con el banco, «pero nadie sospechaba nada» porque aunque comenzó a apostar a los 18, no fue hasta los 20 cuando empezó a pedir dinero a sus seres queridos. Además «les solicitaba una cantidad grande, por ejemplo 400 euros», y no volvía a dirigirse a esa persona por ese motivo. Él «siempre» se había «portado bien» con sus amigos, por lo que le resultó «muy fácil» conseguir ese dinero que quería para apostar, pero después «tenía que estar mintiendo todo constantemente». Y eso le generaba «una sensación de malestar muy grande».
Aun y todo, estuvo así siete años, desde los 20 hasta los 27. «Fue muy estresante. Lo ocultaba para que nadie se diera cuenta de que tenía problemas», pero llegó un momento en el que mantener su adicción por el juego en secreto era casi imposible. Dejó la universidad y se puso a trabajar, aunque aprovechaba cada minuto libre para apostar. «Si tenía posibilidad de hacerlo cuando estaba trabajando, lo hacía. Lo peor era que en ningún momento sentía que tenía obsesión. Si había perdido 5.000 euros, solo pensaba en conseguir dinero para apostar y recuperarlo». Y después, se decía a sí mismo, «lo iba a dejar. No lo iba a hacer nunca más». Pero eso no sucedía.
Empezó a apostar para «ganar dinero fácil. Era divertido». Lo que no sabía era que «antes o después iba a empezar a perder». Y en ese momento, en vez de parar, solo «quería recuperar todo lo apostado. Cuando tu cabeza de hace 'clic' y sientes ansiedad por recuperar lo que has perdido empieza tu infierno», reconoce. «Cada vez el agujero es más grande y no queda otra opción que pedir ayuda». Fue a los 27 años y con una deuda de 20.000 euros cuando dio el paso y contó a su familia y amigos lo que le estaba pasando. «La única alternativa a sincerarme era robar un banco», bromea, aunque admite que en ese momento «se te pasa todo por la cabeza. Mi vida era muy complicada. Mis amigos empezaron a hartarse y me sentía totalmente acorralado. Todos sabían que tenía un problema muy serio y la situación se convirtió en insostenible».
Tiene «nublado» el instante en el que le contó a su familia que era ludópata. «No daban crédito». Pese a que «sintieron mucho alivio» por ponerle nombre y apellido a lo que le sucedía a Josu, para muchos fue un 'shock' y más de uno «perdió la confianza» que tenían en él. Por eso, tras admitir que tenía adicción al juego, empezó la rehabilitación. Su familia buscó una asociación para que le ayudaran a superar la ludopatía. Él «aún no era consciente de que era adicto al juego». A su entender, «no tenía ganas de apostar pero tenía que hacerlo para recuperar el dinero». A pesar de ello, aceptó ir a terapia.
«Costó entenderlo»
Nada más llegar a la asociación los expertos le dijeron que «tenía que cambiar la forma en la que vivía». Si quería curarse, debía seguir varias indicaciones. «No podía tener dinero en el bolsillo, tampoco podía gestionar mi cuenta del banco ni ir a un bar con máquinas de juego. Y tenía que justificar todo lo que gastaba», recuerda. Eran sesiones grupales. Se juntaba con otras personas que estaban en su misma situación una vez por semana, pero no se sentía identificado con ellos. «Me dijeron que lo mío era la ludopatía, pero yo les decía que no. Sentía rechazo hacia esa palabra. Escuchaba el testimonio de otros y pensaba que yo no era igual. Con el tiempo me di cuenta de que aunque teníamos vidas muy diferentes, sentíamos lo mismo acerca del juego», reflexiona. Ahora lo ve con claridad, pero en aquella época le costó «mucho entenderlo».
Estuvo unos dos años en terapia. Recuperó su vida, pero no estaba bien. «Tenía un gran sentimiento de culpa» que no pudo superar y después de 730 días sin apostar recayó. «No podía gestionar la situación». Tenía 30 años. Han pasado cuatro años y medio desde entonces. Solo apostó durante un par de semanas. «No fue a más», pero la «mala sensación» que le invadió no la puede olvidar. Fue como si se traicionara, tanto a él como a sus seres queridos, que le habían dado otra oportunidad. Volvió a mentir a su familia, «hasta no poder justificarlo».
Esta recaída ha sido «el momento más complicado de todos» para Josu. «Fue muy doloroso. Estaba hundido». En su cabeza solo sonaba una pregunta. Una y otra vez. '¿Por qué he recaído?'. No lo podía entender. «Desde pequeño he sentido que tengo una mente privilegiada y, en cambio, era eso lo que me estaba fallando en el proceso de recuperación. Estaba muy confundido», rememora. En plena crisis, se dio cuenta de que «aunque la terapia ayuda mucho, no es suficiente. Necesitaba entender qué me estaba pasando». Y empezó a ir al psicólogo una vez por semana.
«Vivía con mucho estrés, ansiedad, sentimiento de culpa y miedo al rechazo». Primero tuvo que «limpiar» todos esos sentimientos y después, empezó a trabajar en su infancia. «Di pasos mucho más firmes y automáticamente mi adicción empezó a desaparecer», asegura, tras más de cuatro años sin apostar. La terapia ha sido «muy importante» para Josu, que insiste en que «muchas cosas» que aprendió con la psicóloga las usa todavía en el día a día. «Saber lo que había detrás de esa adicción fue imprescindible para avanzar y dejarla atrás», reflexiona.
Fue con ese cambio de 'chip' cuando se animó a seguir su sueño de «ayudar a los demás» a no caer en la ludopatía. Se estrenó con un par de charlas en Bergara y Arrasate, y ahora recorre los diferentes centros escolares «para llegar a gente joven». Lo que más le gusta es «la conexión con ese público que está empezando ahora a apostar por diversión. Es importante que sepan dónde están las líneas rojas», defiende.
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