De la lucha por la escolarización a perseguir una empleabilidad digna
Elkartu cumple 40 años de batalla por integrar a las personas con discapacidad en la sociedad guipuzcoana. Miembros de la entidad repasan para DV los cambios que ha vivido #el territorio desde su fundación, en el año 1979, hasta ahora
«Integrar a las personas con discapacidad en la sociedad». Ese es el objetivo por el que la Federación Coordinadora de Personas con Discapacidad Física ... de Gipuzkoa, Elkartu, nació hace cuarenta años, en 1979. Si bien es «evidente» que durante todo este tiempo «los avances han sido grandes, todavía queda mucho que hacer», asegura Mikel Malcorra, actual gerente de Elkartu que, junto a la primera presidenta de la federación, Raquel Barroso; y otro de los exgerentes, Vicente Echeverría, repasa para DV la historia de esta entidad y los cambios que ha vivido tanto la sociedad como el colectivo de personas discapacitadas durante estas últimas décadas. Si bien aplauden los avances realizados en accesibilidad, consideran que todavía queda mucho que hacer en cuanto a empleabilidad.
Para comprender los hitos en los que ha formado parte Elkartu, hay que remontarse a finales de los años 70, cuando la federación comenzó a labrar su nombre mediante un comportamiento «reivindicativo». Aunque esta no se constituyó legalmente hasta 1983. Por aquel entonces las personas con discapacidad eran, en palabras de Barroso, «una vergüenza para sus familias. Había quien les escondía en los caseríos. Vivían el exilio en su propia casa».
Por eso, la labor de Elkartu era complicada. Tenían que «cambiar las actitudes personales, familiares y comunitarias, superar estereotipos negativos y marginadores e impulsar una profunda transformación de la realidad». Para ello, durante todo este tiempo Elkartu ha llevado a cabo diferentes actuaciones. Y nunca ha dejado de participar en reivindicaciones que han considerado oportunas, como la manifestación celebrada el 21 de mayo de 1978, convocada por Frater y Auxilia, dos asociaciones que fueron la semilla de la federación. Entre otras cosas, se exigía «el derecho a poder educarnos con el resto de niños, que pudieran ir a la escuela todos juntos, sin ningún tipo de diferencia». Parecía que por tener alguna discapacidad física «solo podíamos jugar al parchís. Entonces llegaba un niño y preguntaba por qué él, independientemente de lo que le pasara, no podía jugar al fútbol. Había que dar una respuesta a eso y así, sin saberlo, hacía recapacitar a la sociedad».
«Hay algunas personas con discapacidad que antes vivían el exilio en su propia casa»
Así, el derecho a la educación fue uno de los primeros que lograron asociaciones como Elkartu. «Las personas con discapacidad estaban mal vistas y se quedaban fuera de la escuela», apunta Echeverría, quien asegura que a su alrededor conoce a mucha gente que, por este motivo, «se ha sacado el graduado escolar a los 40. Nuestra preocupación por la integración escolar era enorme».
Pioneros
Junto al de la escolarización, el derecho a la accesibilidad ha sido, desde el principio, la meta 'estrella' por conquistar. Es más, Barroso afirma que «aquí fuimos pioneros en este aspecto. La primera normativa de eliminación de barreras urbanísticas y arquitectónicas es la del Gobierno Vasco». A veces, para saber cómo estamos en la actualidad, hay que echar la vista atrás. Y la diferencia es «terrible», matiza Malcorra. En Donostia, por ejemplo, «las aceras no se empezaron a arreglar hasta el año 83, y los autobuses no fueron accesibles hasta principios de los 90...», añade el actual presidente de Elkartu.
En este sentido, Malcorra se pregunta si las personas «se dan cuenta de la importancia de Elkartu a la hora de transformar la sociedad guipuzcoana con el fin de que esta sea más inclusiva». Uno de los mayores hitos de esta federación tuvo lugar en el año 96, con un «acto reivindicativo para desbloquear la situación en materia de accesibilidad». Tras el Anteproyecto de Ley en 1995 «no se dio ningún paso necesario para tramitar la ley».
Entonces, varias personas con discapacidad de Euskadi se pusieron manos a la obra. Entre ellas se encontraba Barroso. Con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, decenas de personas con movilidad reducida se reunieron ante la Delegación de Vivienda del Gobierno Vasco en Gasteiz. Se colocaron unas cadenas y sillas de ruedas que impedían tanto el acceso como la salida del edificio, realizándose asimismo pintadas en la fachada. El objetivo del acto era que se desbloqueara la situación y se continuara con los trámites necesarios para aprobar una ley «tan importante» para las personas con discapacidad, hecho que se produjo un año más tarde, el 4 de diciembre de 1997.
«Ahí volvimos a aparecer», apunta orgullosa Barroso. «Fue una ley de accesibilidad que nos costó mucho porque obligaba lo mismo en el ámbito público y en el privado. La anterior era solo una normativa y, al no ser obligatoria, no se cumplía», coinciden tanto ella como Echeverría.
Furgón de correos
La accesibilidad siempre ha estado en el punto de mira. Las personas con discapacidad nunca han tenido vía libre para moverse por la ciudad, ni siquiera para salir de casa. Hasta hace poco, en San Sebastián, sin ir más lejos, el Topo les ha dado «muchos problemas». Si necesitaban utilizarlo, no les quedaba otra que «viajar en el vagón de Correos, donde metían las cartas. Era el único sitio por donde podíamos entrar. La puerta principal era muy estrecha y además no había ninguna rampa. El único vagón al que podíamos entrar en silla de ruedas era al de carga. Íbamos sentados en las pilas de cartas», recuerda Barroso, quien ha vivido esta situación en primera persona.
Aunque los tres coinciden en que la respuesta de la sociedad, «por lo general, es positiva», apuntan que «todavía hay mucho que mejorar». Además, insisten, «la tercera edad nunca nos ha apoyado y muchas de nuestras reivindicaciones les favorecen también a ellos. Las mujeres embarazadas es otro de los colectivos por el que nunca nos hemos sentido arropados».
«No basta con que tengamos trabajo. Este tiene que ser digno e inclusivo»
La escolarización ya no es una preocupación para Elkartu, y la accesibilidad, pese a que todavía es «mejorable, está mucho mejor». Pero en lo que queda un largo camino por recorrer es en la empleabilidad. «Nosotros no queremos tener nada específico para nosotros. Queremos integrarnos», subraya Malcorra. También en el empleo. «No basta con que tengamos trabajo. Este tiene que ser digno e inclusivo», añade.
«Hemos conseguido que nos eduquemos en un centro educativo ordinario, pero para acabar trabajando en una empresa protegida», insiste. «Parece que el concepto se entiende, aunque después no se lleva a la práctica». Algo similar ocurre con el derecho de la vida independiente o autónoma. «Tenemos el derecho a elegir dónde vivir y con quién».
Hasta que se cumplan todas las demandas de Elkartu, la asociación, con sede en el número 5 del paseo Ondarreta de Donostia, seguirá existiendo. La idea, sin embargo, es «desaparecer». O, más bien, «no necesitar tener una oficina. Todos deberíamos ser atendidos en el mismo sitio. A todos deberían respondernos las dudas en la cola de Lanbide y no aquí», sentencian.
300 personas en un congreso en noviembre
Elkartu está de fiesta. Con motivo de su cuarenta aniversario han organizado un congreso los días 7 y 8 de noviembre en el Kursaal, donde «abordaremos los temas de empleo, accesibilidad y vida independiente, sobre todo». Se espera que alrededor de 300 personas de todo Gipuzkoa y Euskadi se acerquen a esta cita. Pero no solo eso, Elkartu también publicará un libro de recopilación sobre cómo surgió la federación y los diferentes hitos en los que ha participado. Lo que se busca es «demostrar cómo hemos contribuido a tener una Gipuzkoa más inclusiva y más igual». El libro no recogerá datos. Más bien reflejará «cómo hace 40 años surgió un compromiso de unas personas por mejorar la sociedad en la que estaban y ahora podemos disfrutar de esto. Tenemos además el reto de dejar una sociedad mejor».
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