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judith urquijo
Sábado, 26 de mayo 2018, 08:01
Son las diez de la mañana y Javier Llorca, uno de los voluntarios, ayuda a los enfermos a subir a bordo del autobús parado en la plaza de Gipuzkoa de Donostia. A sus 72 años, este donostiarra lleva desde 2003 realizando este viaje. Como él, más de 400 voluntarios de Cruz Roja y DYA se desplazaron ayer hasta el santuario de Lourdes.
Entre ellos, Ana Ayestarán, una mujer de 50 años que vive esta experiencia por primera vez. «Una amiga llevaba tiempo de voluntaria y me aconsejó unirme al grupo. Desde el minuto uno te das cuenta de la satisfacción que te da ayudarles», explica la guipuzcoana.
Mari Ángeles Rodríguez esperaba a sus compañeros en el autobús mientras conversaba con sus compañeras. Sufre artritis mutilante y eso le ha derivado a varias operaciones de cadera y de columna. Lleva «muchos años» peregrinando al que se ha convertido en el principal santuario mariano de Europa, porque «es la mejor medicina y es algo que realmente engancha».
Ella es una de las que menos problemas tiene a la hora de valerse por sí misma. Pero no todas las situaciones son iguales. Hay de todo. Desde gente que se mueve en silla de ruedas hasta camillas o incluso quienes no necesitan ningún tipo de ayuda. Este no es el caso de Carlos Molina y Ana González, dos amigos que tienen grandes dificultades de movilidad: «Estamos súper contentos y tenemos un montón de ganas de llegar. Nos tratan estupendamente y nos lo pasamos realmente bien».
Aunque todos dicen sentirse «unos privilegiados», son los voluntarios los que aseguran ser unos verdaderos afortunados. «Ellos nos aportan mucho más de lo que se imaginan», reflexionaba poco antes de partir Maribel, una de las enfermeras que aclara que «los enfermos que van no lo hacen porque se van a curar. Físicamente puede que la excursión no les cambie mucho pero es cierto que psicológicamente vuelven como nuevos».
Son muchas las actividades de las que van a disfrutar tanto los enfermos como los voluntarios hasta el lunes, día en el que regresarán a casa. La primera tuvo lugar ayer nada más llegar a Lourdes: el recibimiento por parte del obispo Munilla. Era solo el comienzo de lo que preveían como un fin de semana espectacular. «El compañerismo y el trato desinteresado que nos dan no tiene precio», comentaba Luis Gortazardes poco antes de que el autobús saliese de la Plaza Gipuzkoa de San Sebastián.
Ayer fue uno de los días más divertidos del viaje. Una vez sentado en su plaza, Luis pudo tararear un sin fin de canciones junto a sus compañeros. Son parte de los 2.000 guipuzcoanos que se trasladan estos días hasta el santuario para celebrar hoy el Día de Gipuzkoa. El obispo de San Sebastián presidirá la misa de la gruta y a continuación tendrá lugar la procesión de las antorchas.
«Es una experiencia única y que no puedes olvidar. Espiritualmente hablando vuelves diferente y totalmente renovado», comentaba el donostiarra.
Esta noche, hacia las 22.00 horas, llegará el momento de acostar a todos los enfermos y los voluntarios aprovecharán para «tomarse algo y pasar un buen rato», ya que se despiertan a las 5.00 de la madrugada y están todo el día activos. Un coro visitará a la expedición mañana para poner el broche de oro a la peregrinación de 2018, la número 65. El lunes, tras la misa de despedida, el autobús que salió ayer de Donostia volverá a casa. Y el resto, a los pueblos de donde partieron.
El tiempo pasa y las maneras de desplazarse hasta Francia evolucionan. Sea como fuere, la ilusión perdura, igual que se mantienen los voluntarios y enfermos. Todos quieren repetir. Todos se «enganchan» a esta experiencia. Es difícil encontrar a alguien a quien se le haya obrado el milagro, pero, a pesar de ello, nadie quiere dejar pasar este autobús.
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Fernando Morales y Álex Sánchez
Juan Manuel Sotillos e Iris Moreno
Iñigo Puerta | San Sebastián
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