Lexar, en el centro de la foto, junto a sus padres y sus hermanos Luka y Lur, en la plaza Bengoetxea de Oiartzun. Iñigo Royo.

«Cuando Lexar nos dijo que era chico comenzó nuestra aventura»

Familias de menores trans celebran un encuentro para visibilizar esta realidad con la lectura pública de varias historias reales recogidas en el libro 'Tránsitos'

Jueves, 3 de octubre 2024, 00:07

Desde pequeños, Lexar y Alan ya empezaron a expresar que eran niños. «Con tres años nos pidió que le pusiéramos calzoncillos y ni hablar de ... vestidos. Con el tiempo fue cambiando la forma de vestir y nos dijo que él era un chico. No era ella, sino que era él», cuenta la donostiarra Nerea Rodríguez, madre de Alan, de 14 años. La historia de Lexar, oiartzuarra de 13 años, parece un espejo. Relatos donde afloran sentimientos de miedo, rabia, inseguridades, muchas lágrimas vertidas pero también ilusión.

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Hoy, junto al resto de miembros de la asociación de familias de menores transexuales de Euskadi y Navarra Naizen, celebran una jornada en la que representantes institucionales y de diferentes ámbitos harán una lectura pública del libro 'Tránsitos', que recoge historias reales narradas por padres y madres de niñas, niños y jóvenes, cuya identidad sexual no se corresponde con aquella que se les supuso al nacer. La actividad se enmarca dentro del 'Octubre trans', un mes dedicado a reivindicar y visibilizar esta realidad, que según lamentan muchas familias, «aún se desconoce» y está envuelta en «estigmas y tabúes».

A todo ello han tenido que hacer frente desde que sus hijos expresaran que ya no querían ser tratados más en femenino. En el caso de Lexar, «hace dos años y medio nos dijo que era niño. Y ahí comenzó toda nuestra aventura, nuestro camino», cuenta su madre, María Pascual, que recuerda cómo fueron apareciendo las primeras «señales». «Con dos años empezó a vestir con ropa de chico, quería calzoncillos y nada de vestidos ni color rosa, bajo ningún concepto, el pelo siempre lo llevaba cortito... Hasta que un día nos dijo eso. Se puso a llorar, nos abrazamos y ya está. Le dije 'si lo tienes más claro que claro, no hay discusión posible'», relata esta mujer, que por otro lado, no esconde el «choque tan fuerte» que supuso aceptar esta nueva realidad en casa. «No lo llevo del todo bien. Le apoyo en todo, le acepto y soy la primera que si tengo que ir a protestar, protesto. Pero es verdad que no termino de darle la vuelta». El resto de la familia recibió «muy bien» la noticia aunque «hubo alguna parte que se sintió un poco mal y a veces aunque le llamen Lexar le tratan de niña. Además, en el cole, cuando empezó DBH el año pasado abrimos un protocolo de bullying, aunque los profesores actuaron en seguida y se cortó de raíz», afirma.

Cuando rememora este capítulo no deja de pensar en «todo lo que aún queda por hacer» y pide romper barreras en favor de los derechos de las personas trans. «Lo que siente cada uno es lo que tiene que vivir. No se les puede mirar de otra manera. Me da mucha rabia cuando se les sexualiza mucho a los niños o a las niñas, sobre todo desde pequeños, hay que dejarles ser y que hagan su camino. Y por supuesto, los padres apoyarles siempre, sean lo que sean».

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Lexar ha empezado con los tratamientos bloqueadores en el Hospital de Cruces, que «le han cortado la regla y se le ha reducido un poco el pecho». También presentaron la solicitud para la modificación de su nombre en el Registro Civil de Donostia pero «nos lo han denegado porque no se había acreditado el tiempo suficiente llamándose Lexar y vamos a recurrir».

Depresión, ansiedad...

A la donostiarra Nerea Rodríguez le «asusta» «lo que le espera a mi hijo de cara a la sociedad. En el colegio ha tenido problemas. Estuvo dos años escolarizado en casa porque Alan tuvo episodios de depresión, ansiedad, no sabíamos de dónde venía todo esto, además que es una edad complicada, hasta que el año pasado nos dijo aquello». Nerea se refiere al momento en el que su hijo, cargado de «temor» por la reacción de sus familiares, se abrió en canal y les comentó que «él era un chico, que se sentía así». Escuchar eso «fue un susto, me temblaba todo, nunca podía haberlo imaginado, pero no fue un disgusto», matiza esta mujer. «Fue un susto, por lo que le esperaba en la calle. No creo que como sociedad estemos preparados para aceptar bien estas cosas, más que por mala voluntad, que también la hay, por desconocimiento. Hace falta mucha más visibilización, existen demasiados tabúes. Y pediría más empatía, respeto y dejar de cuestionar. Hay momentos en los que Alan se desespera porque hay personas que no le reconocen como tal. Le pasa en clase, le dicen 'si tienes eso entre las piernas vas a ser una chica', o en la cola de una tienda cuando a alguien se le escapa un 'ella' y para Alan eso está siendo muy duro. Me acuerdo que un día que salió llorando del cole y me dijo: '¿por qué no puedo ser normal?' Me gustaría recalcar que una persona trans no elige ser trans. Y no es un premio sino todo lo contrario, porque es un estigma que llevan ahí».

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A pesar de los sinsabores, el cambio en Alan ha sido total. «De tenerle metido en casa, mal, empecé a ver que mi hijo resurgía. El día que se cortó el pelo me acuerdo que su mirada cambió, volvió a brillar. Hasta entonces estaba apagado totalmente y cuando empezamos a llamarle como un chico, dio un giro. Ha cambiado de instituto y ahora está intentando hacerse un hueco en clase», cuenta su madre.

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