José Vicente Siles: «Llegué a la Nasa y solo quería aguantar dos semanas antes de que me echaran»
Investigador e ingeniero en el Jet Propulsion Laboratory de la Nasa
Aquel famoso 'Houston, tenemos un problema' le marcó cuando solo tenía 15 años. Estaba en una sala de cine viendo la película Apolo 13 y ... aquella carrera a contrarreloj, el trabajo en equipo, el ingenio y la meta por lograr un imposible le despertaron cierta curiosidad por el espacio. Pero ni en sus mejores sueños habría imaginado todo cuanto ha conseguido este segoviano de 39 años. José Vicente Siles (Segovia, 1980) reivindica la educación pública como garante de formación de calidad -estudió Telecomunicación en la Politécnica de Madrid-, «que no tiene nada que envidiar a otras universidades de renombre de cualquier parte del mundo». Es investigador principal de varios proyectos financiados por la Nasa en el Jet Propulsion Laboratory (JPL) y se ha convertido en el primer ingeniero español premiado por la agencia espacial con el Lew Allen Award for Excellence. Hoy visita Eureka! Zientzia Museoa de Donostia para ofrecer dos charlas -al haberse completado el aforo de la primera- a las 18.00 y a las 19.30 horas, bajo el título 'Explorando el Universo: De Antártida a las Estrellas'.
- ¿Qué van a descubrir quienes se acerquen al Planetarium?
- La charla va a ser un viaje científico, explicando los orígenes de Nasa y el JPL. Explicaré cómo se desarrolla cualquier misión, cómo surge todo de una idea científica, de una pregunta a la que queremos dar respuesta. Y haré la analogía con una misión en la que participé en la Antártida, donde construimos un radiotelescopio gigante que pusimos en un globo de helio para enviarlo a la estratosfera y estudiar así la formación de estrellas. Eso nos lleva a ver cómo las formaciones estelares tienen un impacto en la formación de galaxias, en la evolución del universo, en si hay vida en otros lugares del sistema solar... Teniendo en cuenta que el 50% de la luminosidad total está en el infrarrojo lejano, esta tecnología permite tener acceso a una frecuencia que no vemos.
- ¿Cómo describiría el momento del lanzamiento?
- Fue muy intenso, porque el proceso empezó a las 22 horas y el lanzamiento fue a las 9 de la mañana. Pero es muy especial ver que algo en lo que has trabajado durante 5 años llega a la estratosfera y es capaz de capturar datos en regiones a 7.600 años luz de distancia. Las dos horas siguientes al lanzamiento, hasta que llegó a la estratosfera, fueron también muy tensos porque pasa por cambios de temperatura muy bruscos y es muy crítico para muchos componentes. Pensé que iba a ser una experiencia única, pero parece que voy a volver por tercera vez a la Antártida, porque a raíz del éxito de aquella misión, soy manager de una tercera que llevaremos a cabo en 2023 y que es todo un reto porque tenemos que lanzar un radiotelescopio que es tres veces más grande que el anterior.
- ¿El clima extremo de la Antártida dificulta tecnológicamente el proceso de montaje?
- Sí, estamos en un hangar en medio del mar congelado. No tenemos toma de tierra, por ejemplo. De hecho el radiotelescopio hay que probarlo fuera y tenemos que ir en vaqueros y camiseta porque la ropa térmica genera electricidad estática. Tardamos en montar el telescopio en EE UU 4 años, pero después tenemos que desmontarlo pieza a pieza, mandarlo y volverlo a montar en solo 4 semanas. Es todo un reto y el trabajo en equipo es imprescindible.
- Siete años y varios reconocimientos después puede decirse que ya es uno más de la agencia espacial, ¿Recuerda el primer día que entró en la Nasa?
- Me temblaba todo. Al entrar y ver por primera vez el logo de Nasa y leer 'Welcome to our universe'... Solo pensaba a ver si al menos me dejaban estar dos semanas antes de echarme. Pero lo cierto es que trabaja gente muy normal. Es gente a la que le gusta enseñar, compartir lo que hace y aprender de lo que hacen los demás. Te animan a que si tienes una idea, la lleves a cabo sin miedo a fallar. De hecho, cuando me entregaron el premio, el director del departamento dijo que el JPL era un sitio al que llegas una mañana, te sientas con dos compañeros a tomar un café y cuentas la locura que se te ha ocurrido por la noche. Uno de ellos te dice que efectivamente es una locura y que es imposible. Y el tercero te dice: 'Hagámoslo'. Y de hecho, si miras otras misiones, todas han sido locuras imposibles sobre el papel, lo que demuestra que cuando se cree en los proyectos, se consiguen.
- ¿La tecnología desarrollada para el radiotelescopio tiene alguna aplicación en nuestra vida?
- Muchas. Desde detectar agua en otros lugares del sistema solar, lo que permitiría saber si hay condiciones de vida; hasta estudiar la temperatura de los océanos, de la tierra o mejorar los modelos de predicción meteorológica. Si bajamos un poco más a la tierra, podemos utilizar esta tecnología en seguridad, para ver si alguien lleva explosivos bajo la ropa en un aeropuerto e incluso para detectar cáncer, alzhéimer o párkinson en etapas tempranas. Ahora estamos trabajando con el Instituto Nacional de Salud de EE UU en un proyecto en el que están intentando desarrollar un sistema para ver dentro de las células, y nuestra tecnología puede ser muy útil para su avance.
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