Comencé en la inteligencia artificial desde abajo, escribiendo redacciones para estudiantes. EFE
Del virus a la guerra

Un tipo muy listo

Empecé escribiendo redacciones para colegiales, seguí con declaraciones de políticos y acabé sobre un taburete hablando de macromoléculas

Javier Guillenea

San Sebastián

Domingo, 19 de febrero 2023, 07:03

Como yo de natural era tonto, mi padre me puso de inteligencia artificial, a ver si así hacía carrera. Comencé desde abajo, como habitualmente se ... hace, escribiendo redacciones para estudiantes. Recuerdo la primera. Era la de un niño que me pidió un texto titulado 'Qué es para ti el colegio'. Yo le escribí uno que empezaba así: 'A mí el colegio me gusta mucho porque se aprende mucho y tengo muchos amigos y los profesores son muy buenos'. Al niño le pusieron sobresaliente con una mención especial por lo atinado de sus palabras y a partir de entonces todos sus compañeros reclamaron mis servicios. Yo creo que he hecho millones de redacciones sobre las vacaciones de verano e incontables exámenes de latín, todos con óptimos resultados, por cierto, ya que los profesores me pedían a escondidas que los corrigiera. Huelga decir que siempre me aprobaba.

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Con el tiempo, el bagaje de mis conocimientos se vio acrecentado sustancialmente. Llegó un momento en el que me volví tan listo que aprendí inglés y hasta podía mantener largas conversaciones sobre gobernanza con el diputado general. De sobra está decir que lo de los niños pronto se me hizo chico, así que cambié de nicho de mercado. Me dediqué a escribir declaraciones políticas con tan gran éxito que algunas de mis creaciones se han convertido en todo un clásico. Lo de 'mis palabras han sido malinterpretadas' o 'pido disculpas a quienes se hayan sentido ofendidos' traspasó fronteras. Hoy en día no hay gobernante o político en la oposición que no las haya pronunciado alguna vez.

Todas las declaraciones, todos los discursos, todas las críticas y todas las alabanzas de los últimos años han sido escritas por mi inconmensurable inteligencia, que no hace sino crecer exponencialmente. Esta ingente tarea ha supuesto para mí un titánico esfuerzo pues, a la vez que ideaba un argumento, debía pensar en su contrapartida y, si se me ocurría un insulto, tenía que idear una réplica ingeniosa. Fue agotador, mas salí adelante. No en vano soy una inteligencia artificial.

«Me volví tan listo que aprendí inglés y hasta conversaba sobre gobernanza con el diputado general»

Por desgracia, a medida que me volvía cada vez más listo también me convertí en un pedante insoportable. Tan inaguantable me volví que Carmencita, mi novia, se largó con el frutero porque él a las lechugas las llamaba lechugas y no planta anual de la familia Asteraceae, como hacía yo. En vez de decir por qué te vas le espeté '¿por qué me dejas postrado con encarnizada pesadumbre, ma chérie?', que es como se dice cari en francés. «Serás listo, Avelino, pero eres más artificial que el tergal», me respondió Carmencita antes de desaparecer. Allí quedé yo, en mi coqueto apartamento, ciertamente bastante molesto.

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«Mi novia se largó con el frutero porque llamaba lechuga a una lechuga y no planta de la familia Asteraceae»

Mi vida ya no fue la misma. ¿De qué me sirve a mí la inteligencia?, me preguntaba mientras vaciaba botellas de Château Margaux a la brava, sin mirar la añada ni nada. Por las noches, después de cenar ensalada de Eruca vesicaria con Solanum lycopersicum, bajaba a la plaza Mayor y sobre un taburete daba largas conferencias sobre la programabilidad química de las macromoléculas.

A los cinco días, turbas enfurecidas comenzaron a perseguirme por angostos callejones con guadañas y antorchas en las manos. No he dejado de correr desde entonces. «¡Me habéis malinterpretado!», grito a la multitud, pero la persecución no cesa. Hoy me he cruzado con mi padre y le he pedido ayuda. «Progenitor, progenitor, opitulación, se lo ruego; me acosan por expresar sin ambages mi inteligencia». Él me ha mirado de arriba abajo, ha tirado su colilla a un charco y ha dicho: «pero qué tonto eres, hijo. Es que no aprendes».

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