El hombre que nos puso a discutir de 'due diligences'

El hombre, en definitiva, que nos llevó a la siguiente pantalla: acostumbrados a ser engañados pasivamente, nos enseñó a engañarnos a nosotros mismos de forma activa mediante la negación de la realidad. Fue la constatación de que la sociedad alfabetizada y medianamente instruida ya estaba madura para enarbolar chaladuras a modo de bandera. Bajo su presidencia, los embustes se convirtieron en hechos y los hechos, en meras opiniones. Durante ese tiempo no cesó de tratarnos como a una sociedad de botarates, especialmente a los suyos, y lo hizo con el asentimiento de algunos y el entusiasmo de otros.

Luego hemos visto este fenómeno en otras partes del mundo y a otra escala, también la rocambolesca forma que esta gente tiene de dejar el poder. Para cuando comenzaron las difamaciones en internet, la única duda era si se podría demostrar la autoría porque sobre lo que no había ninguna duda era en quién recaía, tal fue el adiestramiento que habíamos recibido.

Ahora un tribunal establece que el individuo en cuestión se dedicó a difundir de forma anónima graves delitos que atribuyó a quienes consideró sus enemigos. En concreto, actividades relacionadas con la pornografía infantil. Lo que conocemos como «buscar la destrucción de la persona». El tribunal lo califica de «desahogo», pero tírate tú años explicando a familiares, amigos y conocidos que los accionistas del club eligieron presidente a semejante elemento.

Sea como sea, el juez ha dictado su veredicto y éste es de culpabilidad. «Supermajo, lo ha entendido a la primera», podríamos concluir.