La gran historia de la pequeña ballenera
Estas embarcaciones fueron fundamentales para la gran epopeya protagonizada por los vascos a lo largo y ancho del Océano Atlántico Norte y Sur
Desde hace varias semanas los pasteleros artesanos miembros de la Asociación de Pasteleros de Gipuzkoa, Gozoa se están dedicando de lleno a un oficio, también, ... de gran tradición en el país, aunque, aparentemente, muy alejado de su habitual dedicación gastronómica: la construcción naval. En el astillero de la Faktoria Albaola están inmersos en la construcción de una réplica de la chalupa ballenera vasca del siglo XVI; una réplica construida a partir de una materia prima que los miembros de Gozoa conocen y trabajan a la perfección: nada menos que 1.500 kg de chocolate. Esta dulce réplica a tamaño real está siendo elaborada mediante la utilización como molde de una chalupa ballenera construida por Albaola, esta sí, réplica exacta de la original descubierta en el puerto de Red Bay, en Canadá. Se trata de una chalupa ballenera que naufragó en 1565 cuando fue arrastrada al fondo por la nao ballenera pasaitarra San Juán, bajo cuyos restos permaneció durante un período de más de cuatro siglos, hasta que fuera recuperada por los arqueólogos canadienses. En la actualidad, la chalupa ballenera constituye la principal joya que custodia el museo dedicado a los balleneros vascos de Red Bay, emplazamiento declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
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Más allá de los encomiables propósitos que esta iniciativa pretende de cara a dar a conocer el saber hacer que los pasteleros artesanales atesoran, los miembros de la Asociación Gozoa merecen, también, las alabanzas de los historiadores, entre otras, por el motivo que han elegido para realizar su apetecible creación. En efecto, el amplio eco mediático y social que esta iniciativa ha suscitado, indudablemente, contribuirá a difundir la existencia y la historia de este tipo de embarcaciones, incluso, entre quienes hasta ahora no se han interesado por nuestro increíble patrimonio marítimo. Un tipo de embarcación de enorme trascendencia para la historia marítima mundial, aunque, en el imaginario de quienes sí nos interesamos por la historia marítima, frecuentemente, haya quedado relegado al ámbito de las naves menores y auxiliares, reservando la gloria de las expediciones y descubrimientos a sus hermanas mayores las naos, fragatas, galeones o bergantines.
Una pequeña embarcación diseñada para una gran historia
Las chalupas balleneras, sin embargo, tanto por su diseño como por su recia construcción, necesarios para afrontar con éxito la cruda finalidad para la que fueron concebidas, en más de una ocasión han reclamado y obtenido el papel principal de algunas de las más asombrosas expediciones. Acontecimientos que no hacen sino demostrar sus grandes dotes navales. A modo de ejemplo, podemos citar la difícil navegación que a lo largo de las inhóspitas costas de Islandia emprendieron con sus chalupas los tripulantes de tres balleneros donostiarras naufragados en 1615 en el norte de dicha isla. Muchos de ellos acabarían asesinados a sangre fría a manos de las autoridades locales. Desesperada fue también la singladura que dos siglos más tarde protagonizarían los náufragos del ballenero norteamericano Essex echado a pique en la mitad del Océano Pacífico por un cachalote en 1820. Durante más de tres meses y a bordo de sus balleneras recorrieron más de 2.500 millas náuticas (más de 4.630 km) de océano abierto, pereciendo muchos de hambre y de sed antes de ser rescatados.
Aunque a los ojos de los contemporáneos de estas aventuras pudiera parecer que las chalupas balleneras no constituían más que otro de los prosaicos instrumentos empleados en la captura de ballenas, actualmente, somos conscientes de que fueron fundamentales para la gran epopeya ballenera protagonizada por los vascos a lo largo y ancho del Océano Atlántico Norte y Sur, emulada, después, por otros pescadores europeos y americanos. Una embarcación, específicamente diseñada para la caza de la ballena, cuyo pequeño tamaño puede dar lugar al equívoco de que, ni su diseño y ni sus características constructivas, cuenten con nada que merezca ser destacado. Nada más lejos de la realidad, se trataba de unas embarcaciones que debían combinar dos condiciones que, en general, son antagónicas: solidez estructural y velocidad. A fin de conjugar ambos requisitos, su característica constructiva más sorprendente consistía en el forro mixto del casco. Así, en su obra viva –sector inferior del casco que queda sumergida, o en contacto con el agua- las tablas se disponían a tope –canto contra canto-, mientras en su obra muerta –parte superior del casco- se disponían a tingladillo –solapadas-. De esta manera, se trataba de combinar las ventajas que ofrecía cada uno de los sistemas constructivos: las estanqueidad y solidez del tingladillo y el carácter hidrodinámico del forro a tope. En suma, al igual que sucede en los más avanzados buques de guerra, en el diseño de la chalupa ballenera todo estaba dirigido a procurar su velocidad sin menoscabo de su solidez y resistencia. Con ese mismo propósito, la embarcación estaba dotada, también, de propulsión mixta, a remo y a vela. Todo ello contribuía a su gran versatilidad, de manera que, además de para la caza de la ballena, resultaría idónea para otras actividades pesqueras e, incluso, militares.
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Sus orígenes y repercusión en la Europa medieval
La chalupa ballenera fue uno de los principales avances tecnológicos producidos en el País Vasco de época medieval. Aunque desconocemos el momento exacto en el que se introdujo esta innovación, es indudable que, a partir del inicio de la actividad ballenera allá por el siglo IX, no tardaría demasiado el desarrollo de una embarcación adecuada para tan peligrosa actividad. Es muy probable que el salto tecnológico que supone este hecho constituya uno de los factores que contribuyeron a la consolidación de las cacerías balleneras acaecida durante los siglos posteriores. Por supuesto, el progresivo auge de las cacerías, impulsarían, al mismo tiempo, un proceso evolutivo en las embarcaciones empleadas, dando como resultado al tipo de nave que denominamos chalupa ballenera. Una de las más antiguas representaciones de una chalupa ballenera la hallamos en el sello de la villa de Hondarribia que pende de un documento datado en 1297.
Su ya mencionada alta versatilidad motivaría su expansión geográfica, así como el surgimiento de nuevos diseños navales. Como exponente de su repercusión sobre la construcción naval del occidente europeo medieval hay que mencionar que dio lugar al desarrollo de un nuevo tipo de embarcación de mucho mayor porte, pero que seguía disponiendo de propulsión mixta, a vela y a remo, así como unas formas estilizadas. Un tipo de barco muy apto, en suma, para la guerra y el corso, aunque, también, consta su empleo en actividades comerciales. Nos referimos al ballener, también, llamado ballinger, o balinger en las fuentes francesas e inglesas, desarrollado en Baiona y en los puertos de Lapurdi en el siglo XIII. Fue una embarcación intensamente empleada en acciones militares y corsarias desarrolladas entre los siglos XIII al XV en las costas atlánticas y del Mediterráneo occidental, en especial, durante los enfrentamientos acaecidos en el contexto de la Guerra de los Cien Años (1337-1453).
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Su difusión transoceánica
A partir del siglo XVI las chalupas balleneras llevadas por los vascos a las costas norteamericanas y que, ya sea por trueque ya mediante sustracción, terminaban en manos de los pobladores indígenas de aquellas costas, desencadenaron una verdadera revolución de sus actividades marítimas y militares. Por una parte, a partir de las décadas finales del siglo XVI, supuso una herramienta de primer orden para el fortalecimiento de las relaciones comerciales indígenas entre el Golfo de San Lorenzo en Canadá y la bahía de Massachusetts en Estados Unidos. Por otra, era un poderoso arma que contribuyó, de forma decisiva, a su consolidación política que se plasmaría en la conformación de la Confederación Wabanaki, integrada por los Etchemins, o Maliseet –establecidos entre Maine (Estados Unidos) y Nuevo Brunswick (Canadá)-, los Penobscot –Maine-, los Mi'kmaq –entre el Golfo de San Lorenzo y Nueva Escocia (Canadá)-, los Passamaquoddy -entre Maine y Nuevo Brunswick- y la confederación Abenaki –Maine-. Así, cuando la primera expedición británica dirigida a Nueva Inglaterra, al mando de Bartholomew Gosnold, arribó en 1602 a las costas del sur de Maine, se encontró con una chalupa ballenera vasca (Biscay shallop, o Basque shallop, dicen los cronistas de la expedición) tripulada por indios. Afirmaron estos haber obtenido la chalupa en un pesquero de San Juan de Luz a trueque de pieles.
La línea evolutiva de la chalupa vasca es muy prolongada y llega hasta nuestros días. De ella derivan todos los tipos de balleneras empleados por los balleneros europeos y americanos hasta mediados del siglo XIX. Así mismo, fueron las balleneras las primeras embarcaciones que, a partir de finales del siglo XVIII, comenzaron a ser empleadas en el salvamento marítimo, dando origen a otra cadena evolutiva de diseño naval que, a lo largo de tres centurias, ha socorrido a miles y miles de náufragos.
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