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«Soy gitana y no quiero depender de nadie»

Día internacional del pueblo gitano

«Soy gitana y no quiero depender de nadie»

La donostiarra Saray Jiménez y la urnietarra Mireia Blanco reivindican acabar con los prejuicios hacia el pueblo gitano que aún percibe la mitad de la sociedad vasca

Lunes, 8 de abril 2024, 06:46

En el día internacional de la raza gitana, las guipuzcoanas Saray Jiménez y Mireia Blanco reivindican acabar con los prejuicios hacia el pueblo gitano que aún percibe la mitad de la sociedad vasca.

Mireia Blanco | Urnieta

«Después de separarme con 17 años me dije: 'voy a centrarme en mí', quiero una vida con metas»

Mireia Blanco ha conseguido su primer trabajo en el Telepizza. Félix Morquecho

Mireia Blanco tenía 16 años cuando se casó. Sus padres estuvieron de acuerdo. «Llevábamos siete años de novios y un día decidimos casarnos y nos fuimos a vivir juntos», relata con total naturalidad esta joven gitana vecina de Urnieta. Ahora tiene 19, está separada y ha conseguido su primer trabajo en Telepizza. Ella misma reconoce que «apenas era una niña» cuando dio el sí quiero, «y no tenía tanta madurez como tengo ahora» aunque defiende que «fue decisión mía y de él. Me escapé, no llegué a dar el pañuelo».

Cuando contrajo matrimonio, dejó de estudiar y no llegó a sacarse la ESO. «Me fui a vivir con él y dejé el cole», cuenta esta joven, que como muchas otras mujeres gitanas, sentía la responsabilidad de contribuir al mantenimiento de los roles tradicionales y seguir vinculada a la familia y al hogar. Sin embargo, en 2022 se separó y decidió buscar otra ocupación laboral. «Puse un límite, me dije: me concentro en mí y voy hacer todo lo posible para poder trabajar en un futuro, tener otra vida, me puse metas. Me empecé a mover, a hacer cursos de atención al cliente, de reciclaje... a través de la Fundación Secretariado Gitano de Gipuzkoa. Le dije a mi padre que quería trabajar».

Futuro

«Quiero depender de mí misma, ser independiente. Mi familia lo acepta y lo ve bien. Me gustaría retomar los estudios»

Uno de los miedos en estas familias es que ir a estudiar o salir a trabajar fuera de casa suponga salir de la comunidad o los roles tradicionales. No hubo que superar las objeciones de su familia. Fue su padre quien le consiguió el trabajo. «Él está de repartidor en Telepizza en Lasarte. Habló con su jefa, hice la entrevista y conseguí el puesto hace dos meses. Es mi primer trabajo. Lo conseguí con mucho esfuerzo», repite orgullosa esta joven, que vive con su madre en Urnieta aunque está buscando «una habitación compartida». Sabe que no será fácil. «A la hora de alquilar un piso la gente es un poco racista y no te lo alquila por ser gitana o porque tienes 6 o 7 hijos, mi madre eso lo ha vivido. A mí de momento no me ha pasado y en la comunidad de vecinos donde residimos no hemos tenido nunca ningún problema y todos han sido amables con nosotros, me conocen desde 'txiki'».

En el colegio, tampoco vivió situaciones de discriminación, «ni por parte de los compañeros de clase ni de los padres, de hecho a día de hoy me sigo llevando con algunas de clase» aunque «en las tiendas, sí que me suelen mirar raro y los de seguridad se me acercan o me persiguen por si voy a robar por ser gitana. Al final les tengo que llamar la atención porque me siento acusada. ¿Por qué me tienen que perseguir solo a mí? Yo jamás he estado en un calabozo ni en un juicio ni en una comisaría. No tengo necesidad de robar, tengo mi trabajo y para eso me estoy ganando el dinero», afirma. Episodios como los que vive Mireia en su día a día evidencian que aún quedan barreras sociales por eliminar hacia esta «raza» de la que se siente «muy orgullosa», aunque las cosas «han mejorado».

«Miradas»

«No me gusta cada vez que entro en un supermercado y me persiguen los de seguridad por si voy a robar»

Al igual que su compañera Saray, se define como «gitana vasca porque cuando llegas a una ciudad también perteneces a donde has nacido y donde sigues viviendo. Comparto la cultura de aquí y el euskera lo hablo desde 'txiki'». En su círculo de amistades cuenta con amigas euskaldunas y «me llevo superbién con ellas, son mis mejores amigas. No soy una persona racista porque alguien sea moro, payo o no sea de mi religión», asegura.

A la hora de planear su futuro, lo tiene claro. «Tengo pensado seguir trabajando. Ser independiente y depender solo de mí misma. Mi familia lo acepta y lo ve bien». También quiere retomar los estudios y «sacarme la ESO» al tiempo que seguir trabajando. Sabe que tenerlo es una oportunidad. «¿Que dios quiere y me da un marido? Pues adelante, pero con mi casa y mi trabajo», añade decidida. «Si no, tengo pensado cogernos una casa entre una amiga y yo y vivir juntas, tengo mi derecho de independizarme como mujer que ya soy», dice reafirmándose. «Mis padres me apoyan y me dicen que si eso es lo que quiero que siga adelante con mi vida, que continúe persiguiendo las metas que me propongo».

Saray Jiménez | Donostia

«A mis padres les encanta que estudie y trabaje, ya hay más libertad de expresión para las mujeres gitanas»

Saray Jiménez, en la terraza del Hotel Nobu. Iñigo Royo

Saray Jiménez se ha convertido en una defensora a ultranza del futuro profesional que le espera. «Si me lo propongo lo voy a conseguir, pero a veces tenemos como un freno, bien por cómo nos han criado o por las costumbres o las raíces y siempre vas a las entrevistas de trabajo con el temor de '¿me van a preguntar si soy gitana?'» y así le ha solido ocurrir, «es como un sello, el tema tarde o temprano siempre sale a relucir», según cuenta esta mujer, de 33 años.

Hija de vendedores ambulantes, de padre riojano y madre bilbaína, se siente «muy orgullosa» de ser «gitana vasca, a mucha honra», pero es consciente de que aún quedan muchas conciencias a las que despertar. «Existe bastante estigma en la sociedad y si va a faltar una botella de agua y hay 15 empleados, siempre va a ser culpa del gitano, el latino o el marroquí. Eso lo tengo asumido aunque espero que cambie. Hay gente que confía en nosotros», afirma mientras agradece la oportunidad que le han brindado en el hotel Nobu de Donostia, donde trabaja como camarera de pisos. Después de «ir dando tumbos» en diferentes trabajos y realizando varios cursos, ha conseguido «por fin» un trabajo indefinido. Está «supercontenta» por cómo le han acogido pero su sueño es «subir más de nivel y no estar siempre limpiando. Quiero ir creciendo y en vez de entrar con mi uniforme de limpiar habitaciones, me gustaría vestir con mi trajecito y mi camisa».

«Avance»

«Estoy soltera e hijos tampoco tengo. Soy una gitana muy independiente. Nuestras leyes han ido cambiando muchísimo»

Saray siempre tuvo el apoyo de sus padres para estudiar pero a los 16 años, después de sacarse la ESO en el colegio la Anunciata de Pasaia, abandonó sus estudios «porque ya no quería seguir y ese fue mi gran error. Estaba en la edad del pavo y pensaba que me iba a comer el mundo, ya ves». Así, se puso a trabajar en el negocio familiar, en el puesto que tenían sus padres en el mercadillo hasta los 19 años, pero sus miras eran otras. «Me gustaba mucho pero quería algo más porque no es un trabajo estable, dependes mucho del clima, pasas frío... Así que empecé en la Federación de Secretariado Gitano a hacer cursos. Pero no me llamaban. No tuve suerte».

No le gusta quejarse y ganas no le faltan. Se arrepiente de haber dejado el colegio y está empeñada en aprender euskera e inglés. Sus padres le animan a seguir estudiando. «Les encanta que tenga un trabajo y sea independiente». Sin preguntárselo, se adelanta a cualquier prejuicio y cuenta que «no estoy casada, soy soltera y superagusto. ¿En un futuro? Quizá. Hijos tampoco tengo. Soy una gitana muy independiente. En mi cultura se casan muy pronto aunque las cosas están cambiando. Se están casando con 19-25 años cuando antes una chavala de 14 años ya salía afuera para tener hijos y casarse. Ahora hay mucha más libertad de expresión para las mujeres gitanas», cuenta poniendo de relieve el avance en igualdad del pueblo gitano.

Prejuicios

«Aún existe bastante estigma en la sociedad; cuando vas a alquilar un piso y te ven, se cierran las puertas»

«Respetamos nuestras leyes pero gracias a dios han ido cambiando muchísimo. Yo conozco a chicas que se han separado porque no les ha funcionado el matrimonio, o que están estudiando, también está cambiando la prueba del pañuelo... Hace 20-30 años era imposible sacarse el carné, salir de fiesta o llevar pantalones. Sí que somos muy nuestros aunque hay programas de la tele que a mí no me identifican para nada».

En su día a día afirma que no ha sufrido «racismo» y «siempre me han tratado bien». Eso sí, «la confianza cuesta conseguirla». «En Alcampo o Mercadona cuando abrieron, teníamos a los de seguridad detrás. Ahora no porque ya nos conoce todo el mundo -son 'Los Jiménez'-. Y a la hora de alquilar un piso, cuando te ve el particular o la inmobiliaria se cierran las puertas. A mis hermanos y mis padres les pasó hace años», lamenta Saray.

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