Este año los premios Nobel en Fisiología o Medicina, Física y el de Química han rendido homenaje a la ciencia básica. Es decir, a la ... ciencia que se hace por saber, sin que haya perspectivas de alguna aplicación práctica. Por ejemplo, el Nobel en Fisiología o medicina ha sido concedido a Mary E. Brunkow, Fred Ramsdell y Shimon Sakaguchi. Identificaron y caracterizaron a las células T reguladoras, conocidas como los «guardias de seguridad» del sistema inmunológico. Con su descubrimiento se abren nuevas terapias para enfermedades autoinmunes, tratamientos oncológicos y mejoras en trasplantes.
Lo que me fascina, es que todos esos avances, de enorme impacto clínico, surgieron de la investigación básica en los años 90 cuando se propuso el concepto de células T reguladoras. En aquel momento era un concepto teórico. Un deseo de conocer. No se pensaba en que del conocimiento de dichas células podrían surgir terapias.
En los otros Nobeles mencionados, Física y Química, ha pasado lo mismo. De búsquedas teóricas del saber por saber, sin ninguna aplicación práctica en el horizonte, se ha llegado a aplicaciones muy poderosas.
Algunas veces he visto que para conseguir subvenciones de investigación hay que hablar de las futuras aplicaciones prácticas. Lo he sufrido en mis carnes, pedir dinero para una investigación básica, saber por saber, es fácil. Me explico, pedirlo es fácil, que te lo concedan es sumamente difícil.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión