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La consejera Beatriz Artolazabal en su visita al albergue de Irun. De la Hera
La llegada de migrantes baja a la mitad en un año en Euskadi y alivia los centros de acogida

La llegada de migrantes baja a la mitad en un año en Euskadi y alivia los centros de acogida

4.244 personas fueron atendidas en 2019, la mayoría en el albergue de Irun, donde se cruzan a diario historias de paso como la de Sangare, un joven de Costa de Marfil

Arantxa Aldaz

San Sebastián

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Lunes, 27 de enero 2020, 10:49

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Sangare quiere ser futbolista. «Como Messi», responde con el móvil en una mano y un vaso de leche con cacao. El sueño de muchos adolescentes africanos –viajar a Europa, ser futbolista como sus ídolos–, expresado en boca de este joven de dieciocho años con cara de niño, refleja la aspiración humana y la distancia con la realidad con la que luego chocan muchas de las historias que se cruzan a diario en el albergue de Irun, abierto el pasado mes de octubre para los migrantes que llegan a Euskadi de paso, camino de otros destinos de Europa, o para aquellos que son devueltos por la Policía francesa nada más cruzar la frontera. Sangare, que llegó a la costa de Almería en patera desde Marruecos tras un largo viaje desde Costa de Marfil, su país natal, le expresa en francés su sueño a la consejera de Empleo y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, quien se interesa por su trayecto mientras visita el recurso gestionado por Cruz Roja en la ciudad fronteriza. «¿Yen qué quiere trabajar?», le pregunta la responsable. «Quiero ser futbolista», aclara Sangare que, pese al periplo, conserva la emoción. Ella le desea suerte con un apretón de manos y él vuelve su mirada al teléfono móvil y a sus sueños, que valen una vida lejos de su casa y de su familia, una travesía en patera, «en peligro», y un presente errante. Su idea era quedarse en Nantes, pero la policía francesa lo paró en Burdeos y ha tenido que retroceder, primero Baiona, ahora Irun y mañana Alicante, su siguiente destino, pero probablemente no el último.

Como él, 4.244 personas fueron acogidas en el albergue de Irun el año pasado, casi la mitad de las 8.662 que llegaron en 2018, cuando Euskadi tuvo que responder de manera urgente y al principio improvisada a la llegada repentina y numerosa de migrantes irregulares que cruzaban la península hacia Europa. El descenso registrado es proporcional a la evolución a la baja de las llegadas en patera a las costas españolas. Según el último informe del Ministerio del Interior, que ayer citó la consejería, a lo largo de 2019, 26.168 personas llegaron de forma irregular por vía marítima a la península, un 54,5% menos que el año anterior. Ese descenso ha aliviado los centros de acogida habilitados para la contingencia inicial, pero el compromiso de las instituciones vascas es mantener el sistema, por si de nuevo se producen réplicas de similar magnitud a la registrada en 2018.

«No fue fácil, los comienzos fueron duros», reconoció ayer la propia Artolazabal, que apeló al carácter solidario de la población vasca para seguir con la mano tendida. «Queremos atenderles como nos gustaría ser atendidos, y por eso ponemos los derechos humanos al frente. Como suele recordar el lehendakari Urkullu, fuimos un pueblo acogido y somos acogedores», reflejó la consejera que remarcó la necesidad de defender esos principios frente a «discursos xenófobos».

Epicentro de la red

El albergue de Irun se abrió el pasado mes de octubre con 100 plazas, abiertas las 24 horas del día, en las que los migrantes pueden pernoctar un máximo de siete días. Ubicado en un antiguo concesionario de coches, en el barrio de Ventas, el espacio renovado ofrece los servicios básicos de atención, en sustitución al trabajo que se venía prestando en el centro de Martindozenea, también en Irun, que ha recuperado su función de albergue municipal.

El recurso de Irun se ha convertido en el epicentro de la acogida a migrantes en tránsito en Euskadi. Por sus instalaciones pasaron 3.465 personas en 2019, el 82% del total de personas atendidas en el conjunto de los recursos, en los que hay que sumar el centro de atención para perfiles más vulnerables en Berriz, y un centro de día en Bilbao. «Son números, pero lo realmente importante son las personas que están detrás de las cifras», reflejó ayer la consejera.

La llegada de un autobús con migrantes a Donostia a las puertas del verano de 2018 sacudió la realidad y obligó a desplegar una respuesta urgente, una situación que cogió desprevenidas a las instituciones, aunque luego enmendaron el vacío. Se creó una mesa interinstitucional que sigue trabajando, en la que participan el Gobierno Vasco, las tres diputaciones, los ayuntamientos de Irun, Donostia, Vitoria y Bilbao, la delegación del Gobierno español en Euskadi, Cruz Roja, CEAR, Cáritas, Médicos del Mundo y SOS Racismo. «Actualmente los albergues de Berriz e Irun cubren todas las necesidades que se presentan de ordinario y también están preparados para atender mayores flujos de personas, incluso en casos de llegadas inesperadas», subrayó Artolazabal. Nahia Díez de Corcuera, responsable autonómica de programas de asilo y atención humanitaria de Cruz Roja Euskadi, confirmó el diagnóstico y dibujó el perfil mayoritario de los inmigrantes que siguen recalando en Gipuzkoa, camino de Europa. «La gran mayoría son hombres jóvenes, y casi la mitad proviene de Guinea». Y todos, como Sangare, con sus sueños metidos en la mochila.

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