Borrar
Asociacionismo sin relevo

En Euskadi no hay quien coja el testigo

Asociaciones y actividades de todo tipo están desapareciendo por la falta de interés de los jóvenes vascos en relevar a sus mayores. Su escala de valores es otra. Son individualistas, más europeos

Javier Guillenea

San Sebastián

Domingo, 16 de abril 2023, 06:59

Comenta

En un mundo donde imperan la ley de internet y las redes sociales, eso de juntarse en un local para organizar, por ejemplo, una cabalgata, está dejando de ser una opción atractiva para los jóvenes. En Gipuzkoa, y en el conjunto de Euskadi, las asociaciones de todo tipo se encuentran en retroceso. Sus integrantes envejecen mientras constatan apesadumbrados la existencia de una falta de relevo generacional que amenaza con hacer desaparecer los frutos de sus esfuerzos. Ven que todo el trabajo que han realizado durante años, robando horas al día y sacrificando su tiempo libre, no tiene continuidad. Y eso duele.

Un informe elaborado por el Instituto de Estudios de la Universidad de Deusto constató en 2008 que la falta de relevo y el cambio de hábitos sociales estaba provocando un fuerte retroceso de las asociaciones culturales. Quince años después, este problema se mantiene. «Ha habido un cambio en la escala de valores», sostiene el catedrático de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas en la Universidad de Deusto y coordinador de aquel estudio, Roberto San Salvador.

El 43,9% de la población vasca de entre 18 y 29 años participa en alguna asociación, sobre todo en clubes deportivos o de montaña (21,9%), según el 'Diagnóstico de la situación de la juventud de Euskadi' publicado en 2022 por el Observatorio Vasco de la Juventud. Además, un 10,9% de los jóvenes pertenecen a alguna asociación recreativa (peñas, comparsas, blusas...) o gastronómica (txokos o sociedades); otro 10,7% es miembro de alguna asociación juvenil o de tiempo libre, un 10,4% forma parte de algún tipo de asociación cultural o artística o es miembro de algún grupo musical y un 11,4% pertenece a algún tipo de asociación política, sindical, profesional, estudiantil, ecologista, feminista o de derechos humanos.

Según el estudio, en 2021 un 28,6% de los jóvenes había dejado de pertenecer a grupos juveniles o de tiempo libre y un 25,3% se había dado de baja en clubes deportivos o de montaña. Este retroceso, aunque en menor cuantía, también se dio en asociaciones culturales o artísticas (14,2%), recreativas (10,4%) y políticas, sindicales, estudiantiles o reivindicativas (9.8%).

Encontrar jóvenes dispuestos a participar en actividades que antes eran multitudinarias es una complicada tarea que desanima a sus cada vez más envejecidos promotores. Como dice una voluntaria de una cabalgata de Reyes que ya ha dejado de celebrarse, «prefieren recoger caramelos a lanzarlos a la gente».

Para San Salvador existen varios motivos que explican esta desafección. Por un lado, está «la obsolescencia natural de actividades que con el tiempo van perdiendo su sentido». Es lo que sucede con la presencia del hecho religioso en la vida pública. «Las actividades en torno al calendario litúrgico o las romerías han perdido peso e incluso significado en las generaciones más jóvenes, que ni siquiera entienden algunos conceptos que están detrás de este tipo de fiestas».

La crisis de la gratuidad

Un segundo motivo es «el cambio de hábitos, prácticas y consumos». «Hay aspectos de la vida que hace que algunas actividades vayan perdiendo presencia», asegura San Salvador, que destaca una tercera razón «mucho más profunda» a la que califica de «cambio en la escala de valores que tiene mucho que ver con la búsqueda de referentes».

«Antes, gran parte del reconocimiento social que buscaba la gente tenía un enfoque cristiano. Había que ser bueno y colaborativo para que los demás te reconocieran como una persona entregada y solidaria», explica el catedrático. Eso ha pasado a la historia. Ahora, ese reconocimiento «se busca más a través del binomio éxito-fracaso. Es algo que vienen más por tu acción individual que por tu incidencia colectiva».

Lo que se ha producido es lo que San Salvador llama «crisis de la gratuidad». Ya no se lleva lo del «hacer por hacer», sostiene. Es una idea que choca con la concepción algo bucólica de un País Vasco con el asociacionismo, el auzolan, como una de sus señas de identidad. «En nuestro tejido social estaba implantada una mayor gratuidad, mucha gente participaba en coros, comisiones de fiestas o asociaciones simplemente por el hecho de aportar algo a los demás», explica. Pero esto ya no sucede. «En muchas ocasiones observamos que hay que incentivar la participación mediante algún tipo de premio material o simbólico que a la persona le justifique el hecho de haber cedido parte de su tiempo, conocimientos o recursos».

Este cambio ha llegado a pequeñas localidades que están siendo testigos del fin de asociaciones culturales o de personas mayores. «Sobre todo en el medio rural se están cerrando muchas o están dejando de tener actividades porque no hay relevo, porque las nuevas generaciones no se implican», sostiene la socióloga Iratxe Herrero.

«Estas asociaciones -afirma Herrero- son las que estaban movilizando a los vecinos para hacer actividades. Muchas veces quienes dinamizan los pueblos son las personas mayores, que son las que se quedan, porque una cosa es vivir en un pueblo y otra hacer vida en él, que es lo que ocurre con muchos jóvenes, que residen en una localidad porque los pisos son más baratos pero hacen vida en la ciudad de al lado». Si estos municipios pierden sus asociaciones, se quedan huérfanos de referentes y comienzan una larga cuesta hacia abajo. «Los pueblos mueren poco a poco, se van apagando, y eso es muy difícil de recuperar porque hacer una asociación y mantenerla es complicado, supone dedicarle tiempo y las nuevas generaciones están a otras cosas»

El también sociólogo Carlos Díaz de Argandoña cree que el cierre de asociaciones convierte a los pueblos en «un desierto». «Se transforman en ciudades dormitorio porque no se hace nada. Desaparecen actividades que antes se hacían y ahora no se ven importantes. Yo creo que perdemos mucha riqueza a nivel cultural y como sociedad».

Individualismo

Díaz de Argandoña, que trabaja junto a Herrero en la consultoría Y-logika senior consulting, ha recibido llamadas de responsables municipales que confiesan que «no saben qué hacer con los jóvenes porque no se apuntan a ninguna actividad». A su juicio, además de que quizás antes de organizar algo habría que preguntarles «qué es lo que necesitan», una razón de esta presunta apatía es que «estamos yendo hacia una sociedad más europea, más individualista».

Las redes sociales también tienen algo que ver con este cambio de mentalidad. «Sobre todo los jóvenes, están únicamente con aquellos que piensan y se comportan como ellos, por eso el acudir a espacios donde se tienen que interrelacionar con personas a las que no conocen o que piensan de forma diferente no les atrae demasiado». En lugar de formar parte de un grupo heterogéneo de gente, los jóvenes «tienen otro tipo de intereses». Según el sociólogo, las consecuencias de esta nueva actitud son visibles en los coros. «Antes los había por todas partes pero hoy en día tienden a desaparecer y en muchos casos desaparecerán».

Otro ejemplo es el de los belenes. «Nosotros hicimos hace poco un estudio sobre esta actividad. Antes se juntaban jóvenes y mayores, y comenzaban a prepararlo todo en verano, pero hoy en día eso es un erial. Hay personas que me dicen que cuando ellos mueran se acabará todo».

Con la desaparición de actividades no solo llega el desierto. También hacen acto de presencia el olvido y la sensación para las personas mayores de que los resultados de sus esfuerzos se van a perder en el tiempo. «Ellos nos hablan mucho de que perciben una falta de reconocimiento social a su aportación y que se sienten desplazados. Esto está ligado a la pérdida de la memoria histórica, parece que lo que han hecho hasta ahora no tiene mucha importancia. Se pierde mucha cultura y ellos se sienten abandonados en este aspecto. Es una pena para ellos, pero también para el resto», dice Díaz de Argandoña.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco En Euskadi no hay quien coja el testigo

En Euskadi no hay quien coja el testigo