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El técnico en emergencias sanitarias Manuel Sánchez durante una de las guardias en la ambulancia medicalizada. M.S.
Doce horas en una ambulancia

Doce horas en una ambulancia

La carga de trabajo de los técnicos en emergencias sanitarias crece por el Covid-19

Estrella Vallejo

San Sebastián

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Viernes, 27 de marzo 2020, 06:13

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Los sanitarios que van en las ambulancias tienen cierto bagaje en eso de trabajar bajo presión. También de lidiar con la vida y la muerte. Saben gestionar esos momentos en los que los segundos valen oro y se desenvuelven con soltura a la hora de tomar decisiones inmediatas. Pero nadie les había preparado para una situación como la actual. Quizás no tanto a nivel técnico, donde están demostrando una profesionalidad digna de admirar, sino más bien en el terreno de lo psicológico. «La presión a la que estamos sometidos es brutal y nos va a pasar factura. Con cualquier fallo al quitarme el equipo de protección me puedo contagiar y lo que es peor, tengo en mis manos la vida de mis hijos y mi marido. Trabajar con esa presión es muy duro y estoy convencida de que cuando todo esto termine, muchos vamos a necesitar ayuda psicológica».

Carolina Castrillejo es técnica en emergencias sanitarias (TES) desde hace casi una década, y durante la crisis del coronavirus se le ha asignado la atención y traslado de pacientes diagnosticados o, como es en la mayoría de los casos, sospechosos de estar contagiados. Para ello, Osakidetza ha habilitado una ambulancia específica, de soporte vital básico, que se encarga expresamente de este tipo de pacientes.

Comienza otra jornada para ella, y espera en la base de Urnieta a que llegue un nuevo aviso. El centro de coordinación les pide asistencia a un domicilio y ella, una vez allí, ataviada con el equipo de protección, mascarilla FPP2 o FPP3, guantes de caña alta y gorro, pregunta desde el portal si la persona que precisa atención puede bajar por sus propios medios. Si es afirmativo, «cuando llega a la calle, le ponemos guantes, mascarilla y le subimos a la parte trasera de la ambulancia». Aunque si el caso fuera grave se solicitaría la presencia de una segunda dotación. Su compañero, encargado de conducir el vehículo, en ningún caso entra en contacto con los pacientes.

«Esto nos pasará factura. Cuando todo acabe muchos precisaremos ayuda psicológica», dice Carolina Castrillejo

Al llegar a Urgencias, explica, se avisa del traslado de un sospechoso de coronavirus, se baja al paciente del vehículo y, por protocolo, siempre caminan detrás de él, «porque consideramos que la zona frontal del cuerpo es la 'sucia' y la trasera la 'limpia'. Es otra medida para evitar contagios», relata.

Una vez en el Hospital Donostia, «se le deriva a la zona H, donde se valora su estado, o va directamente a rayos. La verdad que los compañeros del hospital están haciendo un gran trabajo», subraya Carolina. Ella y su compañero no dan por finalizada la salida hasta que no terminan de desinfectar la ambulancia por completo y se ponen a la espera de la siguiente llamada.

Más atenciones

La problemática con la que se están encontrando es el volumen de trabajo unido a un desempeño más lento de lo habitual. «Los turnos que hacemos son de 12 horas pero hay días que hacemos hasta 14 porque hay tal volumen de trabajo que no llegamos». El hecho de tener que ir equipados, equipar también al paciente y mantener todas las medidas de seguridad, «hace que las asistencias más complejas se prolonguen más de dos horas», dice con tono agotador.

Manuel Sánchez va a bordo de una de las ambulancias medicalizadas de Osakidetza que cubre la zona del Bajo Deba y comparte con Carolina el «alto volumen de pacientes» y la presión que eso supone. «Andamos con la tensión añadida y el temor de que por ir con prisas terminemos contagiándonos nosotros también. Atender en una noche cinco disneas seguidas es angustioso», insiste.

Y por eso, este técnico en emergencias sanitarias que lleva casi cuatro décadas a bordo de una ambulancia apela a la responsabilidad en su sentido más amplio. Tanto en no caer en la hipocondría colectiva; en no pecar de ingenuos - «estar 8 horas trabajando en la panadería, por ejemplo, con los guantes pero sin lavarlos es como no llevar guantes», ejemplifica-, como en no bajar la guardia en las semanas que quedan de confinamiento. «La mejor medida es lavarse mucho las manos, al toser o estornudar hacerlo en el codo y sobre todo quedarse en casa. Si alguno de los que salen innecesariamente a la calle vieran lo que ven nuestros ojos, igual se lo pensaban dos veces».

Arriba, Manuel Sánchez (izquierda) y Carolina Castrillejo, durante una de las guardias. A la izquierda, aolo los sanitarios están en contacto con el paciente, el conductor está al margen. A la derecha, los equipos constan de buzo, mascarillas FPP2 o FPP3, guantes y gorro.
Imagen principal - Arriba, Manuel Sánchez (izquierda) y Carolina Castrillejo, durante una de las guardias. A la izquierda, aolo los sanitarios están en contacto con el paciente, el conductor está al margen. A la derecha, los equipos constan de buzo, mascarillas FPP2 o FPP3, guantes y gorro.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Manuel Sánchez (izquierda) y Carolina Castrillejo, durante una de las guardias. A la izquierda, aolo los sanitarios están en contacto con el paciente, el conductor está al margen. A la derecha, los equipos constan de buzo, mascarillas FPP2 o FPP3, guantes y gorro.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Manuel Sánchez (izquierda) y Carolina Castrillejo, durante una de las guardias. A la izquierda, aolo los sanitarios están en contacto con el paciente, el conductor está al margen. A la derecha, los equipos constan de buzo, mascarillas FPP2 o FPP3, guantes y gorro.

«Si los que salen a la calle de forma innecesaria vieran lo que vemos, se lo pensarían dos veces», advierte Manuel Sánchez

En el caso de Carolina las asistencias más complejas a las que ha tenido que enfrentarse son aquellas en las que el estado del paciente empeora y tiene que ser trasladado de algún centro hospitalario del territorio al Hospital Donostia. «La situación más crítica la viví con un paciente que ya estaba muy grave, entró en parada en la UCI, se le reanimó, pero no aguantó el traslado y falleció al llegar al hospital». Fueron cuatro intensas horas de asistencia, en las que la adrenalina, reconoce, le ayudó a estar centrada en su trabajo, «pero al llegar a casa solo quería llorar y llorar». Asume «que la medicina no hace magia», pero no es fácil gestionar la impotencia y el nerviosismo del sector sanitario por estar permanentemente expuesto «a un bicho que es muy listo». «Vas a la residencia de Tolosa y en la planta de arriba están casi todos infectados, compañeros que han empezado a dar positivo...», lamenta. «Todo lo que estamos viviendo es terrible», pero al menos, dice, el desahogo entre el equipo y el ánimo que transmiten los aplausos diarios a las 20.00 horas hacen esta situación más llevadera. «Estoy muy satisfecha del trabajo que estamos haciendo, pero sin el apoyo emocional de los compañeros sería impensable».

Cuando termina su jornada laboral, le llama a su marido para que se encierre en la sala. «Me pego una ducha y después sí, le doy un beso». Entonces recibe su ovación particular. «Ama eres una campeona», le gritan sus hijos. Eso sí que reconforta.

El dato

  • 4 horas de duración se prolongan las asistencias de emergencias más complejas de pacientes graves con coronavirus que precisan ser trasladados de un centro sanitario al Hospital Donostia.

En casos de gravedad, médico y enfermera se suman a la dotación, tal como se puede apreciar en la imagen a la izquierda. A la derecha, ante casos sospechosos de contagio, los sanitarios deben ir con los EPIs.
Imagen secundaria 1 - En casos de gravedad, médico y enfermera se suman a la dotación, tal como se puede apreciar en la imagen a la izquierda. A la derecha, ante casos sospechosos de contagio, los sanitarios deben ir con los EPIs.
Imagen secundaria 2 - En casos de gravedad, médico y enfermera se suman a la dotación, tal como se puede apreciar en la imagen a la izquierda. A la derecha, ante casos sospechosos de contagio, los sanitarios deben ir con los EPIs.

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