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«Este año es muy especial, hacemos 50 años como club. Han pasado muchísimas personas por aquí, muchísimos pelotaris. Para mí es un honor ser presidente». En pueblos como Amezketa ningún niño quiere ser como Messi o Cristiano Ronaldo. Todos quieren ser como Jokin Altuna. Y algunos tienen la oportunidad de compartir peloteo con el campeón manomanista dos días a la semana en el frontón Larrunarri, uno de los cuatro que hay en el pueblo del que es oriundo el laureado deportista.
Zazpi Iturri es cuna de muchísimos pelotaris que han dado el salto a profesionales. Irribarria, Saralegi y Jaka también pasaron por las filas del club. Nada más acceder al frontón, una placa se encarga de recordar a otro de los grandes que salieron de Amezketa. Joxean Tolosa, campeón Manomanista en 1989. «La pelota y el frontón son muy importantes aquí en Amezketa. Es el deporte que más se practica cuando somos críos», da fe Altuna.
«Aquí se juega a varios deportes pero hay muchos frontones. La pelota es el deporte que más se practica», asegura el pelotari. «Luego con 12 años, como en todos los pueblos, es cada vez más difícil que jueguen a pelota pero ahí estamos, intentando meterles el gusanillo desde críos». Altuna se acerca al grupo de niños y niñas que ya se preparan para entrenar. «Hay chavales de diferentes edades. Normalmente se empieza a entrenar con la 'goxua' con cuatro o cinco años.
Después cada uno tiene sus ritmos, pero cuando se manejan bien empiezan a entrenar con los tacos». En Amezketa, el más joven de la clase es un niño de seis años que ya golpea la pelota dura con tacos. «Ahí comienza lo bonito, pero también lo difícil porque ya es casi una hora al día para poner los tacos. Pero ahí estamos nosotros para ayudar. Para mí fue la época más bonita porque fue el mayor cambio». Otro niño se acerca a Altuna para pedirle ayuda. «Este por ejemplo no entrena hoy, pero viene a jugar aunque no le toque, como hacía yo de pequeño», reconoce el campeón amezketarra.
Esta labor alternativa de Altuna en los frontones le aporta otras cosas que no le da la competición. «Venir aquí y estar un rato con los chavales me ayuda a desconectar. Además, me gusta entrenarles porque siento que están aprendiendo algo conmigo». Aunque muchos de ellos son muy pequeños, están al tanto de todos los resultados del amezketarra. «El otro día perdí y ellos lo saben. Vienen y me empiezan a preguntar con cuidado. Son muy respetuosos».
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