«Dentro hay sitio, pero la terraza manda»

Otra historia bien distinta es la que cuentan los propietarios de establecimientos que solo tienen espacio interior y que ayer «por fin» pudieron empezar a trabajar. A nivel de facturación, cuenta Mikel López, del bar Xiri, no fue su jornada soñada, pero «no me arrepiento de haber abierto. A la gente se le ve contenta de volver al bar en el que se tomaba su cafecito. Ya iremos cogiendo marcha».

El paso de Euskadi a la fase 2 ha permitido a bares y restaurantes abrir el interior de sus establecimientos, aunque con unas restricciones en el aforo que han variado de semejante forma en las últimas semanas, que ni los propios hosteleros tenían ayer claro a cuál de todas debían obedecer. ¿Al 30%, 40%, 50%? ¿Con distancia de un metro, metro y medio o dos metros entre mesas?

Según la normativa vasca, los establecimientos de hostelería pueden abrir el interior de sus locales al 50% de su capacidad. La confusión se debe a que en un primer momento el Gobierno central estableció que en la segunda fase no podría superarse el 30%. Posteriormente, se pasó al 40% –que es el aforo que se permite en el resto del Estado–, y por último, el Gobierno Vasco fijó en el 50% la capacidad máxima de los comedores, y la garantía de mantener al menos dos metros de distancia entre las mesas.

Esta nueva fase permite además las reuniones, aunque el número de participantes varía en función del espacio. Pueden ser agrupaciones de hasta 15 si el encuentro es en la calle o en un domicilio, pero no podrá superar las 10 personas si la cita es en un bar o restaurante.

Este avance, por otro lado, ha invitado a más de uno a pensar en que si se permiten los grupos quizás sea posible estar con una consumición de pie, fuera de un bar. Sin embargo, desde la Asociación de Hostelería de Gipuzkoa aclaran que el servicio solo se presta a aquellos clientes que están sentados en una mesa, «salvo que se haga un pedido para llevar».

Interiorizar las nuevas normas les cuesta a los trabajadores, pero también a los clientes. «Sobre todo a los poteadores habituales», puntualiza Yolanda Gago, que regenta el Doctor Livingstone. «Te vienen a la barra a pedir, y les tienes que repetir que no, que ellos tienen que estar sentados y que ya me acerco yo a tomarles nota», comenta.

Este establecimiento, ubicado en Riberas de Loiola, abrió ayer sus puertas por primera vez, «y el hecho de que tengas que acercarte tú a todos los clientes, además de desinfectar cada silla y mesa en cada cambio de cliente, hace que el trabajo sea el triple», afirma.

Su primera jornada fue ayer de no parar. «Por la mañana ha habido mucho trabajo, incluso ha venido gente que no me sonaba del barrio». Unas de las primeras clientas que se han sentado a comer han sido dos mujeres de avanzada edad, pero al pedir la carta, se han dado cuenta de que ese elemento, si es de uso común, ha pasado a la historia. El bar de Yolanda se ha sumado a la alternativa del código QR para que los clientes puedan ver lo que ofrece. «Mi hija, que trabaja en el bar, ha terminado dejándoles su móvil para que pudieran ver la carta porque ellas, con su teléfono, no podían», cuenta Yolanda, que ya tiene todos los dispensadores de gel colocados en el bar.

A una manzana, el establecimiento que regentan Arantxa y su marido, Iñaki Mendo, tiene la terraza a rebosar, mientras que en el interior, apenas se han ocupado tres mesas. «Con este día, es normal, pero al menos ahora si la terraza se llena, la gente sabe que puede tomar algo dentro», insiste ella.

La adaptación a esta nueva era les está suponiendo, como al resto de compañeros del sector, «meter más horas, con menos gente». Por el momento, cuentan con una persona en barra y dos atendiendo la terraza, y ahora también el comedor. «Nos vamos arreglando», dice.

En una de las mesas se sientan Marcos Arregui y Marifé Hosteins. Ayer fue el primer día que salían a comer fuera de casa. «Hemos ido a dar un paseo hasta el Polígono 27 y a la vuelta hemos parado a comer», explica ella. «Así se ayuda a la hostelería y disfrutamos de la comodidad de comer tranquilos, sin tener que cocinar», añade él.