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Pello Zabala, en Arantzazu.

Pello Zabala: «Conservamos el humor que nos caracteriza como comunidad»

Diario de un confinamiento ·

Los frailes de Arantzazu, muy pendientes de todo lo que está ocurriendo, asisten, aislados, a la eclosión de la naturaleza que rodea al Santuario

Martes, 31 de marzo 2020, 06:51

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Las campanas de la basílica de Arantzazu siguen sonando. Se oyen de fondo en el curso de la conversación telefónica con Pello Zabala (Amezketa, 1943), aunque los únicos que escuchan en directo su característico tañido son los miembros de la comunidad franciscana que, con sus altos y sus bajos, custodian el Santuario dedicado a la patrona de Gipuzkoa desde 1501.

En la actualidad, los frailes de Arantzazu integran una comunidad pequeña y muy consciente, desde hace años, de su futuro: «A día de hoy somos una veintena, y la comunidad sigue disminuyendo. Tenemos frailes de 95 y 98 años, la mayoría se encuentran en la ochentena, y cuatro o cinco estamos acercándonos a los 80», dice Zabala, uno de los 'jóvenes'.

Todos se encuentran bien, sin más problemas de salud que los previsibles «en una comunidad de gente tan mayor» que, desde ese punto de vista, sigue «estupendamente atendida». Pero, por encima de esos achaques, «conservamos el buen humor, nos seguimos tomando el pelo, no nos enfadamos... Es una de las características que nos distingue como comunidad».

Pero a diferencia de lo que ocurre habitualmente, y con la salvedad de quienes les suben los suministros necesarios -una forma de aprovisionarse que ya venía siendo ordinaria-, están completamente solos. «Hace días que no vemos a nadie. Ni suben coches, ni viene gente. El domingo siguiente a la declaración del estado de alarma (se anunció el sábado día 14), suprimimos los actos religiosos y cerramos las puertas de la iglesia. Ya no tenemos relación con los de fuera si no es por medio del teléfono o por los medios de comunicación. Estamos muy pendientes de las teles, de las radios, de los periódicos que nos suben todos los días...».

El estado general, tanto el propio como el de una comunidad «en la que tratamos de hacerlo todo juntos», es de extrañeza: «Hay algunas noticias que nos llaman la atención más que otras y, como la mayoría, le damos muchas vueltas a todo, pero sobre todo estamos extrañados de que hayan podido pasar esas cosas en estos tiempos, de que hayamos podido llegar a esto».

Tener más conciencia

A Pello Zabala, que mantiene con la naturaleza una comunión solo al alcance de quienes se toman el tiempo de escucharla y conocerla, después de los dramas humanos las noticias que más le llaman la atención son las relacionadas con el medio ambiente.

«Me sorprende lo rápido que ha descendido la contaminación y ver que en las grandes ciudades están empezando a tener un aire santísimo», afirma. Lamentablemente, el precio que hay que pagar por ese aire limpio es demasiado elevado como para poder echar mano del «no hay mal que por bien no venga», pero a juicio de Zabala tal vez pueda servir para que los reticentes y negacionistas vean con sus propios ojos que nadie les estaba mintiendo, y «para que la gente, con unas pruebas tan claras, empiece a tener más conciencia».

El amezketarra que sabe leer lo que le dice el entorno natural cree que serán la fauna y la flora las únicas que sacarán provecho de esta situación porque, sin ninguna duda y en muchos ámbitos, les beneficiará que los seres humanos y sus artefactos permanezcan alejados un tiempo.

Una primavera suave

Aunque en lo sustancial la vida de Pello Zabala y el resto de los frailes, ordenada y bien pautada como corresponde a una comunidad religiosa, no haya cambiado demasiado, ha tenido que privarse de sus caminatas.

No ha renunciado sin embargo a breves paseos de cercanías -«estamos aquí solos, no tenemos contacto con nadie, de momento no han venido a decirnos nada»-, que le están permitiendo disfrutar, aunque sea un poco más de lejos que de costumbre, de la promesa de una «primavera espléndida» a la que se refiere con entusiasmo. «Esta primavera será más limpia, más lucida y más suave que la mayoría. Todo viene con mucha fuerza», afirma.

«La naturaleza está gozando, está a punto de estallar, sobre todo aquí. A los árboles y las plantas todavía les quedan quince días para llegar a la plenitud, pero los adelantados ya andan gozando de la hoja, alargando sus pequeñas ramitas...», describe. También las flores empiezan a cubrir los alrededores del Santuario: «En Arantzazu, lugar de espinos, el espino negro floreció hace tiempo, el blanco albar está a punto. Ver todo esto te abre un poco la vista, da ganas de vivir y dar gracias porque todo esto funcione a pesar de los pesares».

La eclosión de la naturaleza que están viviendo en Arantzazu, de la que los urbanitas no podremos disfrutar en unas cuantas semanas, es consecuencia de un invierno muy benigno «en el que apenas hemos tenido alguna nevadita muy suave que no ha llegado a cuajar».

De cara a las próximas semanas no espera grandes cambios. No, desde luego, el calor que a juicio de algunos podría resultar beneficioso. «Habrá intervalos de lluvias y lo que la gente llama mal tiempo, pero serán breves. Predominarán los días soleados, con temperaturas suaves tirando a frescas».

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