Sarai Pouso cree que «cuando lo ves todos los días no lo valoras, pero lo echas mucho de menos cuando te falta», como La Concha. MICHELENA

Añoranza por los espacios naturales

Investigadores de AZTI tratan de determinar cómo nos está afectando la falta de contacto con la naturaleza provocada por el confinamiento

Nerea Azurmendi

San Sebastián

Miércoles, 29 de abril 2020, 06:05

¿Cuánto tiempo hace que no ve el mar? ¿Desde cuándo no ha paseado por el monte? ¿Sueña por las noches con estar tumbado en ... la playa o debajo de un roble? Tras mes y medio de encierro, ¿daría su reino por una salida al mar o al monte o, incluso, por esa terraza o ese balconcillo del que su casa carece?

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Tres investigadores de Azti, el centro tecnológico especializado en investigación marina y medioambiental, con la colaboración de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, y la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida, están tratando de cuantificar los beneficios no materiales que obtenemos de nuestra relación con el medio natural. Cuánto bienestar, cuánta salud, proporcionan los espacios azules, los espacios verdes, y cómo nos afecta su falta en circunstancias como las actuales.

Gracias a que las normas de confinamiento noruegas son menos estrictas que las españolas, la investigadora que está en el origen del proyecto, Sarai Pouso, puede disfrutar de la naturaleza en mayor medida que los ciudadanos vascos, incluidos sus compañeros de proyecto, los experimentados investigadores de Azti Ángel Borja y María C. Urraya. Ambos fueron los directores de la tesis doctoral en la que Sarai Pouso había trabajado en el centro tecnológico vasco. La defendió en la UPV-EHU en 2018, y en ella analizó el valor recreativo que la recuperación ambiental del estuario del Nervión aportó a una serie de playas próximas.

Pouso se encuentra en la ciudad de Ås, al sur de Oslo, donde tiene uno de sus campus la universidad a la que llegó al filo del estado de alarma para llevar a cabo, con una beca del Gobierno Vasco, la estancia postdoctoral a la que está vinculado el proyecto en curso. Arrancó en enero con un horizonte de tres años, y tras la irrupción del coronavirus, como ha sucedido con otras tantas cosas, dio un giro súbito.

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Cambio de planes

El objetivo inicial era «estudiar los beneficios no materiales que proporciona a las personas la interacción con espacios marinos» a través de actividades como pasear por la costa o por la playa, practicar deportes náuticos... Es decir, centrarse en esos 'servicios culturales' difíciles de medir, utilizando para ello la información que compartimos en redes sociales.

Pero en esto se desató la crisis del Covid-19 y todo cambió. «Ver cómo nuestro estado de ánimo y el de nuestros familiares y amigos se iba resintiendo con el paso de los días nos hizo pensar en la idea de estudiar justo lo contrario: si el estar en contacto nos beneficia, ¿qué pasa cuando ese contacto no es posible o se reduce drásticamente?», plantea Sarai.

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«La hipótesis de partida es que la falta de contacto con la naturaleza incide negativamente»

Sarai Pouso | Investigadora

«Queremos analizar aspectos que no es fácil cuantificar en términos monetarios»

Ángel Borja | Investigador

«Puede contribuir a identificar elementos que nos hagan más resilientes»

María C. Uyarra | Investigadora

Ángel Borja, que se suma a la conversación desde San Sebastián, apunta que «no vamos a ciegas. Llevamos años estudiando los servicios ecosistémicos desde el punto de vista de la provisión de alimentos, o de lo que aporta la recuperación de espacios degradados, por ejemplo. Sin embargo, en este caso la perspectiva es distinta, innovadora, ya que la hemos adaptado para analizar aspectos más intangibles que no es fácil cuantificar en términos monetarios».

Desde Algorta, María C. Uyarra incide en la idea afirmando que «las actividades recreativas relacionadas con el mar, por ejemplo, se pueden objetivar económicamente: cuánta gente ha participado, cuánto dinero han dejado... Pero ¿cómo valoramos el bienestar que nos proporciona ese entorno natural?». Encontrar el modo de hacerlo podría ayudar a «identificar elementos nuevos y específicos que nos hagan más resilientes». Y contribuiría a ampliar la visión de lo que se entiende por resiliencia -que viene a ser la capacidad de responder de la mejor manera posible a las circunstancias adversas- a la hora, por ejemplo, de diseñar o acondicionar viviendas, barrios y ciudades.

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«La hipótesis de partida -dice Pouso- es que la falta de contacto con el entorno natural incide negativamente» en la vivencia y las consecuencias del confinamiento. El análisis de datos aportados por miles de personas de distintos países que viven el trance en condiciones muy diferentes permitirá ver si están en lo cierto. Y, si así fuera, sería conveniente para nuestro bienestar que las políticas públicas, ordinarias o de urgencia, lo tuvieran en cuenta.

6.000 personas de 60 países ya han participado en la encuesta, anónima y online

Si a través de alguno de los grupos de Whatsapp, que en las últimas semanas es una de las principales ventanas al mundo, reciben la propuesta de participar en la encuesta 'Conexión con espacios al aire libre durante el confinamiento, cuarentena o aislamiento por coronavirus' no desconfíe (en la parte inferior de la primera página encontrará el contacto de la Dra. Pouso) y dedíquele 10 o 15 minutos. Tal vez lo agradezca -o lo agradezcan sus descendientes-, en un futuro confinamiento. También se puede encontrar en las redes sociales y la web de Azti.

El primer boceto de la encuesta lo diseñaron Sarai Pouso, María C. Uyarra y Ángel Borja, y ya en los primeros compases se les sumaron colaboradores del Reino Unido y Noruega. Trabajando contra el reloj, movidos por la urgencia de captar el momento excepcional que estamos viviendo -trágico y durísimo para muchos, lleno de posibilidades para la ciencia-, tuvieron lista la encuesta definitiva, diseñada en inglés y traducida al castellano, en tan solo tres semanas.

La respuesta ha estado a la altura. En poco más de una semana han recibido 6.000 respuestas 60 países. La variedad de los orígenes de los participantes en la encuesta es relevante porque, como indica Pouso, «nos interesa ver si hay diferencias significativas en función de las medidas se han implantado en cada lugar».

Cuando cierren la encuesta online y analicen los datos en profundidad verán si sus hipótesis eran acertadas, de manera que se demuestre que el contacto con los entornos naturales es beneficioso para nuestra salud física y psicológica, y su carencia perjudicial. Les queda mucho trabajo por delante, pero confían en dar a conocer los primeros resultados dentro de pocos meses.

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