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El sumiller Juan Muñoz ultima los preparativos para la comida. MICHELENA
El día que comimos maravillosamente

El día que comimos maravillosamente

Josean Alija dirige con maestría el banquete de los banquetes, organizado por Acqua Panna y San Pellegrino

MIKEL MADINABEITIA

Miércoles, 11 de octubre 2017, 07:17

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Se acuerdan de Mel Gibson y Sigourney Weaver en 'El año que vivimos peligrosamente'? Peligro no es exactamente lo que sentimos ayer en la Sala Ni Neu del Kursaal con la comida organizada por Acqua Panna y San Pellegrino. Josean Alija, el chef del Nerua vizcaíno, confeccionó el banquete de los banquetes.

Con la compañía de Juan Muñoz como sommelier y Stefanie Giordano, jefa de sala del Nerua, que daba las oportunas explicaciones a los platos servidos, el comensal pudo degustar un menú compuesto por cuatro aperitivos y siete platos más un postre. Una verdadera maravilla. Arrancamos con un vermut y una serie de entrantes muy divertidos compuestos por una croqueta de jamón ibérico de bellota y queso, un huevo frito y el grillo.

Con la compañía constante de Acqua Panna y San Pellegrino, el banquete prosiguió con un gazpacho de verduras y albahaca. A partir de ese momento, la explosión de sabores y sensaciones fue en aumento. El plato de tomates, hierbas aromáticas y fondo de alcaparras fue maridado con un jerez Tío Pepe en Rama. Luego vino un consomé de langostinos, nata de coco y curry. Cuando nos sacaron el cangrejo de río, sofrito y pilpil, un descubrimiento, cambiamos de caldo para degustar un cava Freixenet, Gran Cuvee Brut, Magnum.

La cosa se fue calentando. Llegaron las pochas en un fondo vegetal con otro cava Juvé y Camps, finca de la Siberia, Blanc de Noris, gran reserva. Delicias que íbamos asimilando poco a poco. La traca final estuvo compuesta por kokotxas de bacalao al pilpil de pimiento verde, merluza frita con hebras de pimiento choricero (una joya) y carré de cordero, apio de nabo y jugo de albolva. Un cuvée esplendor, Vardon Kennett; un Raventós i Blanc, de la Finca; y un Sourire de Reims rosado magnum redondearon la sinfonía vinícola. Este último vino, por cierto, fue otro descubrimiento. El banquete finalizó con una tarta de queso, coco y fresas blancas regada con un tostado de Ribeiro, Alma de Reboreda. La guinda que faltaba.

Al final, Alija y su equipo salieron para recibir los parabienes de la multitud. El mérito que tiene este hombre es extraordinario porque sufrió hace años un accidente en moto que le mantuvo 21 días en coma sepultándole el gusto y el olfato, las herramientas del cocinero. Pero Alija no se rindió, trabajó en silencio y años más tarde dirige un restaurante que está en la vanguardia vasca. Lo de ayer fue una exhibición de producto, sabor y técnica. Fue un día para recordar. El día que comimos maravillosamente.

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