«No tengo claro que los ciudadanos estén capacitados para juzgar»
Tras una vida en la judicatura y 20 años presidiendo con mucha mano izquierda la Sección Tercera, cuelga la toga a los 65 años
Aunque aún tiene algunos flecos que ir cerrando, Jone Unanue se acaba de jubilar. Podía seguir dirigiendo la Sección Tercera de la Audiencia de Gipuzkoa ... hasta los 70, pero la carga que supone una sala por donde pasan todas los delitos de violencia de género y agresiones sexuales ha motivado que deje un trabajo que le ha hecho feliz. Jueza por vocación de la 33 promoción, a finales de los años 80 se inició en el juzgado de Azpeitia, estrenó los de lo penal en Bilbao y en 1991 llegó a la Audiencia de Gipuzkoa.
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– Jubilada. ¿Ya se hace a la idea?
– Cuando leo en el periódico información de un juicio, echo de menos la adrenalina, los compañeros... Estaba muy contenta con mi oficina, con mi letrada...
– Por edad, podía haber seguido.
– Sí, pero cuando en 2017 la Sección Tercera pasó a ser penal y volvimos a celebrar juicios, he notado cansancio: son muchas horas, sobre todo en violencia de género. El presidente debe estar al quite y es gratificante, pero cansa. Si hubiera una figura intermedia con menos desgaste y donde poder aportar tu experiencia, seguiría. Pero era presidente o nada.
– Lo que ha cambiado todo...
– ¡Uff! Hasta los años 90, los recursos civiles no eran escritos, ¡se hacían en sala! Al empezar, un compañero me dijo que me comprara un buen cuaderno porque 'tienes que apuntar muy bien los motivos de recurso'. Un abogado desarrollaba el recurso de palabra y luego debías contestar bien a todo. En Azpeitia teníamos máquina de escribir y papel cebolla para todo. Los jueces redactábamos las sentencias a mano en unas plantillas y los funcionarios las pasaban a máquina. Cuando fui a Bilbao, empezaron los primeros ordenadores. El Gobierno Vasco asumió algunas trasferencias y se mejoró en medios. Se ha avanzado muy rápido hasta el expediente digital de ahora.
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– ¿Qué tipo de delitos juzgaban?
– En lo penal celebrábamos quince juicios al día. Una locura. Al principio iba y volvía en autobús, pero era imposible: nunca sabías a qué hora ibas a salir, había atascos... Sobre todo veíamos alcoholemias y robos. Fue una época ilusionante porque eran juzgados nuevos y todo estaba por hacer. Ascendimos a magistrados un 27 de diciembre, y los juzgados empezaban el 28 o 29. Estaba el mobiliario y no había funcionarios.
– ¿Ha conocido techos de cristal?
– No, cuando empecé había menos mujeres, pero mi promoción es ya de las igualitarias de hombres y mujeres. Ahora hay muchas más mujeres que varones.
– Nunca se ha postulado a presidir por ejemplo la Audiencia.
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– No he tenido ese tipo de ambición. Además, eran otros tiempos.
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– ¿A qué se refiere?
– A que eran tiempos muy convulsos y, además, el cargo de presidente tenía un compromiso político que no me interesaba. Yo quería trabajar en la Audiencia aquí, donde están mi vida y mi familia.
– ¿El primer juicio que le marcó?
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– Recuerdo bastantes de torturas y desórdenes, como uno por un pelotazo de la Policía que impactó a un chaval, y algún accidente de tráfico gordo. Hubo casos mediáticos, como el del falso ginecólogo, que tuvo hasta un reportaje en Informe Semanal, o aquel de Eibar en el que los vecinos se quejaron de mal olor en una vivienda y resultó que había el cadáver de un hombre en un arcón. Lo había matado su mujer, que fue condenada. Entonces no se nomenclaba la violencia de género, pero claro que existía, y ese era un caso de violencia de género claro, la pobre era una maltratada de libro.
– (...)
– Otro caso muy impactante fue el de Jon Ruiz Sagarna, el ertzaina que conducía la furgoneta incendiada en Errenteria. Hicimos una especie de tiques con papelitos de dos colores como si fueran entradas para que fuera la misma cantidad de público por la defensa y por la acusación. Ahora tenemos salas de videoconferencias para que las partes no se crucen, pero entonces solo había un biombo de madera. El juicio se demoró porque Sagarna necesitó mucha recuperación. De vez en cuando llamábamos al hospital para ver cómo iba, y teníamos una dicotomía porque él estaba muy mal pero también teníamos varias personas en prisión. Sagarna declaró todo vendado. Impactaba.
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– ¿Cómo lleva un juez un juicio con tribunal del jurado?
– Un compañero dice que el jurado te quita años de vida (ríe). Te estresas mucho. Vas viendo cómo se desarrolla el juicio y te haces una composición de lo que pasó, pero a veces, por las caras de algunos del jurado o las preguntas que hacen, te preguntas si realmente están entendiendo.
– ¿Algún jurado emitió un veredicto contrario a su criterio?
– Recuerdo un asunto en el que un hombre mató a otro en Irun por celos, eran asiáticos. El abogado de la defensa, Miguel Castells, alegó al final el síndrome de Ulises, que afecta a quien ha migrado desde otro lugar. Vino a explicarlo una psicóloga. El jurado compró el argumento y aplicó una atenuante. Acabó el juicio un sábado al mediodía, y en casa me percaté de que con la atenuante la pena máxima iba a ser menos que los casi cuatro años que el hombre llevaba ya en prisión. El fin de semana lo pasé fatal repasando el veredicto. El lunes consulté la salida de prisión con el presidente de la sección, Juan Piqueras, y me dijo que estaba en lo cierto. Lo puse en libertad. El TSJPV me dio luego un batacazo y le pusimos la requisitoria para localizar al hombre. El Supremo creo que incluso agravó la pena, pero nunca volvimos a saber del asiático. Me llevé gran disgusto, con la sensación de haber hecho mal, aunque no fuera así. El abogado fue astuto y el jurado aceptó algo que un profesional, ni loco.
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– ¿Los ciudadanos de a pie estamos capacitados para juzgar?
– No termino de tenerlo claro. Casi todos los que he tenido, como el de Aintzane Pujana, fueron por asesinato y en esos el jurado suele implicarse y está atento. En algunos casos no hay duda de lo que pasó. Pero en otros, como cuando alguien agrede a otro que al caer se golpea con un bordillo y muere o un conductor suicida, es más complicado. Hay conceptos jurídicos, como dolo eventual, imprudencia o preterintencionalidad, que es muy difícil que los capte un jurado. No nos ha ido mal con los jurados aunque son juicios muy largos y suponen mucho gasto.
– En el caso de Aintzane, dictó la primera prisión permanente revisable en Gipuzkoa. ¿Dudó?
– Nunca la había aplicado y tenía dudas porque normalmente iba más asociada a otros delitos. El fiscal la pedía por el de inducción a la prostitución, así que era aplicable y lo confirmé en sentencias del Supremo. El jurado me preguntó por qué no se pedía la prisión permanente revisable a la otra acusada pero yo debía ser imparcial y no podía responderles.
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– Le debo preguntar por la multirreincidencia, a debate en la calle y en algunas instituciones.
– Cuando un señor comete un delito, puede llegar al juzgado con un cuaderno entero de antecedentes policiales por delitos de poco volumen. Para aplicar la multirreincidencia legalmente, tiene que haber tres sentencias condenatorias. Si de toda esa hoja de antecedentes solo se ha celebrado un juicio, este señor no es multirreincidente a efectos legales. ¿Cómo se puede terminar con eso? Haciendo juicios rápidos a punta pala. Hay que poner a un juzgado de instrucción, un juzgado de guardia, a hacer juicios rápidos a toda velocidad. Pero se necesitan muchos medios a nuestra disposición y lo veo imposible.
– ¿Por qué?
– Porque para que todo vaya rápido, la Ertzaintza debe hacer el atestado en un plis plas y la gente debe poder ir en el momento al juzgado. Pero si para el robo de un móvil, un tasador debe decirnos cuánto valía el móvil y tenemos un tasador para toda la provincia; o para alguien que ha pegado un empujón y causado una herida necesitamos un forense… Y hay otra cosa.
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– Diga.
– La gente no se da cuenta de cómo está configurada la prisión, que es la excepción y no la regla. Es decir, para acordar la excepción tiene que cumplirse una serie de requisitos. Y desde luego, si a mí me roban la cartera pero no han empleado violencia, no se cumplen los requisitos para meter a nadie en prisión.
– ¿Se necesitan más juzgados?
– De violencia de género creo que sí. Yo habría reconvertido uno de instrucción en VG, que requieren muchas horas. Si te viene una víctima rota, y te está contando todo lo que ha sufrido, la tienes que escuchar lo que haga falta. No puedes despacharla como al ladrón que te está contando milongas.
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– Entró con la máquina de escribir y se va con la inteligencia artificial. ¿Preocupan que se puedan presentar pruebas de imágenes o voces realizadas por IA?
– ¡Claro! Antes no había delitos informáticos y ahora hay un montón. El Supremo ha avalado el uso de mensajes de EncroChat, un sistema de encriptación que usan los grupos mafiosos, como prueba en procesos judiciales. Es importante porque si no los cacos van en Mercedes y la policía, en bici.
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