Las dos caras de la acogida a inmigrantes
Los vascos son cada vez más tolerantes hacia los extranjeros, influidos por la ola de solidaridad tras la guerra de Ucrania. Sin embargo, aún se estigmatiza a colectivos como los marroquíes
La sociedad vasca es cada vez más inclusiva y solo el 5,7% ve la inmigración como un problema. El nivel de tolerancia hacia ... las personas de origen extranjero ha mejorado nuevamente este año, influido «sin duda» por la invasión rusa de Ucrania y la llegada de personas ucranianas en busca de asilo y refugio. Sin embargo, aún se estigmatizan colectivos como el de los marroquíes, argelinos o magrebíes. Así lo recoge el último Barómetro sobre 'las percepciones y actitudes de la sociedad vasca hacia la población de origen extranjero', que elabora Ikuspegi, con la colaboración de la UPV/EHU y el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales.
El índice de tolerancia de la población vasca hacia las personas inmigrantes que residen en Euskadi marca este año un nuevo récord y aumenta hasta los 69,28 puntos. Un incremento que se explica, en gran parte, por la ola de solidaridad y empatía con el pueblo ucraniano que tuvo lugar en primavera, tras el comienzo de la invasión rusa. A pesar de esa tendencia «positiva» en relación a la presencia de estereotipos falsos y negativos hacia la inmigración extranjera, el informe «sigue reflejando la estigmatización de algunos colectivos de personas de origen extranjero, sobre todo las procedentes de Marruecos, Argelia o Magreb en general, que siguen despertando menos simpatías en la convivencia diaria. El sentimiento hacia el islam tampoco es bueno».
Solicitantes de asilo
Del Barómetro de 2022 también se extrae que un 49,7% de la población es favorable a acoger a las personas solicitantes de asilo y refugio sin ninguna restricción, a lo que se suma otro tercio (36,3%) que se muestra favorable a acoger a estas personas «una vez demostrada su condición de perseguidas».
Además, ocho de cada diez vascos cree que todas las personas deberían tener en el acceso a «los mismos derechos y obligaciones», si bien un 18,2% cree que las personas autóctonas deberían tener «cierta prioridad», un dato que «no es muy alto» comparado con 2019 (35,8%), según explicaron ayer la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal; el vicerrector del campus de Bizkaia de la UPV/EHU, Gorka Moreno, y Julia Shershneva, directora de Ikuspegi.
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Anhelina Drozd, natural de Ucrania, lleva 8 meses en Donostia
«Me ofrecen ayuda cuando conocen que soy ucraniana»
Anhelina Drozd llegó a Donostia el pasado 12 de marzo, después de que «varias bombas» destruyeran su casa en un pueblito «muy cercano» a Kiev, en Ucrania. Es una de las millones de personas que se ha visto obligada a dejar su casa huyendo de la invasión rusa. «De pequeña pasé muchos veranos en San Sebastián gracias a la asociación Chernobil Elkartea. Cuando estalló la guerra mi familia de aquí me ofreció venirme con toda mi familia. Mi madre no podía abandonar a sus padres, pero mi hermana, de 13 años, y yo salimos por Polonia y nos montamos en un coche de voluntarios guipuzcoanos que vino a recogernos. Solo puedo dar las gracias por toda la ayuda recibida aquí», dice la joven, de 20 años, en un perfecto euskera.
Tras seis meses de Erasmus en Italia, el día siguiente de volver a su casa en Ucrania estallaron las primeras bombas. «Fue muy difícil volver a irme. Y esta vez sin saber para cuánto tiempo», dice. Por ahora lleva casi ocho meses en la capital guipuzcoana, a donde estos días se ha acercado su madre de visita. «Ha sido superguay. Llevaba tanto tiempo sin verla... Y se ha traído al perro. Estamos muy felices de poder estar juntas. Desde aquí leemos muchas noticias de Ucrania, y cada vez son peores... Es muy duro todo esto», se sincera, «aunque el apoyo que estamos recibiendo por parte de toda la sociedad guipuzcoana nos ayuda a seguir adelante», añade.
Desde que llegaron, tanto ella como su hermana se han sentido «muy arropadas. En cuanto escuchan que somos ucranianas nos ofrecen ayuda. Si necesitamos coche, por ejemplo, nos dicen que nos llevan... Yo no quiero molestar a nadie, pero la gente se está portando muy bien con nosotras». Su hermana, en la escuela, también siente que los profesores se preocupan por su bienestar. «Si no es en ucraniano con traductor, hablan en inglés», dice.
Tras un tiempo viviendo con su familia donostiarra, Anhelina ha encontrado trabajo y se ha independizado con su hermana. «Estoy contenta. Ahora ayudo a menores ucranianos que han venido a Gipuzkoa sin sus padres». Mientras tanto, termina su carrera de Informática a distancia, «online». Está en el cuarto año y apenas le quedan unos meses para graduarse.
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Hicham El Belghiti, natural de Marruecos, lleva 17 años en Errenteria
«He sentido rechazo muchas veces por ser marroquí»
Hicham El Belghiti nació en Marruecos hace 38 años, pero ya han pasado 17 desde que vive en Errenteria. Dejó su casa «para cambiar mi vida hacia algo mejor. Quería tener un buen futuro y en mi país eso era imposible», explica. Veía a jóvenes con coches y una vida que parecía «idílica» y él solo quería prosperar. Por eso, no dudó en subirse a un camión para mudarse con su hermana, que ya estaba afincada en Errenteria por aquel entonces. «Mis padres no me dejaban ir en patera, era demasiado arriesgado. Me metí a un camión sin que el conductor se enterara y salté de él en una gasolinera de Madrid. Allí llamé a mis contactos y fueron a recogerme», rememora. Ha llovido mucho desde entonces, y en ese tiempo ha vivido «todo tipo de situaciones. He sentido rechazo muchas veces por ser marroquí o, como dicen aquí, moro. Es triste, duele, pero todavía pasan estas cosas».
Cuando llegó no sabía «nada» de castellano. Ahora se maneja sin problemas. Y aun y todo, sigue sintiéndose observado y hasta marginado «solo por haber nacido en Marruecos».
Por ejemplo, «alquilar una habitación cuando eres inmigrante es casi imposible. En cuanto les digo de dónde soy me dicen que ya la han reservado o se inventan cualquier otra excusa. Incluso aunque puedas demostrarle que la vas a pagar». También sufre discriminación cuando sale de fiesta. «Muchas veces no te dejan entrar en el bar, aunque vayas bien vestido. O por la calle, cuando pasas cerca de una mujer mayor, se agarra el bolso. Haces como que no has visto nada, pero por dentro te sientes mal. Duele que desconfíen así de ti», se sincera.
-¿Es la sociedad vasca ahora más tolerante que cuando llegó?
- No lo tengo claro. Cuando llegas a un sitio, al principio, siempre te sientes solo y observado. Luego, con el tiempo, te conocen y se dan cuenta de que no eres malo. Los marroquíes no son malos. Hay de todo, pero todos los que salen de su país lo hacen para mejorar su vida. Nadie sale de Marruecos para robar.
Hicham lo tiene claro. «Los magrebíes sufren más discriminación que otros colectivos». Pero también sabe que, «cuando hacen amistad contigo, te ven de otra forma, como realmente eres». Por eso, confía en que esa tolerancia que ha crecido «se expanda también a los marroquíes».
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