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Oskar Ortiz de Guinea
San Sebastián
Domingo, 23 de febrero 2025, 00:05
Son titulares de este periódico: «Los delitos por lesiones y peleas grupales crecen un 64% en Gipuzkoa desde 2019» (diciembre 2022). «Los delitos de lesiones ... por peleas suben un 36,5% en Gipuzkoa, con casi dos al día» (diciembre 2023). Los distintos cuerpos policiales conviven a diario con esta realidad que hace no tanto era testimonial por aquí. En este contexto, hace algo más de un año, agentes de la Comisaría General de Información (CGI) de la Policía Nacional, especialistas en grupos violentos juveniles en Madrid, se desplazaron a Donostia para impartir una charla a la Brigada Provincial de Información de San Sebastián, y a ella fueron invitados policías locales y el Servicio de Investigación Criminal Territorial (SICT). «Entonces, tomando un café con compañeros de la Ertzaintza y la brigada, nos comentaron que aquello de lo que estábamos hablando y que en Madrid y Barcelona llevamos ya viéndolo 20 años, era algo que también lo estaban viendo en el País Vasco pero, por la falta de experiencia en este tipo de bandas, estaban actuando sin tener del todo claro cómo hacerlo», explica Leo, responsable de grupos violentos de la CGI. «Digamos -añade- que desde 2021 habían ido reuniendo todas las piezas del puzle, pero les faltaba encajarlas», ligar toda esa información recopilada en los crecientes «pequeños delitos de robos con violencia y agresiones en la zona de San Sebastián, Errenteria e Irun», presuntamente cometidos por menores. Así surgió la cooperación entre Ertzaintza y Policía Nacional que, en colaboración con las policías municipales de Irun y Errenteria, el pasado día 3 permitió desmantelar el bloque de 'Blood' asentado en Gipuzkoa.
Para investigadores y fiscales, eran la banda juvenil «más violenta» que se mueve por el territorio. También el primer bloque íntegramente instalado por estos lares, al menos que se sepa. Su nombre es su carta de presentación: Blood, sangre en inglés, aunque es el acrónimo de Brotherly Love Overcomes Oppression and Destruction (El amor fraternal supera la opresión y la destrucción). Para integrarla, hay que superar la prueba que determinen los 'capos'. A menudo, agredir a alguien.
A los detenidos se les seguía la pista desde 2021, cuando los cuerpos policiales «ven que hay una serie de incidentes y pequeños delitos por unos menores en San Sebastián, Errenteria e Irun», explica Leo. Eran lesiones, robos con violencia, menudeo de droga... Dada su actividad delictiva, se puso el foco sobre ellos. «A base de monitorizar sus movimientos, en 2022 se ve que hay un bloque de 'Blood', y un líder que fue bendecido en Madrid», comunidad a la que van y vienen con asiduidad. Sin embargo, «los compañeros de investigación en Gipuzkoa no eran aún del todo conscientes», incide Leo.
Aquel café en Donostia permitió empezar a cuadrar el rompecabezas, con la intervención de la CGI. «Vimos que había una estructura, una jerarquía, un ritual de acceso, que consistía en apalizar a quien ellos manden». También «unas normas de comportamiento, una simbología y una literatura», añade el experto en grupos violentos. Si la mayoría de aquellos menores vestía de negro y sobre todo rojo sangre, no era casualidad, sino una seña de identidad. «Entre los tres grupos -Ertzaintza, CGI y brigada provincial de la Policía Nacional- formamos un grupo de trabajo» con una finalidad: erradicar el bloque 'Blood' radicado en Gipuzkoa. En el argot policial, lograr su «explotación».
Para ello, debían probar que los numerosos delitos de robo con violencia o las agresiones «no eran casos aislados, sino que respondían a una estrategia de un grupo organizado». Demostrar esto «era lo más difícil» y, también, «la pieza que les faltaba a la Ertzaintza y a la brigada».
A principios de 2024 convencieron de ello «a jueces y fiscales», y se judicializó la investigación. En realidad, la causa «se desglosó de una que se sigue llevando en Instrucción número 2 de San Sebastián, donde se investiga a otros dos integrantes de la banda», aclaran desde la Fiscalía de Menores, donde tienen constancia de la coexistencia de «otras bandas en Gipuzkoa», u otros grupos juveniles que comparten rituales y fechorías... «Si en Madrid y Barcelona llevamos 20 años con ellos, preocupa que últimamente empiezan a verse en provincias pequeñas, donde crea mucho más alarma social», enfatiza Leo.
Los cinco arrestados este mes en sus domicilios -en Irun, Tolosa, Errenteria y la localidad madrileña de Arganda del Rey, adonde uno de ellos se había desplazado a un piso okupado, aunque estaba empadronado en Gipuzkoa- tenían «entre 17 y 21 años» cuando se inició la investigación judicial. Ahora todos son mayores de edad, aunque tres de ellos han ingresado en el centro de Ibaiondo, en Zumarraga, y los dos mayores están en libertad con cargos. El tipo penal que se les imputa a los menores que integran una banda «es pertenencia a grupo organizado del artículo 570 bis del Código Penal», en el que «la pena prevista es de prisión de uno a tres años», según fuentes de la Fiscalía de Menores.
La juventud de los integrantes de este bloque desarticulado les permite merodear entornos propicios en su afán por reclutar adeptos para ir «conquistando territorio» a base de aumentar su número de miembros. Se nutren principalmente en «institutos de Secundaria», asegura Leo. A menudo -añade- la liga que adhiere este tipo de chavales es la música 'gangsta rap' -de gánster-, cuyas letras versan sobre robos, muerte, palizas, ajustes de cuentas... y en sus vídeos abundan potentes coches y chicas de portada. Los grandes nombres de este subgénero musical, como Yeison VF, tienen legiones de seguidores a los que cantan un mundo «muy atractivo para un chaval que tiene una familia desestructurada», que es el perfil habitual de quien acaba en un grupo juvenil violento.
Este perfil engloba a chavales que han llegado a Gipuzkoa sin un entorno estructurado o que se han criado con carencias afectivas. Un eslogan de los 'Blood' es que «somos una familia», y como tal pueden ver a la banda esos chavales de 14-15 años sin arraigo y con el cerebro tan poroso de un adolescente... o incluso preadolescente. «A partir de la pandemia, hemos observado que se ha adelantado mucho la edad de iniciación, y estamos detectando chavales muy menores, de 11 y 12 años, lo cual es muy preocupante», incide Leo y también subrayan desde la Fiscalía de Menores de Gipuzkoa: «Es importante tener en cuenta que una banda surge porque hay menores no atendidos debidamente, que buscan en ella un sentido de pertenencia, una vinculación a una familia». A veces son chavales que viven en la calle pero otras «muchas» son hijos de padres y madres «que trabajan todo el día y no llegan a casa hasta la noche», advierten en Fiscalía.
El germen de estos grupos en el Estado español fueron lo que se conocían como bandas latinas, pero «ahora las llamamos grupos violentos juveniles» porque los componen jóvenes de diferentes orígenes. «Podemos distinguir entre las bandas latinas como 'Trinitarios' o 'Dominican Don't Play', y todo lo que no es dominicano o sudamericano se está integrando mucho en 'Blood», observa Leo. En el caso de Gipuzkoa, el bloque arrestado ilustra las procedencias: tres magrebíes, un español de origen latino y un quinto de familia vasca. Según Leo, faltaría algún subsahariano para tener el espectro completo.
Además de machetes, armas blancas, indumentaria identificativa y diversas cantidades de droga –marihuana y hachís–, en el piso del que ejercía de tesorero se incautaron «entre 6.000 y 12.000 euros», una cuantía que a la Policía causó cierta «sorpresa» por elevada, probablemente procedente del trapicheo. Aunque en la redada lograron «gran cantidad de información», los investigadores resaltan su «gran dificultad» para sonsacar datos. «Si te viene un chaval magrebí con una navaja, al final impera la ley del silencio», resume Leo. «Cuando una banda está relacionada con algún asunto, ni las víctimas ni los testigos hacen referencia a su participación», lamentan en Fiscalía. Con todo, cayó el bloque 'Blood' de Gipuzkoa.
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