«Ahora soy yo el que ayuda a personas en busca de asilo»
Hakar Mouhamad huyó de Siria hace 10 años y con la ayuda de Cruz Roja llegó a Gipuzkoa, donde ha abierto dos barberías y ha cambiado su vida por completo
El de Hakar Mouhamad no ha sido un camino fácil. Todavía le cuesta ser consciente de lo lejos que ha llegado y de la vida ... que ha conseguido construir, a pesar de las dificultades a las que se ha enfrentado. En siete años ha abierto dos barberías de lo más originales en Donostia: la primera, en la Parte Vieja, cuenta con un DJ cada sábado; y la segunda, en Gros, tiene un billar y una PlayStation. Sentado en el sofá verde de terciopelo que adorna esta última, Hakar, refugiado kurdo de Siria, echa la vista atrás y recuerda todo lo que le ha costado llegar hasta Gipuzkoa, lugar que a día de hoy llama hogar.
Hace casi diez años que comenzó su historia de lucha, superación y supervivencia, cuando huyó de la guerra en su país natal para intentar labrarse una vida mejor. Su identidad como kurdo agravaba el peligro en esta situación de conflicto. «Yo no tengo pasaporte de Siria, porque soy kurdo, y aunque 'prometieron' darnos uno si nos alistábamos en la guerra, yo me negaba a matar a mis vecinos». Así comenzó su ruta hasta el asilo, de frontera en frontera. «Llegué a Turquía y de ahí fui a Bulgaria. Seguí por Serbia, Croacia, Eslovenia, Alemania y terminé en Noruega», relata, aunque esta lista de naciones esconde una dura realidad que Hakar no es capaz de revivir sin emocionarse.
«Crucé unas 12 fronteras a pie, sin papeles, con miedo y teniendo que dejar atrás a compañeros muertos. No podíamos parar, teníamos que escapar», confiesa apenado. «Es muy difícil dejar todo atrás. Estuve muchos meses sin poder contactar con mi familia».
«Crucé unas 12 fronteras a pie, sin papeles, con miedo y teniendo que dejar atrás a compañeros muertos. Teníamos que escapar»
Hakar Mouhamad
Refugiado asentado en Gipuzkoa
Ya en Noruega, terminó viviendo en un 'macrocentro' de refugiados durante dos años, donde la calidad de vida era escasa. «Estaba en un pueblo muy muy pequeño, cuando nos habían dicho que el centro se encontraba en la gran ciudad. No podíamos salir de allí, no nos enseñaron el idioma y nunca tuvieron como objetivo que nos integrásemos en la sociedad», añade. «Comencé a beber y a beber... Hasta el punto en el que no podía dormir sin haber bebido. Me convertí en alcohólico». Por segunda vez, salió de allí buscando mejorar su situación y terminó en Madrid, donde contactó con Cruz Roja. Este fue el inicio de su nueva vida. Dejó el alcohol, y le asignaron una plaza en Gipuzkoa como parte del programa de acogida e integración de personas solicitantes de asilo. En el territorio, Cruz Roja cuenta con distintos pisos en «Donostia, Arrasate, Eskoriatza y Eibar. Un total de 81 plazas» destinadas a facilitar el proceso de inserción social, explican Lidia González, responsable del programa en Gipuzkoa, y Youssef Cherif, quien ha sido el técnico de Cruz Roja de referencia en todo el proceso de Hakar.
«Quiero romper los estigmas»
Este proceso ofrece al usuario «servicios de formación y empleo, servicio jurídico, servicio psicológico, de aprendizaje del idioma... Trabajamos en conjunto con las personas usuarias, ya que el objetivo es tramitar tanto la parte administrativa como la de su bienestar social y emocional», señalan. Este modelo también «facilita la inserción laboral» ya que, durante un periodo de 18 meses, desde Cruz Roja se encargan de financiar «la orientación formativa, los materiales necesarios para realizar la formación... Hasta que se obtiene este resultado», explica Cherif, en referencia a la barbería que abrió Hakar en el barrio donostiarra de Gros hace año y medio.
Eso sí, la elección de esta profesión no fue por casualidad. «Yo era el que cortaba el pelo a mis compañeros en Turquía y también cuando llegué aquí, a mis compañeros de piso. Aprendí a base de experiencia pero para trabajar tenía que formarme a nivel profesional», cuenta. Cherif y González apuntan que «vimos el talento y decidimos fomentarlo y apoyarle en este camino». Así, consiguió sacarse «un título en tinte y corte, un máster en corte con máquina y tijeras... gracias a la financiación de Cruz Roja», insiste agradecido.
Después del confinamiento por la pandemia y tras haber trabajado durante seis meses, decidió emprender y abrió su propio negocio: 'KUR2'. Su primera barbería, situada en la Parte Vieja, y con un nombre que rinde homenaje a sus raíces. «Funcionó tan bien y recibíamos a tantos clientes que tuve que abrir otro local», y así fue cómo nació su segundo establecimiento, en el barrio donostiarra de Gros.
«El objetivo del programa es tramitar tanto la parte administrativa como la de su bienestar social y emocional al llegar aquí»
Youssef Cherif
Técnico de Cruz Roja
Pero este hombre no solo realiza cortes de pelo. Está especialmente volcado en «devolver todo lo que me ha dado la sociedad, especialmente la guipuzcoana» y ha pasado a ser él quien echa una mano a los recién llegados. Gran parte de su equipo son extranjeros en busca de asilo y «todos ellos están avisados de que si viene algún refugiado por parte de Cruz Roja, les tienen que hacer un pequeño descuento. Están pasando por algo muy duro, y yo sé lo que es», confiesa. Ahora es su mujer la que ha llegado a Gipuzkoa y está estudiando castellano, «porque ella quiere trabajar e integrarse en la sociedad guipuzcoana, como yo».
Sentado frente a Youssef Cherif y Lidia González, este peluquero no puede contener las lágrimas. «Este momento me recuerda a la primera entrevista, la primera conversación que tuve con Cruz Roja cuando llegué aquí», reflexiona. «No sabía castellano. Era como un bebé aprendiendo a hacer todo por primera vez». Han pasado siete años desde entonces y, a día de hoy, Hakar sigue aprendiendo a sobrellevar su duelo y tratando de «romper los estigmas que la sociedad tiene sobre los refugiados».
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