Pierre encalla la motora en un islote del lago Kivu. Cinco o seis monos de cara negra y pelaje gris blanquecino bajan de los árboles, ... corretean a cuatro patas hasta la orilla, se yerguen y nos miran. Pierre les muestra un plátano pero no se mueven. Entonces aparece él: un mono con enormes testículos de color azul turquesa brillante, que pasea majestuoso entre sus súbditos y salta al bote. Se acerca a Pierre, le quita el plátano y se lo come, sentado plácidamente en la borda. En las monarquías de estos primates, como en las humanas, los grandes testículos azules son un símbolo de poder.
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En el bosque de la isla Munini caminamos bajo miles de murciélagos que cuelgan en racimos, formando una bóveda cartilaginosa que palpita y emite chillidos desesperados. Pierre se ríe de nuestra aprensión. De regreso al puerto ruandés de Kibuye cuenta que era un bebé cuando exterminaron a su familia en 1994, creció en un orfanato católico, allí estudió inglés y pensó que era una ventaja para formarse como guía y pasear turistas por el lago. Su colega Jérôme cruzó con 6 años a la orilla congoleña, de noche, en el bote de un pescador que salvaba madres con niños: al padre y al hermano mayor de Jérôme los mataron en el estadio de Kibuye, donde masacraron a 15.000 tutsis en tres días. Esa misma semana en la iglesia asesinaron a 11.000. Pierre y Jérôme recuerdan las erupciones del volcán Nyiragongo: de noche iluminaba como una antorcha, el Kivu parecía un lago de fuego.
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