La alta velocidad en Gipuzkoa se encarriló desde Mariarats
Diez años del TAV en Gipuzkoa ·
El 3 de abril de 2008 el TAV se empezó a abrir paso desde Ordizia. Los vecinos del barrio observan la obra acabada mientras se preguntan cuándo pasará el trenEn Mariarats empezó todo hace diez años. La alta velocidad ferroviaria en Gipuzkoa comenzó a abrirse camino entre la casa de Patxi, la de Josefa o las casetas y la huerta donde Mariano, que ya se fue, pasaba las horas. Allí sigue el vallado que acotó las obras del primer gran túnel de la Y vasca, los casi 3 kilómetros entre Ordizia e Itsasondo donde solo retumba el eco desde entonces. Continúa el helipuerto, ideado para posibles emergencias pero que permanece escondido bajo maderos apilados sin opción a ningún aterrizaje. Se alza la boca del túnel y el viaducto hacia Beasain Este que modificó el paisaje del valle y la vida de sus, entonces, siete habitantes. Una década después algunos de ellos siguen allí, nunca quisieron marcharse, y recuerdan con cierta nostalgia el trasiego de camiones y de personal que rompió su tranquilidad durante más de cinco años.
«¡Qué distinto estás!», reacciona Josefa cuando ve a uno de los responsables de obra con el que tantos días y vivencias compartió. Le mira y le remira. «Me alegro mucho de veros», dice al grupo. Todos han cambiado físicamente, ella también. Pero a sus 89 años, conserva la energía de antaño, algunas de las reclamaciones que se le quedaron pendientes y los buenos -también alguno malo- recuerdos de cuando preparaba tortilla de patatas, alubias o lo que tuviera en la despensa para comer ese día a algunos de los trabajadores que, aún de vez en cuando, la siguen visitando.
El acceso a su caserío Goitinetxeberri sigue como lo dejaron en 2012, cuando las máquinas, las casetas de obra, las oficinas de los contratistas y los 70-80 trabajadores, entre ingenieros, técnicos, operarios y personal de seguridad que cada día pisaba el valle se marcharon. El vallado metálico de obra, con puerta incluida, rodea el empinado camino hasta la casa, en lo alto. Cada obra se convirtió «en un fortín», evocan quienes estuvieron en su interior. Por la amenaza terrorista de ETA y por la implacable presión de los grupos antiTAV que llegaron a encadenarse en el tejado de la casa de Patxi, a un lado del viaducto, o a rodear la de Josefa, al otro.
Allí siguen ambos. Ella, viviendo con su hijo Juan Antonio, y observando desde su atalaya la imponente construcción que une los dos lados del valle y por donde algún día circularán los trenes. «Creo que me moriré sin verlos», desconfía la mujer, que echa la vista atrás mientras rescata de un sobre dos fotografías que se hizo junto al lehendakari Ibarretxe «y esta chica -la entonces consejera de Transportes Nuria López de Guereñu- que ya tiene que tener al hijo mayor». En la foto, estaba embarazada.
Era el 28 de agosto de 2008. Y después de acondicionar todo el terreno, las máximas autoridades del país -bajo una vigilancia férrea con agentes de la Ertzaintza diseminados por las laderas cercanas- inauguraban oficialmente las obras del TAV en Gipuzkoa. Se ponía la primera piedra, o mejor dicho, se agujereaban las primeras rocas para abrir uno de los túneles por los que pasará ese tren de alta velocidad. Era el comienzo de un trazado que solo en Gipuzkoa tiene 68,7 kilómetros -casi 40 ya terminados- entre Bergara y Lezo, el que será último de los tramos previstos en este corredor, pero que aún está en fase de redacción. Allí, enlazará algún día la Y vasca con la alta velocidad procedente de Europa.
Los trabajos preliminares habían comenzado un poco antes, oficialmente el 3 de abril. Josefa estaba más joven, según ella misma constata al mirar su fotografía. Y aunque, como ahora, podía subir y bajar andando de su casa, por seguridad tenía que avisar por móvil -uno que le dieron «con números grandes»- a los vigilantes, que se encargaban del traslado. «No me molestaban», asegura. «Para mí al final eran como unos hijos», dice mientras recuerda sin descanso episodios que vivieron entonces. «Todos eran majos, menos dos», sentencia, recordando el episodio más desagradable, cuando le intentaron robar.
EL TAV EN GIPUZKOA
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TRAZADO: Bergara-Lezo. 68,7 kilómetros, el 62% en túnel. El Gobierno Vasco tiene la encomienda de este tramo, y recupera la inversión vía Cupo.
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OBRAS: Se dividen en 20 tramos, de los que 12 están ya terminados (37 kilómetros). Hay cinco en ejecución, además de la adaptación de la vía enter Irun y Astigarraga, paralizada en las últimas semanas.
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COSTE: Ascenderá a 2.343,36 millones (IVA incluido), tras la renovación de la última encomienda que incluye la nueva estación de San Sebastián, los apeaderos de Astigarraga y Ezkio y el último tramo entre Astigarraga y Lezo.
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MODIFICADOS: El estado presupuestario actual es de 1.841 millones, un 8,9% más del presupuesto de adjudicación.
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TÚNELES Y VIADUCTOS: El túnel más largo, que se ejecuta en dos tramos, es de 5,4 km entre Antzuola y Ezkio. El viaducto sobre el Urumea tiene más de 800 metros.
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ESTACIÓN DE SAN SEBASTIÁN: Las obras comenzarán en 2019. El próximo paso es la adjudicación de la redacción del proyecto constructivo.
Las farolas sin luz
A pesar de su genio y de que, diez años después, sigue reclamando que le pongan luz en las 17 o 18 farolas que le instalaron en el nuevo camino a su casa, Josefa se alegra del reencuentro y acoge con cierta satisfacción la noticia de que a final de año posiblemente vuelvan muchos operarios para realizar las galerías de emergencia a las que obliga la Unión Europea por seguridad. «Dieron una terminación mala», insiste la mujer pensando en su luz o en los restos visibles de la obra; mientras su hijo apenas se queja de las indudables molestias que generaba el incesante trasiego durante las 24 horas del día. «Nos avisaban cuando había voladuras por la noche, pero lo demás no me molestaba», asegura Juan Antonio, quien reconoce que en su entorno no todos entendían su apoyo al TAV, pero que él lo tenía claro: «Si se ponían a discutir del tema, me iba. A mí me parece bien poder ir rápido a Madrid». Y espera «poder estrenarlo» alguna vez, para ir por ejemplo a ver a la Real Sociedad.
Los reproches en esos «microcosmos» que se creaban entre vecinos y trabajadores a pie de cada obra eran un elemento más con el que bregaban los responsables. No solo por las expropiaciones forzosas de terrenos y las negociaciones -cada acuerdo económico se queda entre las dos partes, aunque entre los vecinos barrunten cuánto se llevó el de enfrente-, sino también porque, al final, tenían que lidiar con el día a día de los trabajos y convivir durante años. «Se intentaba una relación cordial», recuerdan los responsables. Porque al menos en aquellos comienzos, «bastante había con la amenaza violenta como para sumarse más enemigos».
Para ello tener aliados como Patxi fue decisivo. El antiguo trabajador de Iberdrola, que como Josefa tampoco aceptó la oferta para irse fuera con su mujer, a Benidorm, mientras duraran las obras, continúa en la misma casa, al otro lado del viaducto de 105 metros que sobrevuela el valle y el arroyo que le da nombre, Mariarats. Patxi ejerció de mediador con otros vecinos a la hora de negociar ocupaciones temporales de terrenos o expropiaciones, y actuó como «encargado» auxiliar de la obra que ve desde su terraza, le reconocen una década después.
Supervisión
«Nos ayudó mucho», recuerda uno de aquellos trabajadores al reencontrarse con él. «Manejaba toda la información» y se movía con soltura entre las oficinas de los ingenieros o los contratistas que se repartían junto a su casa, dentro del perímetro de obra. A sus 87 años, y con la vista afectada, sonríe al recordar aquellos años. Lo bueno y lo malo. Cuando las voladuras «hacían mover un poco el suelo», cuando había averías o algunos «desperfectos», o cuando unos activistas antiTAV se encadenaron en su tejado. «Yo estaba a favor y les intentaba convencer», dice sin olvidarse de reclamar, ante quien corresponda, que «arreglen los baches del camino que prometieron y no han hecho».
La estructura, con las dos bocas de los túneles tapadas, uno en dirección Itsasondo y el otro, enfrente, hacia Beasain recibe cada seis meses la visita de algún responsable de Euskal Trenbide Sareak -los que la ejecutaron, pese a que la propiedad ya es de Adif- para evaluar su estado de conservación. No hay movimiento, solo el del agua que algún vecino ha canalizado hábilmente hacia sus terrenos para regarlos.
Los vaivenes políticos, contratiempos técnicos y paréntesis económicos han ralentizado algunos tramos, paralizado otros y demorado unos plazos irreales que, en origen, pronosticaban que el TAV tendría que estar ya a estas alturas pasando por delante de las casas de Patxi, Josefa y Juan Manuel. Pero ninguno de ellos, que han seguido en las noticias la evolución de la obra en el resto de Gipuzkoa, se atreve a poner fecha a ese día. Y es que no solo se debe terminar este ramal entre Bergara y Lezo al que le quedan cinco tramos por rematar, sino que una vez concluida la estructura principal hay que colocar aquellos raíles que quedaron hace seis años apilados bajo el viaducto de Ordizia. «Ahí están», constata Juan Manuel. O remozar unas cavidades desgastadas por el paso del tiempo.
La previsión marca ahora que hay que esperar otros cinco años. Hasta 2023. Patxi y Josefa coinciden: «Ya moriremos sin verlo». Juan Antonio no pierde la esperanza: «Espero montarme alguna vez».