Maribel Mestrojuan, en la puerta de su casa de Donostia. Michelena

«Tengo que alquilar una habitación para poder hacer frente a los gastos»

Sin más ingresos que la pensión de viudedad, Maribel Maestrojuan se vio obligada a compartir su piso para poder seguir adelante «dignamente»

Miguel Ángel Mata

San Sebastián

Sábado, 9 de enero 2021, 08:07

Desde que enviudó hace 16 años, Maribel Maestrojuan se las ve y se las desea para llegar a fin de mes. Más aún en invierno, ... cuando la factura de la luz se dispara. Navarra de origen pero afincada en el barrio donostiarra de Loiola desde hace más de 40 años, hace tres decidió que no podía seguir así y optó por alquilar una habitación de su humilde piso para tener un ingreso extra. «Gracias a los 300 euros que me paga el chico con el que comparto la casa puedo vivir dignamente», subraya a sus 81 años. «Con los poco más de 700 de la pensión de viudedad lo tendría difícil», añade. Y eso que reconoce que su situación ha mejorado algo con las subidas de las pensiones que se han ido aprobando en los últimos años. «Hace tres, con los 600 euros que cobraba, no me daba para todo. Ahora al menos son cien euros más, y con lo del alquiler de la habitación...».

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Aún y todo, trata de consumir la menor cantidad de energía posible. «Menos mal que soy una calorías y no soy de tener frío», se resigna recordando cómo ha habido ocasiones en las que tuvo que «pedir dinero prestado a algún vecino y luego devolvérselo cuando cobraba la pensión».

«Con los poco más de 700 euros de la pensión de viudedad lo tendría difícil para vivir dignamente»

Quien sí es friolero es su inquilino. Tiene un pequeño radiador que «él sí pone mucho, día y noche. Además, como da clases por internet, está todo el día con el ordenador encendido. Y se ducha mucho», señala a modo de toque de atención pero en tono comprensivo y sin reproche.

Ayuda del Ayuntamiento

En invierno la factura de la electricidad supera los 100 euros, de los que el Ayuntamiento de San Sebastián le subvenciona «algo más de 30» a través de una ayuda que le concedieron hace dos años gracias a la intervención de una asistente social.

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«Algo es algo», admite antes de lamentar que «esto, y otra pequeña ayuda por una obra en el baño es lo único que me han dado después de más de 40 años trabajando». Recuerda cómo dejó su empleo con 64 años para cuidar a su madre y a su difunto marido enfermo, «y aunque se suponía que había unas ayudas para eso, a mí no me las dieron». Enumera las varias ocasiones en las que ha solicitado apoyo a las distintas administraciones, de las que «no ha visto casi nada». Por razones de salud -«tengo una osteoporosis que me hace andar con muletas y dificultad auditiva»-, por imprevistos -«hace un tiempo se me estropeó la caldera, pedí una ayuda y aún estoy esperando»-, o por obras en el edificio -«tampoco recibí nada cuando pusieron el ascensor en el edificio».

Esa falta de ayuda es la que la llevó a renunciar hace unos años a poner gas natural en su casa, una energía que es más barata que la electricidad pero cuya instalación suponía un importante desembolso económico. Así que mantiene todo eléctrico, con lo que ha visto cómo la factura energética se ha disparado en los últimos años, comiéndose buena parte de la subida de su pensión.

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Por ello es una asidua de las concentraciones de jubilados a las que convoca la asociación de pensionistas Duintasuna. «Necesitamos unas pensiones que nos permitan hacer frente a los gastos y vivir dignamente», remata.

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