4.000 kilómetros a pie con parada en Gipuzkoa

«Siempre he sido una persona muy nerviosa, y se me ocurrió este reto como una forma de enfrentarme a eso», comenta. «Ha sido muy duro pero muy gratificante». Durante su recorrido ha enfrentado condiciones climáticas extremas, como lluvias torrenciales, olas de calor y hasta granizo. «Lo más difícil ha sido afrontar todo eso estando solo», confiesa.

Uno de los aspectos que más le han marcado a Giménez, que durante su periplo ya ha pasado por Gipuzkoa, ha sido el apoyo desinteresado de las personas que ha encontrado por el camino. «La gente de los pueblos, sin saber que estaba haciendo un reto, me han abierto las puertas de sus casas. Hay mucha bondad en la gente», asegura.

Giménez, que convive con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), afirma que esta travesía ha supuesto un cambio de vida. «Mi vida era un descontrol total. Ahora estoy muy conectado al presente. Enfocarme en los detalles que en el día a día ignoramos me ha enseñado una forma de vivir mucho más pausada».

Además de caminar, ha vivido experiencias como hacer puenting y acampar en pueblos desiertos y abandonados. Para él, la conexión con la naturaleza se ha convertido en una forma de terapia. «Estar en la naturaleza es como tomar antidepresivos. Te obliga a parar, a estar en el ahora, y eso genera una paz mental que antes no conocía», explica.

Para este creador de contenido esta aventura también es una crítica al estilo de vida actual: «Creo que se está perdiendo la vida cotidiana, la vida en el presente. Ahora todo el mundo va con el móvil, todo es individualista». Su mensaje es claro: desconectar del caos para reconectar con uno mismo.

Giménez ya tiene en mente tres nuevos retos, que por ahora prefiere mantener en secreto. Lo único que adelanta es que quiere que sean «retos inhumanos», con los que seguir explorando sus propios límites físicos y mentales.