Don Bosco lleva agua al desierto
Jon Vicente y Martín Mendizabal viajaron en Semana Santa a la región de Er-Rachidia para instalar su proyecto
TERESA FLAÑO
Miércoles, 3 de mayo 2017, 07:47
«Ha sido una experiencia inolvidable, aunque dura en ocasiones porque viven en unas condiciones bastante precarias. Pero luego ves que lo que has ideado y construido ayuda a la gente y te sientes muy bien, te da subidón». Esta es la sensación que han tenido Martín Mendizabal y Jon Vicente tras llevar a dos pueblos del Medio Atlas en Marruecos el proyecto que realizaron en el primer curso del Departamento de Mecatrónica del Centro Integrado de Formación Profesional Don Bosco para la extracción de agua a través de bombas con energía fotovoltaica. Y si se quedan con una imagen es con la de los niños riendo sin parar y mojados por el agua que sale de una manguera. «Posiblemente es la primera vez que jugaban así», comenta Jon Artola, el profesor que les acompañó.
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El origen de este proyecto solidario está en el Panda Raid, un París Dakar en pequeño y en coche Seat Panda, que parte de Madrid con destino cada año a una ciudad diferente de Marruecos. Hace dos años, los alumnos de Automoción se propusieron participar y para ello prepararon un coche. La ONG española-marroquí Camino al Sur pedía a los participantes que llevaran material escolar, porque de esta forma había menos posibilidades de que se lo requisaran en la frontera. Así fue como en Don Bosco conocieron el trabajo de esta asociación. En concreto, en su coche llevaron ordenadores y placas solares. Cuando fueron a montar los equipos detectaron que en la región de Er-Rachidia había una gran necesidad, la extracción de agua porque, aunque hay pozos a pesar de estar en el desierto, la forma empleada para conseguirla es a través un sistema de poleas y cubos.
Entonces fue cuando surgió la posibilidad de compaginar formación y solidaridad. Don Bosco ha entrado en el programa del Gobierno Vasco Ethazi, donde los alumnos aprenden a través de dieciséis retos que deben realizar por equipos, con el asesoramiento de los profesores, de principio a fin. Diseñar una bomba de agua para dos poblaciones marroquíes: Taz-Nat y Ait-Innou.
Apoyo de empresas
Vicente y Mendizabal formaban parte del equipo que presentó el mejor proyecto y durante la pasada Semana Santa, acompañados por Jon Artola, tomaron un avión con destino a Fez. El material había llegado antes en una nueva edición del Panda Raid. Varias empresas entraron de forma desinteresada: KSB cedió dos bombas, Elektra el material fotovoltaico, la ONG D.O.A. los paneles solares y el Ayuntamiento de Errenteria financió los gastos del viaje de los dos alumnos.
Martín Mendizabal explicaba ayer en el centro de Formación Profesional de Errenteria que «cuando nos propusieron esta idea me gustó, tenía ganas de ir y me centré mucho en sacarlo bien adelante». Estudiar qué tipo de baterías necesitaban, saber cuál era el ángulo exacto en el que se debían colocar las placas solares o las secuencias de cable fueron algunos de los detalles en los que trabajaron.
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El primer destino fue Taz-Nat, un pueblo con quinientos habitantes, sin luz ni agua corriente. «Nos impresionó su forma de vida, muy diferente a la nuestra. Lo que aquí consigues en un minuto, como un contador, ahí tardabas horas. Los ayudantes que nos pusieron sabían cómo colocar las cosas, pero no entendían por qué funcionaban. Cuando les dibujamos un esquema con todo el proceso se quedaron muy sorprendidos», comentan los dos alumnos. Además, estaba el problema de la comunicación «bastante complicada pero lo conseguimos a base de gestos».
Vicente y Mendizabal salieron muy impresionados de esa primera experiencia. «La gente es muy agradecida. Eran muy pobres y nos invitaban a comer a sus casas ofreciéndonos todo lo que tenían. Todo el rato nos daban las gracias». Recuerdan que «cuando terminamos la instalación era ya de noche. Al día siguiente fuimos a recoger todo y nos encontramos delante de la caseta del pozo con una cola de mujeres con sus cubos esperando su turno para abrir el grifo».
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La instalación de la segunda bomba en Ait-Innou en principio parecía más sencilla porque el colegio junto al que se iba a instalar sí tenía electricidad, pero cuando llegaron se dieron cuenta de la necesidad de reforzarla y buscar los puntos en los que fallaba. «Además con toda su buena voluntad querían participar y en lugar de agilizar el trabajo lo retrasaban porque también nos costaba comunicarnos».
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