García: «No se nos educa para la muerte sino para el apego a lo terrenal»
«¿Cómo hay que irse? En paz con uno mismo y con los demás, perdonando y teniendo la comprensión de los demás, que deben dejar despedirnos»
Ana Vozmediano
Martes, 28 de junio 2016, 07:28
Llega hoy desde Sevilla vía Bilbao para presentar uno de sus libros en la casa de cultura de Amara Berri, en Donostia. Se trata de 'Viaje a través de la nada' que, por primera vez, novela todos sus conocimientos sobre la psicoterapia vinculada con la muerte. Es el psicólogo José María García García, invitado por la asociación Bidegin, que ayuda a enfrentarse con los decesos, sean el propio o el de seres queridos. Conseguir que las personas se vayan en paz es uno de los objetivos. Así lo contará hoy en su charla, que comienza a las 7 de la tarde.
-El libro que va a presentar hoy en el centro cultural Ernest Lluch es su primera novela después dos libros de ensayo. Y tiene un origen un poco inquietante, casi como el de una serie de televisión...
-Es cierto, lo tiene. Me encontré con una amiga vidente que se acababa de encontrar con un accidente de coche en el que había muerto una persona. Pero esa persona no sabía que había muerto y ella, mi amiga, debía ayudarle a saberlo y a ir hacia la luz. La historia me impactó tanto que, después de las sesiones de terapia de esa jornada, cuando salí del trabajo por la noche, llegué a mi casa y me puse a escribir. 'Viaje a través de la nada' salió solo a partir de esa vivencia.
-Pero este tipo de experiencias de ir hacia la luz, de ver la propia muerte, ¿tiene que ver con la psicología, que es su profesión, o con el espiritismo?
-No tengo nada que ver con el espiritismo. Yo soy terapeuta e intento ayudar a la gente, tanto a quienes tienen que abordar su propia muerte como a aquellos que se ven azotados por la de un ser querido. Para todos ellos la terapia debe ir encaminada a evitar el sufrimiento, a encontrar su propio corazón. Uno de mis ensayos se titula 'Lo fácil que es sufrir'. El otro, 'Yo también creo en los fantasmas'. Reflejan todo el proceso que rodea a la muerte.
-Todos la tememos por el sufrimiento que provoca.
-En nuestra religión, yo soy creyente, no se nos educa para morir, tenemos mucho miedo a todo lo que significa. En cambio, una de las reglas básicas de la doctrina de Buda habla del apego y dice que es la causa del sufrimiento. Los seres humanos somos conciencia, pero creemos que somos también nuestras posesiones, aquello que tenemos.
-Habla siempre del caso de su sobrina, una médica que tenía 38 años cuando le detectaron un cáncer. Era madre de dos niños de seis y cuatro años y lleva ya más de tres luchando contra las recidivas de su enfermedad.
-Pongo el ejemplo de su caso porque me resultó revelador. Cuando me enteré de su pronóstico médico, viajé desde Sevilla, donde yo vivo, hasta Granada, donde reside ella. Cuando llegué a su casa, su marido se hizo cargo de los niños e hicimos terapia a solas. Cinco horas que me dejaron agotado. Ella es una médica que no tiene creencias, pero consiguió sentirse mejor, incluso notar que se elevaba. Le sirvió para tener una experiencia diferente que le resultó muy útil. Para ver la luz.
-Ella sigue viva, peleando contra su enfermedad, pero otras personas a las que usted ha tratado han muerto.
-A través de sus experiencias previas, de la de mi propia sobrina, tengo el convencimiento de que nadie muere solo, de que al otro lado les reciben personas que les conocen para que pueda encontrarse con la luz. Ella me contó que todos tenemos mucha luz alrededor. Esa fue su vivencia durante aquellas cinco horas intensas y repito que no es una mujer creyente.
-¿Qué ocurre con aquellos que han perdido a un ser querido y no pueden superarlo? También acuden a usted.
-Una de las terapias que utilizo es la de la silla vacía. La persona que se ha quedado sola se sienta frente a esa silla en la que se supone que está la persona a la que ha perdido. Puede hablarle, criticarle, despedirle, decir lo que quiera como si el otro estuviera allí. Cuando haya terminado de vaciar todo eso que sentía puede ocupar esa silla vacía y, desde la fantasía, ponerse en el lugar de la persona fallecida y sentirse como ella. Desde la fantasía, insisto, es un método psicodramático.
-¿Hay personas que se sienten culpables por no sufrir tal y como la sociedad espera que lo hagan?
-Hay una culpa sana, que es cuando alguien reconoce un error con el ánimo de enmendarlo, pero hay otra que no lo es porque encubre un enfado no expresado. El resentimiento, el odio, son también etapas para llegar al interior de la persona, a que pueda llegar a sentirse tranquila y a encontrar su propio corazón. La verdad es que no se puede obligar a nadie a perdonar, pero cuando el perdón llega puedo decir que es algo maravilloso.
-Hemos hablado de aquellos que piden ayuda para poder aliviar su sufrimiento cuando muere alguien cercano al que quieren. Pero usted también se enfrenta con personas que van a morir o que, como ocurrió con sus sobrina, ven que el final puede estar cerca.
-Es un proceso con muchas etapas y muy diferentes entre ellas. Es importante permitir a esa persona que siente la muerte próxima que exprese todo lo que lleva dentro, que se le permita odiar, decir lo que siente, que haga limpieza de sí mismo desde el punto de vista psicológico. Si me quedo en paz, si soy capaz de atravesar mis miedos, puedo conectar con el amor, incluso si soy creyente con Dios. Hay personas que tienen capacidad de saber qué existe al otro lado y que son capaces de detectar esa presencia. Tengo una amiga que acompañó a su abuela hasta el final y afirma que pudo sentir con ella cómo se sucedían todas las etapas hasta que murió.
-Parece más fácil para las personas creyentes...
-Insisto, no se nos educa para la muerte, pero hay que hacerlo de la mejor forma posible y dejar que los otros también lo hagan. Los no creyentes también deben ser capaces de irse despidiéndose, perdonando, en un ambiente de comprensión. No vale decirle 'no sufras', 'no llores', porque tiene derecho a hacerlo. A veces, las personas que están muriendo son las que contienen el dolor de su acompañante.
-¿Cómo hay que irse?
-Hay que irse en paz con uno mismo y con los otros, soltar lastre, confiar. Somos como muñecas rusas, si se nos permite expresar el miedo, el enfado o la ira, debajo siempre aparecerán los buenos sentimientos.
-Habla de que el sufrimiento es fruto de la fragmentación de la psique. ¿Qué quiere decir con ello?
-De lo que hablo es de que la psique está dividida entre el estado del yo, el del adulto y el del niño. Una parte quiere algo que la otra no desea o prefiere una tercera. Hay que trabajar en la desidentificación de esas personas internas que tenemos para poder ser un individuo integral que no esté condicionado por esa fragmentación interior de nuestra mente que nos perjudica y que nos hace sufrir.