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JAVIER GUILLENEA
Domingo, 29 de mayo 2016, 08:43
El irunés Ricardo Díez Muiño es investigador del CSIC en el centro de Física de Materiales de la UPV, dirige desde 2013 el Donostia International Physic Center (DIPC) y explora en el tiempo que le queda las fronteras de las propiedades de la materia a nivel atómico. En el DIPC sobre todo se investiga, pero también se crea, se enseña, se hace proselitismo, se escribe y se utiliza la imaginación. Díez Muiño navega por un océano, el de la ciencia, donde impera la libertad, al menos en apariencia.
- ¿Qué pinta en el DIPC un estudiante de doctorado de literatura comparada?
- Siempre se suele hablar de dos disciplinas distintas, que son ciencias y humanidades, y una de las cosas que hacemos es plantear que la ciencia también es parte de las humanidades en el sentido de que es una actividad tan propia del ser humano como cualquier otra y que contribuye igual que la filosofía o que la literatura a lo que es el crecimiento cultural.
- ¿Y en el caso de este estudiante?
- Tenemos un proyecto de libros que es una colección de textos escritos fundamentalmente por científicos pero no solo por científicos, que lo que buscan es expresar sus opiniones en todo lo que tenga que ver con las relaciones entre arte y ciencia, literatura y ciencia. Junto con Gustavo Schwartz, este alumno es el que se está ocupando junto de hacer la selección de los textos y y organizar los distintos temas.
- Otro de sus proyectos es la DIPC Schools.
- Una de las cosas que nos preocupa dentro de lo que es la investigación es la educación y en particular la formación de investigadores. La idea de la DIPC Schools es intentar hacer escuelas de verano especializadas en San Sebastián para estudiantes de doctorado, de máster o investigadores jóvenes. Se puso en marcha hace dos años y ha funcionado fenomenalmente bien. Este año tenemos tres escuelas y una de ellas va a ser dirigida por el premio Nobel de Química Martin Karplus. Si la idea era que vinieran sesenta o setenta estudiantes, hay una de ellas que ya tiene 130, con lo que vamos a tener que decir a algunos que no.
- El DIPC también centra parte de sus esfuerzos en atraer a jóvenes al mundo de la ciencia. ¿No se sienten como los misioneros que antes iban por los colegios para hablar de las misiones?
- Nosotros le damos mucha importancia a eso y tenemos muchas actividades al respecto. Como científicos tenemos la responsabilidad de intentar transmitir la ilusión y la pasión por la ciencia y tratar de acercarla a jóvenes que puedan ver en ello una salida profesional.
- ¿Esta responsabilidad no la tiene que asumir el sistema educativo?
- También. Yo doy clase en un máster de la UPV y una de las preguntas recurrentes que suelo hacer cada año a los alumnos es por qué se han hecho científicos, qué les ha atraído de la ciencia.
- ¿Qué contestan?
- Hay dos respuestas que son las más comunes. Una es por un programa de televisión que les maravilló, y en nuestra generación fue Cosmos, de Carl Sagan. Otra respuesta suele ser por un profesor de Bachillerato buenísimo que les transmitió esa pasión. Y es verdad, eso nos pasa un poco a todos. Esa responsabilidad existe en la administración educativa y yo creo que se está haciendo porque hay muchos profesores que son capaces de transmitir pasión por la ciencia. La de profesor es una de las profesiones más importantes porque al final son los que están creando las bases de nuestra sociedad futura y por desgracia ahora mismo no están tan bien considerados socialmente.
- En 2000 usted se convirtió en el primer contratado del programa Fellow Gipuzkoa, dirigido a atraer a científicos vascos de prestigio que trabajan fuera. ¿En aquel momento había que tener mucha fe en el proyecto del DIPC para abandonar la Universidad de Berkeley, donde estaba investigando?
- Yo estaba en Estados Unidos y seguía manteniendo contacto con Pedro Etxenike. Cuando él me contaba lo que quería hacer en el DIPC, medio en broma y bastante en serio yo le respondía que estaba loco. Me parecía muy difícil que se pudiera crear algo como eso dentro de una tradición administrativa de estructura científica muy rígida y burocrática en la que era imposible salirse de sota, caballo y rey, y sin embargo lo consiguió. Fue posible primero gracias al esfuerzo de Pedro y luego al impulso del Gobierno Vasco y la Diputación de Gipuzkoa.
- ¿Se nos escapan muchos investigadores vascos que van al extranjero y terminan por no regresar?
- Los hay, lo que pasa es que la propia dinámica de la investigación hace que aunque tú empieces tu carrera en un lugar luego vas ir a otros países. Si el que se va decide quedarse allí porque las condiciones le gustan, fenomenal. El problema es si quiere volver y no lo consigue.
- ¿Eso ocurre?
- No sé si mucho o poco, pero sí está pasando. Es verdad que ahora hay menos oportunidades y es más complicado volver, pero al final en este movimiento de científicos de ida y vuelta lo que sería preocupante es si el flujo neto es negativo. Si los que se van son menos que los que vienen es malo.
- ¿Están remitiendo los efectos de la crisis?
- Todavía hay muchas fuentes de financiación que están muy resentidas, sobre todo las que tienen que ver con el Gobierno central. A mí me preocupa especialmente la situación de muchos investigadores jóvenes de entre 30 y 35 años que tienen unas capacidades enormes, que son buenísimos científicos y sin embargo están viendo muy difícil volver e integrarse en el sistema porque durante varios años ha habido un parón de financiación y se ha creado una especie de embudo. Toda esa gente que no ha podido entrar en el sistema está parada y ahora cada vez que se abre una oportunidad son muchos los que lo intentan pero no todos pueden conseguirlo.
- ¿Hay una generación de científicos perdida?
- Yo creo que sí, hay mucha gente que se ha perdido para el sistema, lo que es una pena, pero creo que esto se da más en el resto de España que en el País Vasco gracias a la enorme labor de Ikerbasque.
- ¿Una forma de hacer atractiva a la ciencia es compararla con las grandes exploraciones?
- Eso a mí me gusta mucho. Los americanos hablan siempre de la ciencia como de investigación de frontera, es bonita esa imagen de los forasteros que llegan a la frontera para investigar en terreno desconocido. Yo creo que eso es verdad. En la carrera, un profesor decía que el conocimiento es como un globo, tú lo vas llenando y lo que pasa es que la superficie que tiene ese globo, que está en contacto con la ignorancia y con lo que no sabemos, cada vez es mayor. Es decir, cuanto más vas sabiendo más te das cuenta de todo lo que ignoras.
- ¿La ciencia es un viaje que nunca termina?
- Es la frontera, es expandir cada vez más las fronteras del conocimiento y a medida que lo haces te das cuenta de lo que no sabes. Uno de los conocimientos que hemos adquirido a lo largo de los siglos es darnos cuenta de todo lo que no sabemos.
- ¿Llegaremos a ver cosas que ahora mismo no imaginamos?
- Yo creo que sí, pero tengo la sensación de que la capacidad de sorpresa ha cambiado. Hace cien años las cosas variaban menos y cualquier cambio suponía una gran sorpresa. Ahora vivimos tiempos muy acelerados en los que hay cambios constantes en muchísimos aspectos, tanto sociales como tecnológicos. Sí veremos cosas que no nos imaginamos pero es posible que nos sorprendan menos que a nuestros tatarabuelos.
- ¿Igual es porque los hallazgos en la investigación se presentan ahora como novedades comerciales?
- En lo que es la actividad científica corremos el riesgo de darle demasiada importancia al brillo en lugar de al contenido, que es algo que ocurre en muchos ámbitos y que inevitablemente se contagia al mundo de la ciencia.
- ¿Está haciendo mucho daño la carrera por buscar aplicaciones inmediatas?
- La respuesta directa es sí. La investigación que hacemos en el DIPC es básica, intentamos profundizar en las bases del conocimiento, muchas veces simplemente motivados por la curiosidad de intentar entender el mundo que nos rodea.
- No parece muy rentable.
- El papel de la investigación básica es avanzar en el conocimiento sin saber muy bien cuál es la meta porque luego, a partir de ese entendimiento, surgen aplicaciones insospechadas. En los últimos años, por la crisis económica, por la dinámica de una sociedad en la que cada vez se buscan más resultados a corto plazo y por los impulsos políticos cortoplacistas, la investigación básica se está dejando un poco más de lado. Esto ocurre en todo el mundo y supone perder riqueza intelectual y potencialidad para el futuro.
- ¿Son los problemas de una sociedad en la que la cultura dominante es la económica?
- Es algo que me preocupa mucho. El lenguaje es importante porque es el que define muchas veces los contenidos. Hemos entrado en una dinámica en la que en el mundo de la educación o en el de la investigación, por ejemplo, se está imponiendo un lenguaje empresarial o económico a la hora de definir los resultados o la actividad, y esto es muy peligroso. Un profesor me contaba hace poco que a los estudiantes de su colegio les han llegado a llamar clientes. Esto es un error que nosotros vemos constantemente en la creación de planes estratégicos, con consultorías que con una mentalidad que viene de otro ámbito te dicen cómo debe desarrollarse la actividad científica.
- Usted ha dicho alguna vez que la ciencia es libertad. ¿Esta libertad peligra con las exigencias económicas?
- La búsqueda de resultados cortoplacistas puede condicionar mucho la libertad creativa, porque al final la ciencia es una actividad creativa. Esta actividad tiene que estar fundamentada en personas, en creadores, en científicos, en gente preparada que ha demostrado su capacidad de hacer las cosas bien y dotarles de la libertad necesaria para que desarrollen sus propios proyectos de investigación.
- Hemos hablado antes de literatura y ahora de creadores. Al final se junta todo, el creador, el literato y el investigador.
- Es una imagen muy poderosa porque al final el científico es un creador. La creatividad es para él una parte muy importante, lo que está haciendo es avanzar en el conocimiento y en este sentido su actividad se parece mucho a la que puede tener un pintor o un escritor; incluso sus propias motivaciones son en muchos casos parecidas. La idea de que el científico es un tipo raro con una actividad muy mecanizada y muy poco humana no es cierta. Es una persona que necesita mucho de la imaginación.
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