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OMBLIGO

ARANTZA FURUNDARENA

Martes, 9 de octubre 2018, 00:14

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Aseguraba Carl Sagan que en el universo hay más planetas que granos de arena en todas las playas del mundo. Visto desde esa perspectiva, probablemente la más realista de todas, la Tierra, que no es precisamente un planeta grande, sería un granito de arena fina y nosotros microscópicas nanobacterias dándonos de tortas e intentando trazar inapreciables fronteras dentro del minúsculo territorio... Dividir un grano de arena no es dividir el átomo pero aún así representa una tarea titánica. Sin embargo, el empecinamiento del ser humano es como el cosmos (aún no se conocen sus límites), así que en ello estamos.

Cualquier científico que analizara un grano de arena al microscopio y lo descubriera lleno de diminutos bichitos empujándose unos a otros sentiría probablemente una mezcla de ternura y tristeza por esos primitivos seres incapaces de convivir sin meterse el dedo en el ojo. A veces, conviene levantar la vista del disputadísimo y sufrido suelo y mirar al firmamento para descubrir lo ridículos que se nos debe de ver desde allá arriba... Basta observar las disputas territoriales con ojos de marciano para sentir cierta vergüenza ajena. Ya me imagino el reporte del extraterrestre que lograra aterrizar hoy en nuestro achacoso planeta: «Aquí hay vida relativamente inteligente. Con decir que ni siquiera me han detectado... Los unos están demasiado ocupados contemplándose a sí mismos en la pantalla de un dispositivo rectangular que prolonga cual antena una de sus extremidades y los otros peleando a muerte por algo que llaman identidad y que no acierto a percibir qué es (debe tratarse de un bien esencial para la subsistencia). Mi conclusión es que la invasión es factible. Corto y cambio».

A ese planeta enfermo de narcisismo y su reflejo como epidemia social (el 'lonuestrismo', basado en la irracional creencia de que lo nuestro es lo mejor y lo del vecino una porquería) llegaría ese marciano que a buen seguro no sería capaz de distinguir a un catalán de un español, ni a un belga de un marroquí. Supongo que le pareceríamos todos idénticos, igual que antiguamente a nosotros nos parecían los chinos... A ese convulso granito de arena tan diminuto que todo en él es ombligo.

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