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GALLINETA

ARANTZA FURUNDARENA

Martes, 31 de octubre 2017, 00:11

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A estas alturas nos vendría de perlas una amenaza, aunque solo fuera un pequeño amago, de invasión extraterrestre. A ver si algunos, con el susto, por fin entienden que para cualquier terrícola, haya nacido en Arrankudiaga, en Palafrugell o en Alcorcón, las únicas fronteras reales son curvas y lindan con la estratosfera. Todo lo demás son rayas trazadas por los habitantes de un planeta empeñados en sentirse muy distintos los unos a los otros, y muy dados al malsano deporte de buscarse todo el tiempo las siete diferencias. Estos días se escucha mucho lo de la realidad paralela. Yo hablaría más bien de una realidad para lelos (y para lelas)... Un relato muy opiáceo destinado a entontecer a las masas y que aquéllos que por lo visto no le encuentran sentido a la vida tal como es (diversa, contradictoria y eminentemente mestiza) se despierten cada mañana con una razón de ser: la de ser de aquí (donde sin duda han nacido los elegidos y los que están en posesión de la verdad) y no de allá (donde habitan los equivocados, cuando no los enemigos).

No me sorprende que Lluís Llach considere que ahora mismo existe un gobierno de la república catalana en el exilio. Es decir, no me sorprende más que el que alguien considere que Dios es uno y trino. Son creencias absolutamente respetables. Pero no dejan de ser actos de fe. ¿Y no habíamos quedado que en una sociedad moderna y avanzada, en una sociedad laica, la fe es algo que debería ejercitarse en privado? Que dos millones de personas compartan una fe ciega en una quimera territorial no demuestra que la suya sea la religión verdadera. Del mismo modo que a lo largo de la historia, la insistencia de millones de cristianos, musulmanes o judíos no ha servido para probar la existencia de Dios. Por más que algunos sigan matando en su nombre. Curioso que el ser humano ponga en duda lo tangible y defienda con tanto ardor lo indemostrable...

De adolescente, al salir de clase, todavía con el uniforme del colegio, solía acudir a casa de una amiga a escuchar discos de Lluís Llach. 'L'estaca' nos la sabíamos de memoria en catalán... Pero eso de 'La Gallineta' nunca lo llegué a entender del todo. Ahora, de alguna manera, Puigdemont y otros como él me lo explican.

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