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Hacía tiempo que no visitaba el Elosta. Recordaba mis pasos por este restaurante que sigue vigilando la esquina entre Zurriola y el Paseo Colón ... . Una cocina de nivel, elaborada con gusto y esos aires japoneses y peruanos, pero con producto local y raíces locales. Recordaba que Mikel Lopez y Sofía Cordova dirigían con maestría su proyecto, cuidando y mimando a todo aquel que decidía acercarse al restaurante. La semana pasada decidí volver.
Leyendo la carta, en cierto momento nos sentimos como un pulpo en un garaje. Pero he ahí el primer detalle que me gustaría remarcar. La camarera que nos atendió nos guió muy bien entre las propuestas, con gran profesionalidad nos recomendó varios de los platos y al comentarle nuestras dudas sobre el orden de estos nos dijo que no nos preocupáramos que ella se encargaba de ello, y he de confesaros que acertó de lleno, desde aquí nuestra enhorabuena y agradecimiento.
Fue una cena que fue de menos a más, fue mejorando con cada plato que nos ponían en la mesa, hasta terminar siendo una de las experiencias gastronómicas más gratificantes vivida últimamente. Una cena en la que viajamos a través de la cocina Nikkei a Japón y Perú, optamos por platos que representaban estos países con ganas de conocer y experimentar.
Empezamos con un elegante tartar de vieira que iba acompañado de un más que agradable gazpacho de huacatay, ese toque bixigarri que le da la emulsión de ají amarillo, quinoa suflada, rabanitos y hojas de capuchina. El siguiente paso lo dimos con un interesante tiradito de dorada que acompañado de alga toshaka, salsa de lima, ostras y sésamo, el polvo de sisho morado y los brotes, es todo un festival en boca.
Sin palabras, así nos dejó el tataki de atún. ¡Qué maravilla! Fue comer el primer bocado y quedarnos mirando embelesados al plato, pensando 'qué bueno está esto, sí señor'. No es solo el tataki. El ajoblanco que lo acompaña es delicioso, como para comerlo a cucharadas. Un gran plato, totalmente recomendable, por su elaboración, por su sabor, por el conjunto de atún+ajoblanco, por su calidad, por todo. Un plato que será difícil de olvidar.
El listón estaba muy alto, no os lo voy a negar, la cena iba in crescendo, pero faltaba la traca final. Decidimos optar por dos de los nigiris que te ofrecen fuera de carta, y madre mía, qué colofón, qué final. Para empezar, un nigiri de huevo de codorniz con pasta de trufa y patata crujiente, con mucha potencia de sabor e interesante. Pero el nigiri de carabinero es de otro planeta, juega en otra liga. Sorprendente e impresionante desde el mismo momento en el que te lo ponen en mesa. El arroz y encima el cuerpo del carabinero crudo, puesto con delicadeza y cariño, y al lado, la cabeza elaborada a la plancha dispuesta a que la chupemos y disfrutemos de todos sus jugos. Si ya a la vista llama la atención, qué decir cuándo te lo comes, puro sabor, pura elegancia, una auténtica obra de arte. Un plato que te deja tan buen sabor de boca que al rato sigues 'comiendo' carabinero.
Todavía quedaba hueco y ganas de disfrutar de un buen postre. Consultamos con la camarera y tras estar en duda entre la torrija y la cheesecake, optamos por el segundo. El nombre puede sonar empalagoso, cheesecake de dulce de leche con crumble de Oreo y helado de pistacho, pero para nada es así, es un postre interesante y sabroso, la mezcla entre el cheesecake y el dulce de leche es delicioso, un gran postre y un muy buen fin de fiesta.
Salimos felices y sorprendidos por el nivel culinario de la cocina de Mikel López, esa cocina Nikkei del que ha sido autodidacta, aprendiendo empujado por su curiosidad, leyendo y junto a compañeros japoneses y peruanos, cocina a la que añade producto local y su toque personal, una cocina de muchos kilates, una cocina que merece y mucho la pena conocer y degustar. De esa inquietud salen manjares como el tartar de atún ligeramente picante; el solomillo salteado; el nigiri de atún con chimichurri japonés o el de salmón aguri con salsa anticucho y boniato crujiente; el roll de cangrejo de concha blanda con cebollino, aguacate y salsa Okonomiyaki; y el bizcocho de chocolate con crema de yuzu.
Dirección: Paseo Colón 41 (Gros-Donostia).
Teléfono: 843 630 325.
Comedor: 2 para 60 comensales.
Cierra: Domingos y lunes.
Precio: carta 40-45€.
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