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José Luis, con uno de los platos más típicos del restaurante Valencia deSalamanca. DV
Cocina tradicional castellana desde 1954
Gastronomía

Cocina tradicional castellana desde 1954

El restaurante Valencia rescata el sabor de la tierra con clásicos y especialidades que mantienen viva la esencia de siempre

David de Jorge

Sábado, 26 de abril 2025, 02:00

Todos los que cruzamos la Ruta de la Plata camino de Extremadura y de la playa, sabemos que a un lado y otro de la carretera se extienden paisajes de verdadero ensueño repletos de ganado bravo, cochinos ibéricos, encinas, olivares, quejigos o robles carrasqueños, ovejas merinas y alcornocales. Con la familia Carrasco llevo unos años aprendiendo de jamones y chacinas de categoría y este invierno tuve el privilegio de visitarlos en montanera.

A la vereda de esta ruta está Guijuelo y bien cerca El Villar del Profeta y la localidad de Vecinos, que es la tierra de mi difunta suegra, a dos pasos de Salamanca, que es donde está el legendario Valencia, el restorán que hoy les recomendamos. Antes de anudarme la servilleta al cuello dimos un voltio por las instalaciones de Carrasco, aprendiendo con Tanacho y Guillermo de jamón ibérico, toqueteando y arrimando el morro a los perniles, pues los cocineros somos muy listillos y aprenderíamos más si fuéramos humildes y sacáramos de vez en cuando la cabeza del puchero: de proporción de la pata, que las mejores piezas llevan jarrete ancho o de abrir y cerrar ventanas, que siempre será la obsesión de una familia dedicada con pasión desde hace cinco generaciones a elaborar jamones únicos.

  • Valencia Clásico taurino

  • Dirección Concejo 15 (interior)

  • Teléfono 923 217 868

  • Web www.restaurantevalencia.com

  • Con quién Con amigos / En pareja / En familia / Negocios

  • PRECIOS Revuelto de patatas a lo pobre 12,8 euros / Callos de ternera tradicionales 17,8 euros / Lengua ibérica al vino tinto 16,2 euros / Gambas blancas de Huelva al ajillo 24,9 euros / Rabo de toro estofado castellano 24,9 euros

El Valencia es conocido por todos los salmantinos por llevar nada menos que tres generaciones defendiendo a capa y espada la cocina tradicional castellana en un callejón llamado «de la Bomba», pues allá cayó del cielo y reventó un proyectil con su espoleta en plena guerra del treinta y seis. En el mismo sitio existió otra institución que fue la celebrada churrería «GGG», que freía buñuelos de escándalo y mantiene aún su nombre sobre un muro del callejón.

En esta casa bregaron muchos integrantes de la familia, pero Lucía y José Luis padre apuntalaron el negocio a mediados de los setenta. Tuvieron descendencia, cuatro niñas y un churumbel, José Luis hijo, que desde crío estuvo pegado a la barra y secaba vasos, pelaba cebollas o se arrimaba a las tertulias de los clientes. Se graduó en la escuela de hostelería de Salamanca desempeñando labores de sala y sumillería hasta que los patriarcas se jubilaron y tomó las riendas de la cocina, dejando su puesto a su esposa mantecosa, Beatriz Gómez, que atiende con cariño a todos los que corren hasta allá para disfrutar de sus especialidades. Los días de labor ofrecen a mediodía una especialidad de cuchara y muchos fieles se calzan las patatas guisadas con costilla ibérica de los martes, el cocido completo del miércoles, las lentejas con tropezones ibéricos del jueves o esos viernes que brillan como la estrella de Belén gracias a las patatas meneadas con torreznos. La carta es una recopilación de clásicos escritos en castellano sin concesión a tallos, flores o esnobismos inspirados en aderezos tailandeses o coreanos, pues abundan los que alucinan con los curris de Hong Kong y todavía no probaron un buche extremeño en Salorino o cualquier otro exotismo de nuestros arrieros y pastores, sopas de ajo, revueltos de patata o huevos charros con farinato, ¡a ver si espabilamos! Hay callos, mollejas de lechazo, solomillos de ternera o estofados y guisos castellanos, rabo de toro o perdiz estofada a la antigua con mucha cebolla y una salsa a caballo entre jugo y escabeche. Asan por encargo tostones o corderitos lechales y mantienen vivas dos especialidades de joyería fina: gambas al ajillo servidas a la versallesca con su campana plateada y lengua ibérica «Escarlata» al vino tinto, finamente laminada y servida como un fiambre de película de Mario Camus.

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