Ribera del Duero, unos vinos para hacer historia
La denominación de origen presenta sus blancos elaborados con la uva albillo mayor, una variedad poco conocida que ha venido para quedarse
m.m.
Lunes, 7 de octubre 2019
Una vez que las bodegas han demostrado al mundo que los vinos de Ribera del Duero son ejemplo de excelencia, se marcan nuevos hitos. Como aquel aventurero que descubre nuevas tierras pero ansía perseguir nuevos horizontes. Porque en esta denominación de origen, que acoge caldos de postín, no hay lugar para el conformismo. El nivel de exigencia es mayúsculo, hay una continua reinvención, y todavía hay metas por cruzar. El objetivo de esta cata, realizada en la sala 10 del Kursaal, no fue únicamente beber vino. Fue hacer historia.
A ello contribuyeron Agustín González, director técnico del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero, y Rubén Arranz, sumiller profesional, que presentaron de manera oficial los vinos blancos de la firma elaborados con la albillo mayor, una variedad de uva autóctona poco conocida y que quiere abrirse paso en un mercado cada vez más competitivo -es de racimos pequeños y apretados, de rendimiento bajo y resistente a la sequía-. Sí, Ribera del Duero y vino blanco. No tinto. Blanco. Unos blancos de postín.
Abrió la veda un blanco de la uva Albillo Mayor, un vino Lagar de Isilla de 2018. Tenía aromas con una intensidad moderada pero muy interesante. En boca decía cosas, cosas bonitas. Un vino amplio, con volumen, con persistencia. Un vino opulento. El segundo vino, también blanco, Unanimous Tres Piedras, que aún no está en el mercado, fue degustado prácticamente en exclusiva por los asistentes. Posteriormente, fue el turno de López Cristóbal, fermentado en barrica -sólo producen 700 botellas-, de corte moderno, un vino muy largo y placentero para comer.
Caballero Zifar tomó el relevo. Otro blanco afrutado -banana, melocotón, pera...- con acidez marcada. Dominio del Pidio, firma burgalesa, trajo para probar un vino elegante y complejo. Territorio de Luthier, por su parte, elevó la sorpresa con un volumen en boca absolutamente brutal. García Viadero fue un vino sabroso, con una acidez perfecta. La pureza del albillo en un caldo. Después hubo tres de Guarda de Valduero. Luego, un par de Dominio del Águila. Vinos con alma. Tanta, que al final de la cata se escuchó a varios decir: «Donald Trump se lo pierde». No hay aranceles que puedan con Ribera del Duero.