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Jueves, 31 de agosto 2023, 08:06
Pasar a la historia por tus méritos profesionales resulta complicado, pero hacerlo también en una especialidad que no es la tuya es casi un milagro. Eso lo consiguió Anna Pavlova, una bailarina rusa que encandiló con su presencia en Oceanía y cuyo legado ha sido, no solo su arte, sino una tarta que recibe su apellido, la tarta Pavlova.
El origen de la tarta Pavlova es incierto, pero la teoría más aceptada es que fue creada en honor a la bailarina rusa Anna Pavlova, durante su gira mundial de 1926. Según esta teoría, el chef del hotel donde se alojaba la bailarina en Nueva Zelanda, ideó un postre para sorprenderla y rendirle homenaje. El resultado fue un merengue con forma de nube, que recordaba a la figura de la bailarina.
La tarta Pavlova se hizo rápidamente popular en Nueva Zelanda y Australia, y desde entonces se ha convertido en uno de los postres más emblemáticos de estos dos países. También hay otras teorías que apuntan a que podría tener un origen anterior y que se inspiró en una receta de merengue de la cocina alemana o austriaca.
Crujiente por fuera y cremosa por dentro, algunos de los ingredientes principales de la misma son el merengue, la nata y los frutos rojos. Su elaboración no resulta especialmente compleja y el resultado es tan brillante que merece la pena invertir algo de tiempo en su preparación.
La clave del éxito de este postre está en montar un buen merengue y su posterior cocinado en el horno, porque será la base sobre la que se 'construya' esta dulce propuesta. Conseguir ese crujiente por fuera es básico para lograr la delicadeza a la que aspira este postre, que es conocido en todas las esquinas del mundo.
Elaborar este delicioso postre resulta más fácil de lo que parece, pero también es cierto que cada una de los pasos ha de ejecutarse con maestría. Solo así el sabor, la textura y la estética estarán garantizados. Tras ese merengue inicial, la base de esta tarta Pavlova, el objetivo es conseguir una nata montada que acompañe al merengue. Para ello, nada mejor que un robot o unas varillas eléctricas. Cualquiera de estas dos técnicas nos ayudará a conseguir el resultado que buscamos. Una vez tengamos la nata, solo queda introducirla en una manga pastelera y adornar nuestro postre.
El remate final será esa fruta que tanto aporta en las elaboraciones dulces. No pueden faltar las fresas, que se presentan como la opción más apropiada en esta ocasión, pero no es menos cierto que también triunfan los frutos rojos, como pueden ser los arándanos, las grosellas, las frambuesas o las moras.
A partir de ahí solo quedan disfrutar de un plato espectacular.
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