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Jueves, 12 de diciembre 2019, 06:44
Los entendidos del mundo del vino coinciden con unanimidad en que la botella de vino, en cuanto le quitamos el tapón, comienza un proceso de deterioro. Expuesta a sus más feroces adversarios, el oxígeno, la luz y los cambios radicales de temperatura, el vino empieza a perder su sabor y sus enormes beneficios. La recomendación más habitual e infalible suele ser la de acabarse la botella, una vez abierta.
No obstante, hay situaciones en las que, por diferentes motivos, sobra cierta cantidad. Puede ocurrir que, en eventos gastronómicos que se alargan, la botella permanezca abierta durante horas. También que se produzca un mal cálculo, o que solamente queramos consumir un par de copas. En esos casos, se puede producir un desgaste del vino, y para evitarlo os presentamos los siguientes trucos:
Es cierto que en las bodegas y puntos de venta de vino las botellas se almacenan en posición horizontal. Esto se debe a que la botella se encuentra aún sin abrir, y se busca que el vino permanezca el mayor tiempo posible en contacto con el corcho. Sin embargo, en el caso de una botella descorchada, conviene guardarla de pie, de manera que el oxígeno, enemigo acérrimo del vino, acaricie su mínima superficie posible, retrasando su deterioro.
Los especialistas afirman que preservar el vino en la nevera, una vez hayamos iniciado la botella, es una solución para aplazar la oxigenación. Tal y como ocurre con la comida, el frío retrasa el declive del vino y ayuda a conservarlo. Lo ideal, en cualquier caso, es mantenerlo a una temperatura constante, siempre en un lugar con poca luz (otro de los grandes males del vino) y fresco. ¿Y qué mejor sitio que la nevera?
Como decíamos, hay que tener mucha precaución a la hora de exponer el vino a la luz, pues esta situación puede afectar negativamente a sus condiciones y sabor, deteriorándolo significativamente. En concreto, hay que tener especial reparo en la luz solar directa, pues estropea el vino a un ritmo acelerado. Puede ocurrir, por ejemplo, en comidas, reuniones, eventos en una terraza o al aire libre durante el verano, en los que se descuida la botella de vino y se deja expuesta al sol durante horas.
¿Cuántas veces habrá ocurrido que, una vez abierta la botella, se retira el corcho de la mesa? Los mejores sumilleres advierten de que, una vez descorchado el vino, debe ser tapada inmediatamente. Y qué mejor manera que hacerlo con su propio corcho. Si éste ha resultado dañado, podemos sustituirlo por otro (disponibles en tiendas vinícolas especializadas). Con la utilización de tapones, conseguiremos alargar realmente la vida del vino, reduciendo los efectos del oxígeno.
Una de las preguntas más repetidas en torno a la conservación del vino una vez iniciada la botella es hasta cuándo consumirlo. Pues bien, según los expertos, pasadas las 36 horas el vino empieza a oxigenarse, y con ello, sus propiedades a diluirse. Para ello, una solución inteligente es mover el vino a un recipiente de menor tamaño, de forma que su ocupación sea la mayor posible frente al oxígeno.
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