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Sábado, 22 de junio 2019
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La leche de vaca ha sido tradicionalmente uno de los alimentos de origen animal más consumidos, promocionados y recomendados. Se ha dicho que su consumo habitual ha contribuido notablemente a mejorar la salud de la población, tratándose de un producto seguro y asequible, y de una fuente de calcio, vitaminas y proteínas de elevado valor biológico. Se ha asociado con una disminución de la mortalidad infantil y de enfermedades como la hipertensión arterial, la anemia o la obesidad. Sus múltiples beneficios han hecho que sea recomendable un consumo de entre 2 y 4 raciones de productos lácteos al día.
Esta última recomendación la realizaba la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras que actualmente advierte de que un consumo excesivo y demasiado precoz de lácteos de vaca no modificados supone una carga excesiva para el riñón y puede aumentar el riesgo de anemia por el bajo contenido de hierro de la leche y porque causa pérdidas intestinales de sangre.
La leche puede causar alergias e intolerancias, dependiendo de los síntomas. La causa de la intolerancia a la leche es la intolerancia a la lactosa. Cuando la lactosa se queda sin digerir se producen síntomas como digestiones pesadas, flatulencia, diarreas y dolor abdominal. La intensidad y el número de síntomas varían según el nivel de deficiencia de lactasa (enzima encargada de romper la lactosa en glucosa y galactosa) y la cantidad del alimento ingerido.
Las alergias a la leche de vaca, por otra parte, están causadas por las proteínas de estos alimentos, sean cuales sean. Actúan como alérgenos, desencadenando una reacción inmune anormal y exagerada, produciendo anticuerpos contra esos alimentos. Se evidencia a nivel digestivo, respiratorio o dermatológico, y cuya intensidad varía en cada caso.
Hoy en día cada vez acuden más personas en busca de alternativas a la leche de vaca. Tanto si les sienta mal como si quieren probar nuevos sabores y variedades, existe una gran variedad de leches y bebidas vegetales entre las que elegir.
Leche de cabra y oveja
Las más fáciles de encontrar en los supermercados españoles son las leches de cabra y oveja. La leche de cabra tiene más aroma que la de vaca y un sabor más fuerte, así como un nivel mayor de nata y de calcio. Es buena para la digestión, pero no tanto para hacer dieta. La de oveja, por otro lado, es algo más grasa, pero a cambio tiene más proteínas. En otras regiones del planeta, no tanto en España, también son aptas para el consumo humano la leche de búfala, de camella, de llama, de alpaca, de reno o de alce, entre otras.
Bebidas vegetales
Asimismo, las bebidas vegetales carecen de lactosa, lo que hace que sean ideales para los intolerantes a ella. Y aunque no ocurre en todos los casos, algunas pueden contener gluten, por lo que los celíacos deberían comprobar la etiqueta. Alérgenos aparte, también cambia el sabor y la textura. Una de las bebidas alternativas a la leche de vaca más conocidas es la soja, de las más consumidas junto con las bebidas de almendra, arroz o coco, y lácteos como yogures hechos con ella son fáciles de encontrar. Es la que contiene más proteínas, tiene los aminoácidos esenciales y cuenta con leticina (que ayuda a combatir el colesterol).
También podemos encontrar otras variantes como la que se realiza con sésamo, avena, castañas o quinoa. Y la horchata, pero su alto contenido en azúcar hace que no sea muy recomendable beberla a diario.
Es uno de los temas en torno a la leche de vaca que menos controversia genera entre expertos nutricionistas y científicos. Los bebés de un año no deben tomar leche de vaca, deben tomar leche humana, y si eso fuera imposible, leche artificial modificada.
La introducción prematura de la leche de vaca puede desencadenar problemas de intolerancia y alergia, una sobreproducción de proteínas que derive en una sobrecarga en los riñones, puede afectar al desarrollo neuronal y cognitivo, y otros nutrientes fundamentales se encuentran en cantidad insuficiente (hierro, cobre, zinc, vitaminas C, D o E).
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