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Martes, 27 de octubre 2020
La coliflor morada es tan natural como el resto. La más común es la blanca, que es la que encontramos con mucha facilidad, pero también las hay de tonos amarillento, totalmente verdes y moradas. Esta última es una variedad antigua pero que no suele estar en los mercados porque es poco productiva para los agricultores. Por consiguiente, cuesta bastante más dinero que una coliflor blanca.
No cambian mucho sus nutrientes, sus cualidades, en relación con el resto de las variedades de coliflor. Todas tienen un gran contenido en agua, cuentan con vitamina B y también vitamina C. Por lo que se refiere a los minerales, fundamentalmente, fósforo y potasio.
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La única diferencia existente es que la morada, debido a su color, tiene antocianinas, que son antioxidantes. Esta es la matización principal. Igualmente, el color no cambia ni el sabor ni el olor de las coliflores. La coliflor morada una vez cocida pierde un poco su intensidad respecto a la que tenía cuando estaba fresca.
Eso sí, a los platos aporta un colorido muy llamativo. Las cremas de color morado son fantásticas visualmente, al igual que unos pequeños cogollos hechos al vapor para que no pierdan mucho color acompañando platos. O en ensaladas. Ahora es habitual presentar cuscús de coliflor (todos las florescencias y los tallos muy picaditos) una vez pasado al vapor muy poco tiempo.
China es el principal productor de coliflor. Para conseguir la coliflor blanca los agricultores impiden que los rayos de sol den en la flor. La tapan con las hojas, con tierra o con otros procedimientos.
La coliflor verde, cuyo nombre más común es romanesco, se deja al sol, por lo que produce clorofila. Tiene un poco más de vitamina C que la anterior. Por lo que respecta a la morada, es su contenido de antocianinas.
Aunque se pueden encontrar durante todo el año en los mercados, cuando mejor están es entre septiembre y enero. Hay que comprarlas prietas y sin manchas oscuras, porque significan que están un tanto pasadas.
A España llegó en el siglo XVIII aunque su cultivo empezó a entrar a Europa por Francia sobre el siglo XVI. Siglos atrás, antiguamente, no se utilizaba para comer, sino como remedio medicinal para combatir el dolor de la cabeza y los desarreglos estomacales.
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