Gana Rajoy, pierde Aznar
El foco ·
El hundimiento del PP de Casado a una situación abismal nunca conocida por estas siglas en las elecciones del pasado domingo saca a relucir una ... conclusión irrefutable: la derechización del partido y su 'aznarización' han provocado la masiva huida de aquel electorado que hace tres años sostenía a Rajoy, a pesar de que sobre el ex presidente del Gobierno se cernía toda una retahíla de casos de corrupción. A pesar de los pesares, aquel Rajoy en apuros aguantó como pudo los escándalos de Bárcenas y de Gürtel, hasta que una moción de censura activada por un avispado Sánchez le tumbó en la lona.
Aquel PP de Rajoy de los 137 escaños que obtuvo en 2016 ha descendido a los 66 escaños con Casado de candidato, quien después de salir indemne del culebrón que se formó en torno a su máster, fue al congreso de su partido de la mano de Aznar y agitando la esencia del partido en detrimento de Soraya Sáenz de Santamaría, a la que batió en el cónclave, a pesar de que ella se había impuesto en las primarias. Los compromisarios eligieron a su líder, que enardeció el espíritu derechista de la militancia -quizá agobiado por el aliento en el cogote que le lanzaba Abascal- y quizá se olvidaron de que para ganar el Gobierno de España no solo bastan los incondicionales de cada partido -tampoco del PSOE-, sino que hay que captar al votante que circula en la calle del medio, en ese centro que ha dado la victoria al PSOE y que ha colocado a la Ciudadanos de Rivera en una posición referente en ese espacio, después de que el PP decidiera ir por derroteros más derechistas y extremos.
Casado quiso rescatar el espíritu de Aznar para intentar desbancar a Sánchez y se equivocó. Utilizó en campaña un estilo estridente -a veces inadecuado para un dirigente político-, con utilización de insultos grotescos y de frases desafortunadas, como la de las «manos manchadas» que lanzó a Sánchez, que no eran el mejor imán para atraer al electorado moderado que solía respaldar a Rajoy, a pesar de los pesares. Laminó a la corriente 'sorayista' de talante más liberal y purgó de las listas al Congreso cualquier vestigio que tuviera que ver con el exlíder popular. Y tampoco pudo frenar las fugas a Ciudadanos de dirigentes del partido como la del madrileño Garrido. En esto también se equivocó. Casado no ha movido una pestaña para cuestionar su propio futuro en el partido, a pesar de que sus circunstancias en la noche del 28-A hubieran invitado a tomar otro tipo de decisiones. Aunque bien es cierto que tenía poco margen de maniobra con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina.
El líder popular se ha visto con el agua al cuello. Y para enrocarse en su puesto se ha visto obligado a dar un volantazo al partido y a la campaña, con un giro al centro, a ese espacio que da victorias electorales, y al que el propio Casado hasta ayer había dado la espalda. Y como la política tiene su lado oscuro, Casado no ha titubeado en destituir a Maroto de sus funciones de jefe de campaña y cargarle todas las culpas, cuando en Génova se conocía que la influencia del dirigente alavés había decaído mucho antes de la campaña. El PP vasco, que en todo momento había avisado de estos peligros y se había distanciado del 'casadismo', intentará salvar los muebles el 26-M. Y Casado tendrá que tomar más decisiones.
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