ACEPTARSE O EMBARRAR
El descarnado enfrentamiento con el que Ciudadanos y PP han decidido poner punto final a la campaña -y no sólo a cuenta del repentino viaje ... de Ángel Garrido- corrobora la hipótesis que subyace a las tendencias mostradas por las encuestas. La incógnita del 28-A se limita a dos posibles resultados. O Pedro Sánchez suma con Unidas Podemos, PNV y Compromís escaños suficientes como para acercarse a la mayoría absoluta de 176, o el país continuará empantanado en la inestabilidad. Casado y Rivera están facilitando la tarea a Vox, cuando la llamada a la utilidad del voto popular se deshilacha en un sprint final a codazos en el seno del centro-derecha. De modo que la eventualidad de una mayoría de las derechas se desvanece mientras el PP resta fiabilidad a Ciudadanos, y éste pronostica la descomposición de su anunciado socio. O el PSOE, Unidas Podemos, PNV y Compromís se constituyen en alternativa de gobierno, o la entrada de los de Vox en Congreso y Senado provocará tal corrimiento en los estratos institucionales, que ni la versión más osada del secretario general socialista podrá quedarse a merced de los vaivenes del independentismo catalán en vísperas de la sentencia del Supremo.
Claro que Sánchez, como único candidato real a la investidura, podrá elegir entre la insolencia de Pablo Iglesias y la impertinencia de Albert Rivera para adentrarse en las incertidumbres de la legislatura. Dependerá de la distancia a la que esos dos posibles socios acaben entre sí en el escrutinio del domingo. De si uno u otro se desmorona respecto a sus propias expectativas. Pero aunque la perspectiva de conformar un Gobierno de coalición con Unidas Podemos pudiera forzar las cuadernas de la socialdemocracia española en el contexto europeo, la hipotética alianza con un Ciudadanos sometido a marcaje desde su derecha incomodaría aun más a un socialismo que, de entrada, pretendería gobernar en solitario.
El 28-A lo cambiará todo, porque junto a la irrupción de una quinta fuerza -Vox- que insiste en revisar los cuarenta años de democracia, los otros cuatro partidos de ámbito español han experimentado su respectiva transformación política, orgánica y parlamentaria. Los de Casado son diferentes a los de Rajoy; y los de Sánchez, Iglesias y Rivera son ya distintos a lo que ellos mismos eran hace tan solo un mes. Y cambiarán de nuevo en la noche electoral, tras el recuento. Pero a estas alturas no tienen otro remedio que aceptarse en la continuidad de un PSOE gobernante, aunque no en solitario, o embarrar el terreno de cara a la segunda vuelta del 26-M.
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