Ahorra con trampa y sin cartón: cuentas remuneradas y carteras indexadas
Productos sencillos, costes bajos y reglas claras: cuatro claves para que tu dinero empiece a trabajar sin letra pequeña
Volver a ahorrar no requiere fórmulas mágicas, sino herramientas fáciles de entender y un método que cualquiera pueda seguir. Las cuentas remuneradas y las carteras ... indexadas están devolviendo a muchos ahorradores la sensación de control sobre sus finanzas: liquidez cuando se necesita, rentabilidad razonable cuando se deja madurar el dinero. En esta guía práctica te explicamos, con lenguaje directo y sin tecnicismos, cómo funcionan estos productos, qué ventajas tienen y qué precauciones conviene adoptar para que cada euro esté bien colocado.
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¿Qué es cada producto?
Las cuentas remuneradas son, en esencia, cuentas bancarias que pagan un interés por mantener dinero en ellas. No requieren grandes conocimientos: ingresas, retiras y consultas saldo igual que en cualquier cuenta corriente, con la diferencia de que el banco te remunera por los fondos que mantengas. Su atractivo está en la liquidez inmediata y la simplicidad, aunque su rentabilidad suele ser limitada y a veces condicionada a requisitos como nómina domiciliada, uso de tarjeta o saldos máximos.
En cambio, las carteras indexadas funcionan como una pequeña máquina automática de inversión. Se componen de fondos o ETFs que replican grandes índices de mercado –por ejemplo, índices globales de renta variable o renta fija– y cuya filosofía es mantener siempre la misma proporción de activos sin intentar 'adivinar' lo que hará el mercado. Su ventaja es doble: costes muy bajos y diversificación amplia. A cambio, requieren asumir que su valor puede subir y bajar, especialmente en plazos cortos. Por eso, lo sensato es combinarlas: una cuenta remunerada para el dinero de uso cercano y una cartera indexada para objetivos que no requieren tocar el dinero durante varios años.
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Define tus metas antes de mover un solo euro
Uno de los errores más frecuentes es abrir productos sin saber para qué se quiere el dinero. El primer paso, aunque suene básico, es preguntarse: «¿cuándo voy a necesitar realmente este dinero?». El horizonte temporal lo cambia todo. Si estamos hablando de gastos que pueden surgir mañana –una avería, un viaje urgente, un electrodoméstico que falla– la mejor casa para ese dinero es una cuenta remunerada. No se trata de ganar una fortuna, sino de tener liquidez inmediata sin perder poder adquisitivo.
Están protegidas por el Fondo de Garantía de Depósitos hasta los 100.000 euros y el dinero está siempre disponible
Cuando hablamos de objetivos a medio plazo –la reforma del piso dentro de unos años, la entrada de un coche o un colchón para futuros estudios– aparece ya margen para asumir una dosis moderada de volatilidad. Aquí una combinación de cuenta remunerada y cartera indexada prudente puede tener sentido. Y si el objetivo es claramente a largo plazo –ahorro para la jubilación, independencia financiera o proyectos vitales de largo recorrido– la cartera indexada gana atractivo, porque el paso del tiempo suaviza los altibajos del mercado y permite aprovechar la rentabilidad compuesta. Definir el objetivo antes de abrir el producto evita decisiones impulsivas y, sobre todo, ayuda a no salir corriendo cuando llegan las caídas.
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Las comisiones, ese enemigo
Por muy prometedora que parezca una oferta, nada erosiona más un ahorro que unas comisiones elevadas. En el caso de las cuentas remuneradas, la clave es comprobar si la remuneración está condicionada a cumplir requisitos: domiciliar ingresos, mantener saldos mínimos o realizar un número de operaciones. A veces el interés es atractivo, pero sólo durante unos meses o hasta un límite de saldo muy concreto; conviene leer siempre la letra pequeña.
En las carteras indexadas, la atención debe centrarse en el coste de los fondos o ETFs utilizados (el famoso TER), las comisiones de gestión del propio gestor automatizado y posibles gastos de custodia. A primera vista pueden parecer cantidades pequeñas, pero en un ahorro acumulado durante años la diferencia es enorme. Un 0,5 % anual sobre 10.000 euros son 50 euros al año perdidos; sobre 100.000 euros son 500. Y esos pequeños porcentajes, sumados durante una década, pueden suponer miles de euros. Por eso, en inversión, la regla de oro sigue siendo la misma: cuanto más sencilla y barata es la estructura, más rentabilidad queda para el ahorrador.
Están custodiados por otro tipo de depositarios y los activos suelen estar segregados, pero el valor de la inversión fluctúa
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Seguridad, liquidez y riesgos:
Las cuentas remuneradas tienen un atractivo muy claro: suelen estar protegidas por el Fondo de Garantía de Depósitos, que en la Unión Europea cubre hasta 100.000 euros por titular y banco. Esto significa que, incluso si la entidad quebrara, tus ahorros estarían protegidos dentro de esos límites. Además, el dinero está siempre disponible: un movimiento, un traspaso o una retirada y listo.
Las carteras indexadas, por su parte, no cuentan con esta garantía porque no son depósitos, sino inversiones. Los fondos y ETFs están custodiados por depositarios independientes y, en caso de problemas con el intermediario, los activos suelen estar segregados, pero el valor de la inversión fluctúa: hay rachas buenas y rachas malas. Asumir esta volatilidad es parte del juego, y por eso es importante no exponer en estos productos el dinero que podría necesitarse en poco tiempo. Su seguridad no está en la ausencia de riesgo, sino en la diversificación y en el largo plazo.
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