SOBRA DINERO
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Es una de esas noticias que me provocan alteraciones cardíacas y me ponen la tensión baja por encima de la alta. Me refiero al informe anual de liquidación presupuestaria y, en este caso, al del Gobierno Vasco. Si me ha leído en alguna ocasión (muchas gracias), sabrá que nunca he entendido la terrible desproporción existente entre el interés de los políticos y la atención de los medios cuando se debate la aprobación de los presupuestos y la escasísima publicidad que se da y se recibe de la información sobre su ejecución, que es casi clandestina y pasa desapercibida.
Esta muy bien eso de que vigilemos en detalle lo que el gobierno de turno asegura que va a hacer, pero ¿no sería lógico prestar alguna atención a lo que ha hecho? Máxime, cuando comprobamos, año tras año, que hay grandes partidas de gasto presupuestado que se quedan en el limbo. En seguida aparece una pregunta, ¿no eran necesarias esas partidas o no han sido capaces de darles el destino anunciado? Según sean las respuestas, podríamos seguir preguntando. ¿Si esas inversiones o esos gastos no eran necesarios, para qué nos quitaron el dinero destinado a sufragarlos? Y, ¿si eran necesarios, por qué no se gastan?
No hablamos del chocolate del loro. En 2018 se han quedado en el cajón 473 millones de euros que es un montón de dinero. Descontando la difícil previsión de la Y griega, se reducen a 386 millones que sigue siendo mucho dinero. E igual teníamos que estar contentos, pues en 2017 se quedaron sin destino 555 millones. El fallo en la previsión se concentra en las partidas de inversión, una vez que el gasto corriente es más sencillo de prever. Y aquí, de los 304 millones presupuestados se han gastado 178, poco más del 50%.
No es serio. Yo creo que esta situación no es consecuencia tanto de la desidia o la ineficacia de una mala administración, como de la poca consistencia de la elaboración de los presupuestos. Hay dos problemas. Uno es que quien gasta no está obligado a proveerse del ingreso necesario para cubrirlo y dos, que la administración parte de la muy equivocada suposición de que todo lo que se gasta es conveniente, cuando no imprescindible.
¿Es mucho pedir que la Administración cuide un poco más el dinero que recauda y afine un poco mejor sus necesidades? Sí, ya sé que sí. Pues es una pena.
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